Se trata de una muy buena película que viene con algo de retraso a nuestra ciudad, es del año pasado, por lo que participó en el mes de febrero en la Fiesta de los Oscars de Hollywood con la nominación a mejor guión original, que a la postre fue escrito por quien también fuera su director, J.C. Chandor.
Es una película que pese a hablar de miles de millones de dólares y de cómo estos se hacen humo en una fracción de segundos (lo que debe traducirse como el inicio de la terrible crisis internacional de 2008), fue realizada con un presupuesto irrisorio (poco más de tres millones de dólares) para los actuales estándares del cine norteamericano, esta ópera prima de J. C. Chandor contó con un elenco impresionante: Kevin Spacey, Jeremy Irons, Paul Bettany, Zachary Quinto, Stanley Tucci, Demi Moore, Simon Baker y Mary McDonnell. Los salarios habituales de estas figuras multiplicarían por cinco o por diez el costo final de la producción, pero todos ellos apostaron al proyecto cobrando cifras simbólicas.
Queda claro, entonces, que para sus actores se trataba de una película importante y que denuncia los excesos y abusos de las corporaciones financieras durante la crisis de 2008. Estrenada en la competencia oficial del Festival de Berlín del año último, tuvo varios meses después una recompensa inesperada: una nominación al Oscar al mejor guión original. Toda una proeza para un escritor y realizador casi sin antecedentes en la industria cinematográfica.
Esta película narra veinticuatro horas cruciales en las actividades de una poderosa corporación financiera -bastante parecida a Lehman Brothers- que está al borde del colapso y cómo sus empleados deben afrontar y ser parte de una acción desesperada por parte de los dueños para salvarla de la quiebra, sin importar las consecuencias que desaten en el sistema tras el inevitable efecto dominó. En este sentido, el film no sólo expone con crudeza la operatoria salvaje de estos grupos económicos sino también sus implicancias humanas y morales.
La película de Chandor se sostiene en buena parte gracias a la ductilidad y convicción de sus actores y a la tensión que le imprime el director, quien construye con paciencia y rigor una estructura de thriller, aunque en algunos pasajes asoma el subrayado a la hora de exponer la falta de escrúpulos y el cinismo que imperan en el sector.
Más allá de esos desniveles o de ciertas caracterizaciones un poco obvias (el ejecutivo desalmado que ama y sufre ante la inminente muerte de su perro, prefiriéndolo al sufrimiento de las decenas de despedidos en su oficina debido a los recortes que deben hacerse, demuestran hasta qué grado de deshumanización se llega cuando del vil metal hablamos).
“El precio de la codicia” desnuda con inteligencia y valentía, sin jamás degradar a la historia ni al espectador, las contradicciones y miserias de estos tiempos.
La historia.
Una financiera está ganando billones de dólares vendiendo paquetes de inversión de alto riesgo a sus clientes, ignorando cada vez más las frecuentes señales de advertencia de inestabilidad. Una noche, el joven broker Peter Sullivan (Zachary Quinto) descubre que los niveles de riesgo han traspasado ya las barreras de lo seguro y que la carpeta de activos de la compañía está al borde del desastre. Todo el conjunto de Wall Street se encuentra dispuesto a vender las mismas inversiones tóxicas y Sullivan, espantado, se da cuenta de que todo el mercado está por desmoronarse.
Convocados a una reunión en mitad de la noche con la alta gerencia, los ejecutivos de la firma luchan con dos opciones básicas: ver la compañía desmoronarse junto con el resto de Wall Street o apurarse y ser los primeros en vender sus activos a punto de desaparecer. Sus clientes y el mercado quedarán en la ruina pero ellos podrían sobrevivir. Los ejecutivos Sam Rogers (Kevin Spacey) y Will Emerson (Paul Bettany) enfrentarán una noche de decisiones y tensiones bajo la atenta mirada de John Tuld (Jeremy Irons).
Mientras la noche avanza hacia el decisivo amanecer, todos enfrentarán un dilema moral como nunca habían vivido antes. Las repercusiones del camino que elijan se extenderán más allá de sus propias vidas y carreras. Una única elección de su parte podría generar un efecto dominó en Wall Street, los mercados financieros globales y en las bolsas alrededor del mundo.
Lo que ocurrió luego, ya es historia conocida. Muy buena película que recomendamos ampliamente (8/10).
