“La grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que trata a sus animales”
Mahatma Gandhi
Queremos en esta oportunidad “quebrar una lanza” por la naturaleza, por su defensa. Y nos parece oportuno comenzar por recordar una breve nota de opinión que, bajo el título “Libertad para los pájaros”, publicábamos este sábado pasado en página 3. Dice textualmente:

“Ayer, realicé una entrevista en radio a Pedro Rinaldi, veterinario y guía de avistamiento de aves. Un hombre preocupado y ocupado por el cuidado de la naturaleza, que permanentemente intenta concientizar a la población, a través de diferentes medios, sobre la importancia de cuidar nuestra fauna en general y muy especialmente las aves. En determinado momento surgió el tema de los pájaros enjaulados. Fue conmovedor escuchar al profesional explicar el sufrimiento de un ave cuando está en una jaula: sus movimientos (con los que muchas veces llegan a lastimarse contra el tejido) son de desesperación en busca de libertad; sus cantos (es decir, lo que nosotros denominamos así) son en verdad gritos o llamados de desesperación por si alguien de su especie puede venir a rescatarlos; cuando «cantan», habitualmente miran hacia el cielo (algo de fácil comprobación para quien quiera observarlo)…Confieso que cuando terminé la entrevista, me quedé pensando que nadie que lo hubiera escuchado podría seguir con la crueldad de tener aves prisioneras. Ahora bien, estamos hablando de un delito considerado grave, penalizado por la ley. Hace pocos años, la Policía realizó (incluso en Salto) una serie de incautaciones y el tema de la comercialización de aves pareció haberse casi terminado. Pero ahora, ya pasado un tiempo, da la impresión que el tema «se enfrió». ¿Se terminó el problema? ¿O sigue normalmente pero ya no se controla? Los controles tienen que existir, la ley es la ley y guste o no está para cumplirse. Aunque sin dudas lo que debe cambiar es la mentalidad del ser humano, la cultura, su sensibilidad…”.
Pero además, hay que cuidar toda la naturaleza. Y pienso que felizmente desde hace algunos años se viene trabajando sobre esto con más énfasis en los planes de nuestra educación formal (de los diferentes niveles); sin embargo, creo que debemos coincidir que, en los hechos, no se ve demasiado reflejado ese aprendizaje.
Y a propósito de aprendizaje…Si tendremos para aprender no solo sobre la naturaleza y cómo tratarla, sino que ¡si tendremos que aprender DE la naturaleza! Hace unos días leía en las redes sociales algo así como “¿Por qué las hormigas logran tantas cosas? Porque todas trabajan”. Y es así. Mientras los humanos nos acostumbramos cada vez más a que todo “venga de arriba”. ¿Y lo que nos enseñan los animales en cuanto al cuidado de los hijos?, ¿ y en cuestiones de la fidelidad?, ¿y en el agradecimiento hacia quien le brinda una ayuda?… En tantas cosas… ¿A usted, estimado lector, no le parece que a veces los animales son más humanos que los humanos?
Está comprobado, no solo que las personas que tienen mascotas, tienden a ser más sociables y felices, a tener menor frecuencia cardíaca, etc. También, por ejemplo, está comprobado lo que ayuda a un niño criarse con animales. El niño que crece cerca de una mascota (y no lo dice quien esto escribe, sino que lo afirman especialistas en el tema), observando al animal, lo que el animal puede hacer y él no (como subir a determinado lugar por ejemplo o pasar por el reducido espacio de una reja) o viceversa, es decir lo que él puede hacer y el animal no (hablar por ejemplo), el niño aprende a conocerse a sí mismo, a conocer sus posibilidades y sus limitaciones.
¿Y lo que nos enseñan las plantas? Entre tantas cosas, enseñan a respetar tiempos, y por lo tanto a cultivar la paciencia…Enseñan a que se requiere atención para que algo o alguien crezca. Pero cuidado que si se le da a una planta agua en exceso es perjudicial, por lo tanto nos ayuda también a comprender que excederse en lo que uno brinda puede ser malo. Es tanto, tanto el valor de la naturaleza que nos rodea… De la naturaleza de la que somos parte y que sin ella no existiríamos. ¿Por qué nos empecinamos en destruir?
Yo puedo aceptar y entender perfectamente que a alguien no le gusten las plantas o los animales, está en todo su derecho. A lo que no tiene derecho es a destruir. A lo que no tiene derecho es a andar matando pájaros, o arrancando árboles en las plazas a su antojo… Basta con darse una vuelta por PRODEA, o por los hogares de algunos rescatistas de animales, o simplemente por algunos grupos en redes sociales como “Mascotas Salto”, “Unidos por los peluditos Salto” y demás, para ver historias increíbles por las que han pasado algunos de esos animales. Desde perros que han sido quemados (simplemente porque un “humano” quiso
ha hecho explotar fuegos artificiales introduciéndoselos en el ano. Situaciones terribles, de esas que para describir cuesta encontrar palabras, porque resultan inexplicables. Seguramente tenía razón Mahatma Gandhi cuando dijo “La grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que trata a sus animales”.
El ya mencionado Dr. Rinaldi, decía que por un lado está la gente que es capaz de hacer esas cosas, y por otro los que se conmueven con semejantes atrocidades. Pero los que son capaces de cometer esos actos, ¿cómo se comportarán en otros órdenes de la vida? ¿Les importará la vida de otro ser -incluso humano- al momento que toman un volante por ejemplo y salir a la calle a conducir?
Y ya que estamos en el tema…¿Costará mucho lograr que haya en Uruguay algún Hospital Veterinario Público? En países muy desarrollados, y en otros no tanto, existen y son un éxito. Porque tampoco es fácil, económicamente hablando, salvar esas vidas que todos los días, por un motivo u otro, están en riesgo. Claro, tengo claro que enseguida pensarán muchos: ¿cómo van a estar pensando en hospitales para animales, cuando tantas carencias hay en los hospitales públicos de atención de personas? Como en tantos temas, mi respuesta es que no son cosas excluyentes, una no quita la otra. En este caso, la creación de una cosa no implica, de ninguna manera, no seguir mejorando en otra.
En fin, solo me resta por decir que coincido plenamente con el Dr. Pedro Rinaldi Bértiz cuando nos dijo con mucho énfasis y sobrado convencimiento, que el nivel de evolución de una sociedad se mide por su comportamiento respecto a la naturaleza.
Quien sea sensible a ello, felicítese a sí mismo, pues ha alcanzado un nivel de sensibilidad superior, que por estos tiempos que vivimos, hace mucha falta.