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Reportaje de EL PAÍS de Madrid
Fue la primera mujer en dirigir el diario más prestigioso del
planeta. Duró tres años antes de ser apartada por sus diferencias con la propiedad del medio y confiesa que haber sido fiel a sus principios pudo estar entre las causas de su cese. Hoy edita libros, analiza la sociedad y da clases en la Universidad de Harvard
Fue la primera mujer en dirigir el diario más prestigioso del planeta. Duró tres años antes de ser apartada por sus diferencias con la propiedad del medio y confiesa que haber sido fiel a sus principios pudo estar entre las causas de su cese. Hoy edita libros, analiza la sociedad y da clases en la Universidad de Harvard.
Nadie le regaló nada. Recorrió todos los escalones del periodismo hasta llegar a la cima de The New York Times. Formada en Harvard, reportera en publicaciones tan prestigiosas como Time o The Wall Street Journal, llegó al Times, a la ‘venerable dama gris’, con su siglo y medio de historia, en 1997. Allí continuaría su escalada logrando puestos que nunca antes una periodista había conseguido en ese diario.
Por fin, en 2011, fue la primera mujer en convertirse en su directora. Un nombramiento que supuso un hito. Y un cambio en el estilo y el equipo directivo del periódico, al que accedieron por primera vez mujeres. Tres años más tarde la despidieron. El propietario, Arthur Sulzberger, ofreció una escueta explicación donde afirmaba que Jill Abramson tenía mal carácter. Hoy, a mitad de camino entre la universidad, la literatura y el periodismo, afirma que el mundo aún necesita buenos reportajes y critica la cruzada de Obama contra los filtradores de secretos de Estado.
Aterriza en Madrid para hablar de periodismo; quiere reflexionar sobre cómo contar historias que atrapen al lector y sean relevantes. En la era de los 140 caracteres, esta mujer, que durante décadas ha escrito, leído y editado montañas de textos, cree que aún hay espacio para la narrativa pausada y bien escrita. Su nuevo proyecto consiste en publicar textos a medio camino entre la literatura y el reportaje, que destaquen por su calidad.
Llega con botas de cowgirl y el gesto torcido a la sede de la Universidad de Navarra, su anfitriona en España. No ha dormido mucho y las pocas ganas de conversación son evidentes. Su fama de mujer de carácter difícil se confirma de inmediato. Si lo que pretende es intimidar, lo consigue en minutos.
El clima de la entrevista es tenso. Abramson solo se relaja cuando habla de lo que de verdad le importa, por ejemplo, la guerra declarada por la Administración de Obama a los filtradores de información. O sus esfuerzos por promocionar a mujeres en The New York Times; algo de lo que se siente especialmente orgullosa.
Con su voz nasal y un fortísimo acento neoyorquino, aclara que no tiene interés en comentar su despido del Times. “Estoy cansada de hablar de ello. Ha pasado ya casi un año”. Pero luego concede y queda claro que todavía ama a ese diario. Que su despido fue un golpe durísimo y que todavía está dolida. Pero que no tiene la menor intención de quedarse enganchada. Es una mujer inteligente y sabe que no tiene demasiado sentido invertir en amores no correspondidos. Y no ha tardado en embarcarse en proyectos con los que promete hacer mucho ruido.
Usted defiende que uno de los problemas del periodismo es la falta de relatos bien escritos. ¿Cómo debe ser la nueva narrativa periodística?
Se están produciendo grandes cambios, pero los principios siguen siendo los mismos. Hace más de cien años, el famoso poeta Matthew Arnold definió el periodismo como el arte de contar historias con un fin, con un sentido, y creo que es una buena definición. El apetito por leer reportajes así, bien contados, es mayor que nunca. Los lectores quieren que los periodistas les cuenten grandes relatos que aborden cuestiones serias. En Estados Unidos, no sé si aquí también, hay un fenómeno que se ha hecho tremendamente popular en los últimos meses. Es un podcast llamado Serial. Se trata de la disección detallada de un caso de asesinato que sucedió hace casi 20 años. La reportera ha hecho un trabajo tan profundo y ha revelado los detalles de la investigación de una forma tan interesante que lo ha convertido en adictivo. Si piensas en el formato –12 capítulos–, supone en principio una novedad en el periodismo, pero en realidad es una de las formas más viejas de contar historias. Charles Dickens escribió muchas de sus novelas como seriales. En Inglaterra había gente en los muelles esperando a que desembarcara la última entrega de Curiosity Shop. Todo el mundo quería saber qué le iba a pasar a Little Nell, y ese es el mismo apetito que la gente tiene ahora por las series. Hay hambre de buena narrativa. Cuando esta adopta la forma de periodismo, tiene que tener un sentido. Tiene que ilustrar un problema social o explicar cómo la gente real sufre para vivir y cuáles son los problemas económicos. El proyecto en el que estoy trabajando con Steve Brill consiste precisamente en eso, en publicar historias de calidad, con profundidad.
