Con medio siglo de vida, Miriam Estrella Amaro, pasó de todo en su vida. Supo conocer las penurias de la pobreza, el hambre, el arduo trabajo desde niña… y la violencia.
Una mañana, su madre aprontó una bolsita con un par de ropas y le dijo que la llevaría a vivir con otra familia. Miriam recuerda ese día como si fuera ayer, cada detalle. No paró de llorar todo el viaje que hicieron en el ómnibus y no dejó de reprocharle hasta el día de hoy por haberla abandonado, porque más allá de todo, esa era su familia, su madre, sus hermanos. Sin embargo, ese día cambió su vida para siempre, ya nunca más pasó hambre, ni frío, ni violencia, ¡hasta podía comer a la noche! La vida le regaló una nueva familia de corazón y nuevas oportunidades.
Su sueño de ser escritora, entre sollozos y a media luz bajo el acolchado de trapos que la cubría en su niñez, se hizo realidad. En el Caif Los Gallitos donde trabaja como cocinera dio su primer gran paso en las letras y gracias al apoyo de sus compañeras del centro, pudo publicar “Sabor a sueños”, un libro que se distribuyó en todos los Caif del Uruguay y la catapultó en el mundo de la literatura infantil.
Fue reconocida como embajadora del mundo afro por su superación personal recibiendo el premio Amanda Rorra y ahora busca publicar su próximo libro una “Guía para la mujer afro”.
Con más proyectos bajo el brazo, Miriam, no deja de soñar ni de luchar, remarcando que nada pudo hacerlo sola, por eso valora el apoyo de su familia, sus hijos, su pareja, sus compañeras del Caif Los Gallitos, los niños a los que deja su mejores recetas hechas con amor y todas las personas que creyeron en ella y la apoyaron e impulsaron a seguir adelante.
1- ¿Vivió una infancia muy difícil?
“Nací en San Antonio y de niña me fui a vivir a la Colonia (Osimani) cuando mi madre formó pareja con un ladrillero. Desde entonces, pasamos muchas penurias, teníamos que salir a juntar verduras a una chacra, todo el día pasábamos arrancando boniatos, olivos y manzanas y a la tardecita volvíamos a la casa con mi padrastro. De lo que recolectábamos en la chacra, el dueño nos daba una parte, lo que no vendía y con eso hacíamos la comida a la vuelta. Mamá hervía boniato o zapallo y nos daba eso de comer. Mis hermanos varones se quedaban a ayudar a mi padrastro pisando el barro para hacer ladrillos, porque había un solo caballo. Fue una época muy dura, pasábamos hambre, teníamos solo una comida al día y siempre eran verduras hervidas, lo que podíamos traer; cuando se hacía una venta de ladrillos se comía un ensopado”.
2- ¿Tiene recuerdos muy duros de esa época?
“Me acuerdo de una vez que quise comer un pedazo de carne y en esa época el mejor plato iba para el hombre de la casa. Yo tendría seis años, no más que eso y deseaba tanto ese puchero que estaba en el plato de mi padrastro, que un día me dio coraje y mientras la mesa estaba servida le di unos mordiscos al puchero y lo dejé de nuevo en su lugar. Fueron solo unos mordiscos, pero cuando mi padrastro se dio cuenta me hizo poner las manos sobre la mesa y me dio con una fusta hasta que se cansó. Eso me marcó y me dije a mi misma, ¡algún día voy a tener para comer y voy a tener carne!”, recordó emocionada hasta las lágrimas.
3- ¿Pero en un momento usted pasó a vivir con otra familia?
“Creo que después de eso mi madre tomó la decisión de darme en adopción, porque yo era la más tremenda, la más audaz, la que siempre los enfrentaba y reprochaba. A los siete años mi mamá me dio para una familia de Salto, el dentista José María Palladino y María Rosa, su señora, que no podían tener hijos y querían una nena afro, una negrita. Ahí, hubo un tremendo cambio, comía todos los días, ¡comía de noche!, tenía mi ropa… Mis padres adoptivos me dieron todo. Después, pudieron tener hijos (cuatro), pero nunca me mermaron el cariño, ni lo económico, nada. Me mandaron a la escuela, llegué a hacer modelaje, defensa personal. Lo que soy hoy en día se lo debo a ellos. Yo, de chiquita me sentía mala con mi mamá, por la situación en que estaba y culpaba a mi mamá por haberme dejado sola en esa casa extraña, en mi inocencia la culpaba. Hoy, no la juzgo, no la puedo juzgar, quisiera perdonarla pero eso es algo que tampoco puedo hacer. A ella y mis hermanos los volví a ver después de grande, hoy en día mi madre y mi padrastro están fallecidos y mis hermanos se quedaron en la tierra de mi padrastro y tienen ahí un horno de ladrillo”.
