Febrero de 2019. Exclusivo para Diario EL PUEBLO
El cambio nunca es fácil (el cambio de verdad), significa soltar una parte de sí, machacar muchas otras y apretarlas para dar espacio a lo nuevo, para dar aire a lo próximo. Como cuando arrugamos la hoja de papel de un borrador en el que venimos trabajando, pero que queremos mejorar. Hablamos de cambios de verdad, estructurales, de esos donde sólo tenemos el ahora. Ver en ese ahora, la posibilidad de reinventarnos y dar lugar a un nuevo yo, en otro espacio, en otro tiempo, lugar, con otra gente, encontrarnos donde nunca nos buscamos, de eso se trata. Desde Barcelona, doy el puntapié inicial a esta nueva aventura de vida, y a este nuevo abrazo hacia ustedes mediante esta columna que (demasiado) amablemente, este querido diario diò lugar.
Se trata de una columna semanal donde se irá relatando lo que sucede en el trajín de un viaje por otros suelos, pero será un relato diferente. Irá ligado a las emociones y reflexiones que estructuran este cambio. Hablábamos con Adriana, la directora de El Pueblo (previo a viajar hacia España), sobre lo que significa viajar, despegar, moverse, en definitiva: cambiar. Entre un punto y otro, entre origen y destino como si se tratase de nacimiento y muerte, pero siempre para renacer de nuevo. Salir de un lugar e iniciar un viaje (a donde sea) permite, como en la vida misma, conocerte, reconocerte y ser introspectivo en cuanta profundidad se quiera, nos permite evolucionar. Para eso venimos, para evolucionar entre un punto y otro, apreciar la belleza del camino y sus altibajos. Es el mejor sinónimo que he encontrado en el paralelismo entre vida y viaje. Como buen medio de transporte, tiene sus diversos personajes. Podemos elegir e intentar de ser el chofer, aunque a la larga aprendemos que no manejamos nada, por más que le pidamos que gire o acelere en alguna dirección. Podemos elegir ser el guarda, quien está siempre al servicio de los demás, exclusivamente. O podemos dedicarnos a relajarnos en el viaje, mirar paisajes, charlar con el de al lado, cambiarnos de asiento, déjenme decirles que prefiero ser este último. No quiero detenerme en esto, porque cuanto más caminamos, aprendemos a andar más ligeros, trataré de transmitir también esa ligereza.
A modo de experiencia personal, pensar que hace 3 semanas estaba dando talleres de música a los chicos del Barrio Uruguay, y 10 días después tomaba un tinto con Jorge Drexler en el Palau de la Música Catalana. Dirán “vaya cambio”, diré: vaya importancia la de vivir conscientemente todas las experiencias, porque una cosa sostiene a la otra y viceversa, y ambas son igual de importantes. Ese contraste supuesto que tanto nos venden los medios, al que tanto nos arrastra, es otra cosa que debemos también desmitificar, ese anhelo de estar en otro escalón “más arriba”. ¿Qué es estar “más arriba”?, en mi forma de ver, es poder luego volver a dar talleres, pero sabiendo dejar un poquito más de mi legado que la vez anterior, es saber dejar un trozo mejor de mí en todo lo que haga, eso es estar “más arriba”.
Lo de escribir cosas que no sean canciones muchas veces se me hace difícil, mi mente divaga mucho en ideas por el aire y nada mucho en mares hacia adentro. Hablo de difícil por no decir “poco práctico”, también la idea es que nos conozcamos mas allá de las canciones, por eso me lo permito. Me permiten ustedes seguir aprendiendo, ¿verdad? Estamos incursionando en esto y es un magnífico desafío.
Qué fortuna es viajar, repito, y los invito a partir de hoy, a continuar juntos este viaje. Tendremos una casilla de mail para quienes quieran reflexionar con nosotros.