Abramson nació en Nueva York en 1954. Se graduó en Historia y Literatura en 1976 por la Universidad de Harvard, donde fue la editora de Arte en The Harvard Independent, además de trabajar para la revista Time entre 1973 y 1976. De allí pasó a The American Lawyer (1977-1986), Legal Times (1986-1988), The Wall Street Journal (1988-1997) y, finalmente, The New York Times (1997-2014). En este último diario alcanzó cotas nunca antes holladas por una mujer: fue la primera en dirigir la delegación del Times en Washington, la primera jefa de redacción (cargo en el que estuvo ocho años) y la primera directora, puesto en el que se mantuvo durante casi tres años hasta su traumático despido.
Pero ahora todo va muy rápido. ¿De verdad cree que hay tanta gente dispuesta a parar y leer reportajes extralargos?
Debemos tener cuidado. No podemos decir que hay un solo tipo de periodismo que define nuestra era. Estamos en un momento de transición. No hay duda de que la gente quiere las noticias al instante, quieren tener información y entender qué pasa en el mundo, y eso a veces puede ser corto. Pero eso no significa que no quieran además grandes historias largas. Cualquiera de las webs de noticias con más éxito tienen noticias cortas, pero también tienen historias más largas y periodismo de investigación. Buzzfeed, Vice o la que sea.
Cuando a usted la nombraron directora de The New York Times se convirtió en símbolo para mujeres de todo el mundo. Tres años más tarde la despidieron y el impacto fue también brutal. ¿Qué ha aprendido de lo sucedido? ¿Qué les diría a las mujeres jóvenes que aspiran a puestos de responsabilidad?
A una mujer que quiera asumir responsabilidades en un mundo dominado por hombres la animaría a perseguir sus sueños. No quiero que el hecho de que me despidieran se traduzca en una lección negativa para mujeres jóvenes. Quiero que tengan ambición en sus carreras, pero también les diría que tienen que ser fieles a sí mismas. No puedes triunfar si tienes una voz interior que constantemente está cuestionando si estás siendo demasiado mandona o demasiado asertiva. Yo soy consciente de que el hecho de que yo fuera fiel a mí misma pudo haber sido un factor decisivo en que finalmente me despidieran. Pero también, si miro atrás y veo los 17 años que pasé en The New York Times, me doy cuenta de que ocupé los puestos más importantes de la redacción. Fui la primera mujer que dirigió la delegación de Washington, la primera jefa de redacción durante ocho años y la primera directora durante casi tres. Pasé un tiempo fantástico y no me arrepiento ni de un día de mi trabajo allí. No voy a fingir que el fin de esos días no fue doloroso. Dolió. Pero, de verdad, no me arrepiento. Creo que The New York Times es una institución irremplazable en nuestra sociedad. Es el mejor medio de comunicación del mundo, creo en sus valores periodísticos y también creo que su éxito es vital.
Abramson no ha querido hasta al momento detallar cuáles fueron las causas de su despido, más allá de los “problemas con la gestión de la redacción” que esgrimió el presidente de la compañía, Arthur Sulzberger. Muchas han sido las versiones extraoficiales que han circulado.
Supuestos enfrentamientos entre la directora y miembros de la gestión empresarial o el haber puenteado a uno de sus grandes rivales y actual director del diario, Dean Baquet, son dos de ellas. Una tercera cobró especial fuerza y fue desvelada por Ken Auletta en un artículo de The New Yorker, en el que sostuvo que Abramson se enteró de que su predecesor ganaba más que ella y contrató a un abogado para renegociar su salario. Al parecer, no sentó nada bien en la empresa. Fuera o no la gota que colmó el vaso, lo cierto es que la brecha salarial en el periodismo es una realidad que trasciende el caso Abramson. Un reciente estudio de la Universidad de Indiana cifraba en un 83% lo que ganaban las periodistas comparado con el sueldo de sus colegas.
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