4- ¿Y cómo siguió su vida después de eso?
“Cuando tenía 16 años me casé, a los 17 perdí mi primer embarazo de 8 meses y casi a los 19 años tuve mi primer hijo. Hoy tengo tres hijos en total, cada uno tiene su casita y tengo cinco nietos, que son mis tesoros. Cuando mis hijos eran chicos los llevaba al Caif Los Gallitos, porque mi esposo era funcionario policial y en un momento en que se enfermó la muchacha de limpieza yo me ofrecí a hacer de forma voluntaria esa tarea. Al tiempo queda una vacante en la cocina y me ofrecen ingresar de forma presupuestada. Quedé ahí y hasta el día de hoy sigo con ese trabajo”.
5- Por las vueltas de la vida terminó cocinando, cuando de pequeña no tenía para comer…
“Sí, es así y cocinando para los niños que es algo que me encanta y hoy puedo comer carne y comer todo lo que quiera, sin pasar hambre. Trabajar en el Caif lo disfruto, lo hago con amor y en marzo se van a cumplir 25 años que estoy trabajando en Los Gallitos, rodeada de un equipo de personas maravillosas del que me siento orgullosa y que fueron parte de ese proyecto tan importante para mi vida, como fue la publicación de las recetas de cocina saludable que se distribuyó en todos los Caif del país”.
6- ¿Siempre fue su sueño escribir?
“De chiquita, yo me encerraba en la pieza que teníamos, donde dormíamos todos juntos, en esos colchones de bolsa que hacíamos, me tapaba hasta la cabeza con un acolchado hecho de pedazos de trapos y vaqueros y me decía ¡yo algún día voy a ser una gran escritora y voy a escribir todo esto que me pasa! Con el tiempo empecé a escribir, desde los nueve años, guardo notas, papelitos, cartas”.
7- ¿Y cómo surgió el libro Sabor a Sueños?
“Un día surgió en el Caif eso de ver una manera para que los niños comieran esos alimentos que no los aceptan tan fácilmente, como las verduras. Entonces, con las compañeras empezamos a hacerles cuentos e historias y así se fue armando todo. Un día vino una persona de Montevideo y sugirió que publicáramos eso para que no quedara acá nomás y se llevó todo a Montevideo. Se evaluó lo que yo había escrito y así surge el libro Sabor a Sueño, que llevó casi tres años hasta que salió publicado en 2017, se hicieron mil copias y se distribuyeron en todos los Caif del Uruguay”.
8- Después de su primera publicación, tuvo muchos reconocimientos
“Lo que pasó, fue mucho más de lo que me había imaginado. Se hizo una presentación en el Salón de Actos de Jefatura de Salto, se me hizo un reconocimiento en una fiesta en la plaza Treinta y Tres, se me entregó el premio Amanda Rorra, en Montevideo, en representación de las mujeres afro de Salto que pudieron superarse en la vida y me denominaron embajadora afro por Salto. También fui invitada a una jornada internacional de literatura y arte afro en Montevideo, conocí personas que jamás pensé que iba a conocer, gente de Brasil, Argentina, Perú, de muchos lugares, estuve con escritoras de gran nivel que me impulsaron a seguir para adelante. Se me abrieron muchas puertas, me hicieron ofertas para publicar otras cosas que tengo escritas, incluso algunas canciones y la guía para mujeres afro. Pero publicar es muy caro, hay que buscar sponsor y no es fácil”
9 ¿De qué se trata la guía para mujeres afro?
“Esa guía la escribí impulsando a las mujeres afro a que persigan sus sueños más allá de lo que es el candombe, porque siempre se asocia a los negros con el candombe y eso está bien porque es algo de nuestras raíces, pero nosotros podemos ir más allá todavía, una mujer afro puede ser escritora, actriz, lo que quiera. También hablo en esa guía de la mujer golpeada, la mujer sumisa, que un día recibe un golpe y al día siguiente recibe un beso y al otro día vuelve a recibir otro golpe, como un círculo que no termina hasta que la mujer se mira al espejo y se valora, se dice a sí misma ¡yo valgo, para mí!”.
10- ¿Cómo se sintió con todo esto que le está pasando últimamente?
“Todo esto te reconforta, te estimula, te hace una caricia al alma y te dice, ¡podés lograrlo! Pero nunca se puede sola, yo tuve siempre gente a mi lado que me ayudó muchísimo, que me valoró, que no vio límites en mí, por eso estoy muy agradecida con mucha gente. Hoy puedo decir que logré muchas metas que nunca pensé que pudiera lograrlas y si yo pude, cualquier otra mujer puede. Pero todavía tengo más metas por cumplir y por eso sigo luchando”.