Por: Leonardo Silva
Vuelve a rescatarse de la literatura clásica una novela ya bastante conocida por la industria del celuloide, «Los tres mosqueteros» del francés Alejandro Dumas. Entonces, mientras se sabe que la historia es una sola y que ya es hiper conocida, sin embargo pueden encontrarse varias películas sobre el mismo libro de Dumas, siendo la primera de todas aquella versión muda de 1921 dirigida por Fred Niblo, y la última estrenada hace apenas unos días con la dirección de Paul W. S. Anderson (Resident Evil, Mortal Combat, Event Horizon) quien tiene bastante experiencia en cintas de acción, suspenso y terror.
En este caso había que preguntarse qué podía tener de novedosa una historia que ha sido llevada hasta el hartazgo al cine, al extremo de contar ya con nueve películas a las que hay que sumar en su versión animada otras tres, entre las que se encuentra una de Barbie junto a «las Tres Mosqueteras» y una bastante simpática con los personajes clásicos de Disney, Mickey, Donald y Tribilín o Goofy.
Pues bien, la novedad podía llegar ya no solo de la mano de las tres dimensiones y de los carilindos del momento, aggiornando estos personajes de la literatura clásica a una nueva generación más al estilo de «Piratas del Caribe» o del «Señor de los Anillos», por lo que suponemos que he ahí el motivo que uno de los personajes sea protagonizado por Orlando Bloom, quien participó de ambos éxitos. Pero además, estas nuevas generaciones ya conocen a Milla Jovovich, quien fuera (y sigue siendo) Alice de «Resident Evil», cinta adaptación de un video juego sangriento con vísceras y zombies por doquier. Luego, buscar a alguien que representara al muy malo del Cardenal Richelieu, no cabía otro que el premiado Christoph Waltz, quien juega con su personaje con algo de simpatía, es que no termina por parecer uno de esos realmente malos de las versiones anteriores.
De todas formas, luego en los papeles centrales, encontramos a los tres mosqueteros, Athos (Matthew Macfadyen), Porthos (Ray Stevenson), Aramis (Luke Evans) y el joven D’Artagnan (Logan Lerman), básicamente actores británicos de los que se tiene poca referencia por estas tierras, pero que destellan en la pantalla con sus personajes, fundamentalmente en las escenas de acción espadachinescas.
Pero la producción de esta nueva versión de los mosqueteros de Dumas no apuesta únicamente al excelente cuidado en la estética de la fotografía en tres dimensiones, ni se la juega del todo al reparto. En verdad, se conjuga brillantemente esas aristas finamente pulidas junto a un buen capitán que sabe llevar a buen puerto a su barco. Es así que el director de la película no es otro que un experimentado Paul W. S. Anderson, que ha sabido destacarse justamente por las escenas de acción en sus películas, dejando aquí libre su veta artística echando a volar su imaginación al extremo de iniciar el film con la búsqueda de unos singulares planos de Leonardo Da Vinci sobre un arma súper secreta, un barco de guerra volador, llegando a producirse en los veinte minutos finales una persecución aérea de dos barcos cuyo dirigible asemeja bastante al Zepelín de comienzos del siglo veinte, solo que el tiempo se sitúa en pleno siglo diecisiete, en la Francia de 1625 regida por el joven rey Luis XIII.
Entonces aparece en la cinta el artesano de la acción, Anderson, liberando a su originalidad y reescribiendo la historia, introduciendo escenas de acción en el aire que nadie hubiese podido imaginar. Pero además, Anderson conoce al dedillo su trabajo, por lo que deja las puertas abiertas para seguir explorando en próximas películas el mundo de los mosqueteros de una Francia en peligro de entrar en guerra con los ingleses, pero de una forma bastante distinta a cómo la imaginó el recreador de ese mundo, Alejandro Dumas. La película es ligera, dinámica, simpática, con hermosos paisajes, muy bien llevada adelante la tecnología de las tres dimensiones y con buenas dosis de acción, lo que nos recuerda a la matinée de los domingos. Se trata de un buen entretenimiento que renueva de manera sorprendente la historia de los mosqueteros. Si uno hasta llega a emocionarse cuando vuelve a escuchar la máxima de «todos para uno y uno para todos» mientras cruzan sus floretes. Por lo que hemos podido apreciar, tendremos a Athos, Porthos, Aramis y a D’Artagnan por un buen rato… esperemos que así sea. Demos por tanto la bienvenida a la aventura de matinée de antaño, que bastante falta nos hace para evadirnos al menos por casi dos horas de nuestra monoton.
