1937- 19 de febrero- 2023
Una madrugada como la de hoy, 19 de febrero, pero de 1937, a los 58 años de edad, Horacio Silvestre Quiroga Forteza sumaba un eslabón más en la larga cadena de tragedias que rodeó su vida: hace hoy exactamente 86 años que se quitaba la vida al beber un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, tras enterar-se que sufría cáncer de próstata.
Esta página de EL PUEBLO hoy lo re-cuerda con el fragmento de una nota publicada aquí mismo en el año 2017, tres fragmentos de una carta de Quiroga a su amigo José María Fernández Saldaña, y un poema escrito por Alfonsina Storni, su íntima amiga (hay quienes afirman que también existió una relación amorosa), quien se suicidaría a los 46 años, un año y nueve meses después que Quiroga.

LA NOTA
“Respecto a su vida, el rasgo que mejor puede definirla quizás sea el de la autenticidad. Puramente auténtico fue su tiempo vital en la selva: integrado totalmente a las plantas y los animales, navegando peligrosas corrientes de ríos (aún sin saber nadar), realizando experimentos mecánicos y científicos, plantando, construyendo con sus propias manos (desde una casa o una embarcación hasta su propio calzado). De su obra, ¿qué más decir que se trata de una de las más originales y trascendentes que se han escrito en lengua española? Y cabría preguntarse además: ¿es posible separar una obra tan llena de selva y muertes trágicas de una vida como la de su autor? La respuesta es no. Y eso también se llama autenticidad. Cabe además en una fecha como la de
hoy, repetir un concepto que venimos manejando en esta página desde hace mucho tiempo (…): es notable el cada vez más creciente interés que despier-ta una obra aún cuando el autor hace ya mucho tiempo que murió, es decir que no está detrás de ella para intentar imponerla. Es ni más ni menos que una muestra de que la obra se sostiene por sí misma, y eso se debe simplemente a que su valor es muy grande. Quiroga fue siempre fiel al hecho de haber sido él mismo.
El que sigue es un párrafo extraído de una extensa conferencia brindada en Salto (Auditorio de Casa Quiroga, año 2015) por el escritor montevideano Guillermo Lopetegui, especialista en la obra de Quiroga: “…Pero si a algo fue siempre fiel, es al hecho de haber sido él mismo, tanto cuando escribió ‘urgido por la necesidad’ como cuando el oficio en sí era su válvula de escape una vez que retornaba cansado y sudoroso del monte; una vez que los padres de algu-na María Esther, Ana María o ‘la chica de Lomas’, le cerraran las puertas en la na-riz; una vez que recordara, sin mencio-narlo, las pasadas muertes de sus seres queridos.
Entonces Quiroga era joven y temía a que ‘la muerte nos siegue verdes’, pues consideraba que aún no acababa de cumplir con su obra; más bien que -en medio de la travesía que lo llevó al fra-caso de París mientras iba escribiendo su diario de viaje y pensaba en su futuro y también en la muerte- recién la esta-ba iniciando”.
LA CARTA
“Por fin llegaron carta tuya y giro, dos cosas plácidas. Sabia y suponía que andabas tras de los negros hombres de la Caja.
Estos nefastos tipos han procedido de modo de hacer creer en mala disposición determinada a mi respecto, si no fuera absurdo suponerlo asi. Y me temo que la prosecución de las cuotas jubilatorias dé que hacer todavía. Nada sé de César Tiem-po, quien se casó hacia carnaval, y quedó en pasar por aquí unos días, con su mujer. Recibí últimamente una tarjeta huera con indicación de domicilio conyugal tan solo. Le voy a escribir a tal dirección. Me ha lle-gado anoche el último título de la editorial de Ernesto Morales. Sobrevive, luego, tal editorial. Ya veremos. Puedes creer que te palanquearé como dios manda
Digo a Asdrúbal que hablaría contigo de miel. Esta miel que yo adquiría en un apicultor ilustre de la zona, se ha concluido, por haber sido muy mala la cosecha este año. Puedo adquirirla en otro lugar, mas sin garantías de perfu-me y gusto magníficos, como eran los de la de aquí. Sin embargo no veo por qué no han de ser semejantes, e idénti-ca la honradez del apicultor. Dime pues si transiges con este último tempera-mento, y les enviaré dos tarros de 5. K. c/u neto, franco de porte (…).
Mi vejiga, próstata o uretra me tienen a mal traer. Parece que deberé examinar-me a fondo (ya sabes lo que es examen a fondo tratándose de próstata), y pro-ceder a operación, en caso de que esta última se haya hipertrofiado. Por lo cual se ve que desde presidente a cón-sul, nadie se escapa de la intervención. Te enterará Asdrúbal de los transtornos matrimoniales, más graves que los de la próstata. Pero el ánimo no me falta. Es-toy decidido a recobrar mi libertad. Un gran abrazo, pues, y hasta pronto, casi con seguridad, pues en cualquier caso nos hemos de ver allí pronto. Horacio”
EL POEMA
Morir como tú, Horacio,
en tus cabales,
y así como en tus cuentos, no está mal;
un rayo a tiempo
y se acabó la feria…
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
que a las espaldas va.
Bebiste bien,
que luego sonreías…
Allá dirán.
Alfonsina Storni