Moscú 2018
Las primeras semanas de 2018, año del Mundial, Rusia sufrió las temperaturas más bajas de las últimas décadas. El termómetro cayó hasta los 18 grados bajo cero en Moscú y hubo zonas en Siberia con ¡65 grados bajo cero! El fútbol, sin embargo, no resultó de los más perjudicados, porque el campeonato local estaba en la tradicional pausa invernal. Recién el 2 de marzo se reanudará la Premier League rusa, un nombre inspirado en la principal divisional inglesa, aunque el nivel de competencia está lejos de aquella. Los dos mejores de la temporada 2016-2017, Spartak y CSKA, ambos moscovitas, resultaron tempranamente eliminados de la Champions League. Spartak, en particular, fue humillado por el Liverpool en la última fecha de la fase de grupos: perdió 7 a 0. Estos clubes pelearán solo por los títulos locales, aunque la gran meta de todos es la Copa del Mundo. El fútbol ruso, como lo era su antecesor el fútbol soviético, es un gigante que no termina nunca de crecer. El mejor momento se registró entre fines de la década de 1950 y comienzos de la de 1970, cuando la Unión Soviética estaba en plena carrera espacial con Estados Unidos. El lanzamiento de los primeros satélites espaciales hizo pensar que su fútbol, preparado supuestamente bajo el mismo rigor científico, estaba destinado a convertirse en el mejor. Eso nunca ocurrió. Lo curioso es que en muchas especialidades olímpicas, los atletas de la URSS barrían con las medallas de oro. Pero el fútbol siempre fue diferente: es más fácil crear un atleta de elite que un crack de la pelota.
ASÍ COMENZÓ
Como en tantos otros países, el fútbol entró a Rusia con los marinos británicos que arribaban a sus puertos hacia fines del siglo XIX. La influencia fue tan grande que entonces se lo conocía como “juego británico al aire libre”. San Petersburgo fue la ciudad donde se desarrolló más rápido. Y se considera que el primer partido entre rusos se disputó allí en 1897. En aquellos tiempos, la práctica del deporte estaba reducida a los círculos aristocráticos, por lo cual la popularización del fútbol fue lenta. Por ejemplo, la selección de Rusia tuvo su primer internacional en 1910, ante un combinado checo, y el campeonato local, solo con clubes de San Petersburgo, se estrenó en 1912. Para comparar, una década de atraso con respecto al fútbol uruguayo.
Millones Oligarcas y empresas en Europa
La UEFA anunció el viernes que renovó por otros tres años su contrato de patrocinio con el consorcio ruso del gas Gazprom, que financia la Champions League desde 2012. Gazprom es además sponsor de la FIFA. Los millones provenientes de Rusia están presentes en el fútbol europeo también a partir de las inversiones de algunos de sus magnates: Roman Abramovich es el dueño del Chelsea y Dmitri Rybolovley el de Mónaco, por ejemplo.
Poco después se organizó una liga en Moscú. Y ambos torneos tuvieron disputa paralela. Cuando se organizó una especie de campeonato nacional, compitieron seleccionados de las ciudades y no los clubes. El estallido de la Primera Guerra Mundial congeló el crecimiento del fútbol. Y después del conflicto nació la Unión Soviética. Bajo el régimen comunista, los sectores populares pudieron al fin acceder a la práctica de los deportes. Hubo un breve período, conocido como Nueva Política Económica, durante el cual se permitió la existencia de pequeños y medianos negocios privados. Y los futbolistas pasaron a integrar el núcleo de ciudadanos privilegiados, pues comenzaron a recibir dinero por jugar, según lo recordó Álvaro Corazón Rural en la revista cultural Jot Down. Hasta que el gobierno decidió prohibir cualquier clase de profesionalismo en el fútbol. Los clubes debían pertenecer a fábricas o distritos. Lo que ocurrió fue que los principales equipos pasaron a estar directamente vinculados a organismos estatales. Por ejemplo, el CSKA era el club del Ejército Rojo, Dínamo de Moscú de la policía secreta, Lokomotiv de la empresa ferroviaria y Torpedo de las fábricas de autos. Uno de los pocos que no tenía esa relación era el Spartak de Moscú, y gracias a eso fue llamado “el equipo del pueblo”. Cuanto más poderosa era la institución dentro del sistema soviético, más posibilidades tenía un equipo de conseguir buenos jugadores. Era prácticamente un reclutamiento forzoso, aunque los futbolistas así elegidos se salvaban de tener que trabajar en un oficio cualquiera. Esa dependencia originó muchas arbitrariedades. El dictador José Stalin no sabía mucho de fútbol, pero Lavrenti Beria, el tenebroso jefe de la policía y el servicio secreto, era fanático del Dínamo, además de su presidente de honor. En su juventud, Beria había sufrido dentro de una cancha la habilidad de Nikolai Starostin, fundador del Spartak. Después, Starostin fue responsable de memorables triunfos de su club sobre el Dínamo. Hasta que un día Beria se vengó, acusándolo de estar detrás, junto a sus hermanos y otros jugadores del Spartak, de un supuesto complot para asesinar a Stalin. Y lo envió a un campo de concentración..