Muchos de los medios capitalinos de comunicación masiva se han hecho eco en estos días de una filmación a la acción de un equipo de inspectores de tránsito de la Intendencia de Montevideo, realizada por una docente.
Las escenas fueron difundidas profusamente y en resumidas cuentas, consisten en la constatación de la docente de que los inspectores iban excedidos de velocidad –cosa que ella constató con el GPS – y al coincidir en un semáforo se los hizo saber.
Los inspectores lejos de dar otra explicación razonable tomaron represalia hacia ella, le constataron una infracción (llevaba la matrícula pegada al parabrisas trasero, porque se le había caído), y le inspeccionaron un montón de aspectos más.
Hasta aquí se podría admitir la operación, lo que no resulta admisible fue el argumento esgrimido ante la afirmación de la profesora “somos la ley y hacemos lo que queremos…”
Nunca, jamás nadie puede dar semejante argumento… así no sea verdad, el que sólo afirmarlo es un error garrafal.
El segundo error de los inspectores, consistió en la afirmación de que “somos funcionarios públicos y Ud. no nos puede filmar…), que sepamos, quienquiera puede filmar o tomar fotos de lo que quiera y de quien quiera, cuando se trata de la vía pública o de otros lugares públicos.
Lo que puede tener alguna restricción puede ser la difusión por medios de comunicación masiva, de algunas imágenes, sobre todo tratándose de menores de edad, pero nunca “por el hecho de ser funcionarios públicos”.
Pero además de todo esto, lo más grave en este caso, es la reacción, la suerte de represalia adoptada por los inspectores municipales, que reaccionan de esta forma ante el reclamo si se quiere de la denunciante.
Aún cuando se tratara de una infracción, lo que corresponde es tratar al infractor con toda corrección, manteniendo el debido respeto, lo que no significa que se deje de aplicar las sanciones que correspondan.
En esto tenemos que aprender todo y viene al caso, una experiencia personal muy reciente. Sucedió muy cerca de EL PUEBLO, en calle 18 de Julio, casi Uruguay. En el lugar un visitante de comercio había estacionado su moto, que no tenía matrícula, en un lugar no habilitado a estos efectos.
Una pareja de inspectores que pasaba por el lugar advirtió las infracciones, procedió a iniciar el operativo para detener el vehículo cuando aparece el dueño, en principio estuvo a punto de generarse un incidente, el motonetista se colocó el casco y amenazó con irse en su vehículo.
Se convocó a la Policía y tras varios minutos de discusión, en el que tuvo un rol fundamental un veterano inspector que habitualmente se desempeña en calle Uruguay, el dueño accedió a que le detuvieran el vehículo en infracción, se le instruyó de lo que tenía que hacer para recuperarlo y terminó, con un apretón de manos.
A los curiosos que observábamos la escena nos dejó satisfechos. Se hizo lo que se tenía que hacer y el infractor también fue razonable, aunque tuviera que irse caminando.
¡Cuánto ganaríamos si todos fuéramos razonables!.
Seamos razonables
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