Octubre es considerado el mes de la Construcción, cuyo día se celebra cada año el tercer domingo del mes. En este último lunes de su mes, vaya este poema de Sonia S. Martínez Camino dedicado a los trabajadores de la construcción y enviado especialmente para esta página de EL PUEBLO:
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CONSTRUCTOR DE NIDOS HUMANOS
(A Marcelo)
¿Acaso el constructor como el ploceido
nació igual que aquel, con la presteza
de edificar el nido distinguido
asociado a su naturaleza?
Tampoco es un hornero que se expresa.
Alfarero que parte de su esencia
al construir el nido con destreza
sabedor que nació con esa fuerza.
Es toda voluntaria tu experiencia
al absorber el oficio con paciencia,
no obtuviste del hornero la sapiencia
pero hubiste de alcanzar la competencia.
El esfuerzo aunado a la constancia
de esos sueños que animan la certeza
de acabar con orgullo cada instancia
superando al ploceido en diligencia.
(Octubre 8, 2023)
(Ploceidos: o pájaros tejedores construyen unos primorosos y consistentes nidos).
El Río Uruguay desbordado
Nuestro Río Uruguay ha crecido, sigue creciendo, ha desbordado. Las fotos que lo muestran en ese estado abundan, algunas muy artísticas por cierto, por llamarle de alguna manera. “Hasta en lo malo, hasta en las desgracias se puede descubrir la belleza del arte”, decía alguien hace unos días. Es cierto. Y también el arte de las palabras. Aquí algunos textos, de nuestro río, de nuestras aguas desbordadas, de nuestro Salto…
CRECIENTE
El río se hinchó de orilla a orilla
cambiando su tono de agua clara
por ese marrón que no respeta
la blanca mansedumbre de las garzas.
El río trocó la maravilla
de trinos meciéndose en las ramas
por esta turbia pesadilla
que deja a los hombres sin palabras.
El río se olvidó de los que pescan,
el dulce pan de sus escamas,
enfiló sus potros desbocados
al regazo indefenso de sus casas.
La creciente no espera,
no tranza, no perdona.
desafía la paz de los que sueñan,
atropella el portal de la esperanza.
La creciente tiene algo de demonio
que crece perverso de su entraña
destrozando surcos y praderas
avasallando pueblos y distancias.
El río tembló de orilla a orilla
y sentí frío hasta en el alma
entonces rogué por los que sufren
pues perdieron la paz que trae el alba.
Carlos Ardaix
PUESTA DE SOL
Seguro que no sólo por la creciente, quizás también por la grandeza de su asombro, es que aquella tardecita, al popular “Viudo García”, el Ceibal le pareció una cosa enorme.
No tuvo que caminar mucho, porque es del corazón de Cien Manzanas. Acomodó la banqueta de palos y lona, casi en la desembocadura, y se puso a sacar mojarras.
El sol, ya en agonía, le pareció un guante de goma, naranja fosforescente, como aquellos que la madre usaba para lavar la cocina.
No estuvo mucho tiempo. Pero alcanzó para sentirse triste por tanta gente -que desde allí veía como hormigas- vaciar las casas para dejar entrar el río.
Pensó que los gurises lo esperaban y que ya era tarde. Se fue. Después de todo, en la casa había galleta y con seis o siete mojarras fritas para cada uno estaba bien para la cena.
Noche, río y luna serena lo rodeaban.
A su paso, perros profundos como una ausencia elevaron un lamento.
A su espalda la noche se hundió en el río, como una casa más, la más grande y más brillosa.
Imaginó los ojos de los nueve hijos, enormes de la alegría de cenar mojarras, y le parecieron más grandes que el arroyo, más brillosos que la noche y más preciosos que una puesta de sol.
Jorge Pignataro