Es impensable, al menos por nuestra parte, que en adelante puedan llevarse a la práctica proyectos de gestión y de conducción de un país si no es en forma conjunta, vale decir por más de un grupo ideológico en forma conjunta.
Es que sobre todo en Uruguay y Argentina, el país aparece dividido en cantidades similares y grupos ideológicos radicalmente opuestos. Las últimas elecciones presidenciales en nuestro país se decidieron por un margen menor.
Quedaron así claramente establecidas dos “familias” ideológicas, conformadas por una parte prácticamente por todos los partidos considerados “de izquierda”, los que hace 50 años vienen votando de esta manera y la novel creación de un conglomerado de partidos considerados de “Derecha”.
Esta es la realidad política de nuestros días y a juzgar por lo que pasa aquí, la cuestión no termina con el acto eleccionario, sino que luego de cumplido este, cada “familia” se alinea de acuerdo a sus ideas.
Los fanáticos ni siquiera se toman el tiempo para analizar un proyecto, les basta con saber quien lo presentó y como si cada legislador tuviera un “cartelito” colgado, se apoya o se desecha.
Esto ha determinado que la cuestión está en manos de una pequeña minoría, centrista que vota de acuerdo a su leal saber y entender e inclina la balanza por elementos generalmente circunstanciales.
Alguna vez nos hemos puesto a pensar si esto es bueno o malo y nos inclinamos por lo primero, aunque no ignoramos que vamos por un camino incorrecto.
Somos poco optimistas en lograr que algún “fanático” cambie de forma de pensar, porque está convencido de que lo que piensa es lo correcto y por lo tanto inamovible.
En cambio quien se cree libre para votar según su leal entender y parecer generalmente no repara mayormente en la validez o invalidez de los argumentos que se utilizan.
Analizar cada proyecto. Saber quiénes les respaldan y por qué y quienes le rechazan y por qué, nos parece lo más inteligente. Tratar de saber qué grado de honestidad y de justicia social hay en cada proyecto, cosa nada fácil por supuesto. Es a nuestro entender lo más inteligente.
En nuestro largo peregrinar ideológico hemos descubierto que detrás de cada ideología hay hombres y estos pueden equivocarse o no. Si lo hacen honestamente, pensando que están haciendo lo mejor y más justo para la sociedad que integran, es una cosa.
Si lo hacen para obtener un redito personal o grupal, es otra. Hay que saber que nadie desnudará de antemano sus verdaderas ideas.
Habrá que saberlas, averiguarlas, corroborarlas y saber en definitiva que la política no es una ciencia exacta.
A.R.D.