Se trata de una muy buena película que viene con algo de retraso a nuestra ciudad, es del año pasado, por lo que participó en el mes de febrero en la Fiesta de los Oscars de Hollywood con la nominación a mejor guión original, que a la postre fue escrito por quien también fuera su director, J.C. Chandor.
Es una película que pese a hablar de miles de millones de dólares y de cómo estos se hacen humo en una fracción de
segundos (lo que debe traducirse como el inicio de la terrible crisis internacional de 2008), fue realizada con un presupuesto irrisorio (poco más de tres millones de dólares) para los actuales estándares del cine norteamericano, esta ópera prima de J. C. Chandor contó con un elenco impresionante: Kevin Spacey, Jeremy Irons, Paul Bettany, Zachary Quinto, Stanley Tucci, Demi Moore, Simon Baker y Mary McDonnell. Los salarios habituales de estas figuras multiplicarían por cinco o por diez el costo final de la producción, pero todos ellos apostaron al proyecto cobrando cifras simbólicas.
Queda claro, entonces, que para sus actores se trataba de una película importante y que denuncia los excesos y abusos de las corporaciones financieras durante la crisis de 2008. Estrenada en la competencia oficial del Festival de Berlín del año último, tuvo varios meses después una recompensa inesperada: una nominación al Oscar al mejor guión original. Toda una proeza para un escritor y realizador casi sin antecedentes en la industria cinematográfica.
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Esta película narra veinticuatro horas cruciales en las actividades de una poderosa corporación financiera -bastante parecida a Lehman Brothers- que está al borde del colapso y cómo sus empleados deben afrontar y ser parte de una acción desesperada por parte de los dueños para salvarla de la quiebra, sin importar las consecuencias que desaten en el sistema tras el inevitable efecto dominó. En este sentido, el film no sólo expone con crudeza la operatoria salvaje de estos grupos económicos sino también sus implicancias humanas y morales.
La película de Chandor se sostiene en buena parte gracias a la ductilidad y convicción de sus actores y a la tensión que le imprime el director, quien construye con paciencia y rigor una estructura de thriller, aunque en algunos pasajes asoma el subrayado a la hora de exponer la falta de escrúpulos y el cinismo que imperan en el sector.
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Más allá de esos desniveles o de ciertas caracterizaciones un poco obvias (el ejecutivo desalmado que ama y sufre ante la inminente muerte de su perro, prefiriéndolo al sufrimiento de las decenas de despedidos en su oficina debido a los recortes que deben hacerse, demuestran hasta qué grado de deshumanización se llega cuando del vil metal hablamos).
“El precio de la codicia” desnuda con inteligencia y valentía, sin jamás degradar a la historia ni al espectador, las contradicciones y miserias de estos tiempos.
La historia.
Una financiera está ganando billones de dólares vendiendo paquetes de inversión de alto riesgo a sus clientes, ignorando cada vez más las frecuentes señales de advertencia de inestabilidad. Una noche, el joven broker Peter Sullivan (Zachary Quinto) descubre que los niveles de riesgo han traspasado ya las barreras de lo seguro y que la carpeta de activos de la compañía está al borde del desastre. Todo el conjunto de Wall Street se encuentra dispuesto a vender las mismas inversiones tóxicas y Sullivan, espantado, se da cuenta de que todo el mercado está por desmoronarse.
Convocados a una reunión en mitad de la noche con la alta gerencia, los ejecutivos de la firma luchan con dos opciones básicas: ver la compañía desmoronarse junto con el resto de Wall Street o apurarse y ser los primeros en vender sus activos a punto de desaparecer. Sus clientes y el mercado quedarán en la ruina pero ellos podrían sobrevivir. Los ejecutivos Sam Rogers (Kevin Spacey) y Will Emerson (Paul Bettany) enfrentarán una noche de decisiones y tensiones bajo la atenta mirada de John Tuld (Jeremy Irons).
Mientras la noche avanza hacia el decisivo amanecer, todos enfrentarán un dilema moral como nunca habían vivido antes. Las repercusiones del camino que elijan se extenderán más allá de sus propias vidas y carreras. Una única elección de su parte podría generar un efecto dominó en Wall Street, los mercados financieros globales y en las bolsas alrededor del mundo.
Lo que ocurrió luego, ya es historia conocida. Muy buena película que recomendamos ampliamente (8/10).