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miércoles, 2 de julio de 2025
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Mons. Pablo Galimberti, Obispo de Salto El hombre es el centro, pero la familia sigue siendo célula fundamental en el crecimiento de la persona

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Diario EL PUEBLO digital
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Monseñor Galimberti recibió a EL PUEBLO para conversar sobre el significado de las Pascuas en el siglo 21 y tratar de entender los cambios que la sociedad ha experimentado en estos nuevos tiempos que se definen por algunos analistas como de difíciles y el papel que la Iglesia Católica juega en estos tiempos.

– En este nuevo siglo 21 uno se pregunta si la familia sigue siendo el centro de la sociedad.
– El centro de la sociedad es la persona, el hombre, la mujer, pero nunca los vemos aislados, nunca los vemos simplemente como personajes sino que siempre los vemos desarrollando esa cualidad tan linda de las personas que es su carácter social, la sociabilidad, nuestro lenguaje, nuestros vínculos, nuestros afectos, siempre generan núcleos humanos. Uno de los núcleos humanos más importante es la familia, con todos los avatares, con todas las transformaciones y los vientos que hoy la golpean, pero sigue siendo la familia, o sea, el núcleo pequeño. No basta el núcleo laboral, donde uno va hasta que se jubila, a donde uno va y luego se toma un mes de vacaciones o un fin de semana. ¿A dónde vuelve siempre uno? ¿A una pensión? ¿A un lugar anónimo? ¿Dónde vuelve uno cuando termina su trabajo? Necesita esa pequeña comunidad, así que, hay una necesidad profunda de esos
vínculos.
Por otra parte, ¿dónde crecemos? ¿Dónde hemos recibido las primeras herramientas para desenvolvernos para salir después y continuar nuestra educación? Lo hacemos en un núcleo de personas que nos cuidan, así que, la familia sigue siendo indudablemente una realidad, una célula fundamental para el crecimiento de una persona. Son los primeros afectos, los primeros vínculos y también es nuestra experiencia de origen. Sin una experiencia de origen, es muy difícil que la persona pueda afrontar conflictos, desafíos, tener fuerza, porque ahí está en esos vínculos o en esas raíces como un árbol, ahí están los valores y las experiencias que nos sustentan. Después uno también, obviamente, tiene otros núcleos humanos en los cuales se va incorporando, los vínculos de la época de estudios, que son transitorios, cuando uno cambia de trabajo o cambia de ciudad o cambia de país, pero esos núcleos fundantes de la persona siempre son referencia que nos acompañan hasta la muerte.

– ¿Está en crisis la definición clásica de familia? Cada vez se ven más ejemplos de madres jóvenes que por diversas razones termina separada de su pareja mostrándonos la disociación de la familia.
– Si, efectivamente hay muchas situaciones como el de los embarazos adolescentes que después terminan siendo que los hijos son criados por los abuelos, o sea que, nuevamente volvemos a la familia, donde la abuela ahora es también mamá.
– En el caso que hayan abuelos.
– Claro, pero se busca siempre, porque una jovencita sola no tiene los recursos ni la fuerza anímica, espiritual y cultural para defenderse. Si es una adolescente de 14 años necesitará vivir con una abuela. Tendrá que buscar luego a un compañero que le dé estabilidad afectiva, que le dé un sustento económico. Evidentemente a veces hay gente que hace gimnasia intelectual y dice que la familia es nada más que roles que se han inventado por la cultura, por la sociedad y así se pueden dar familias o parejas constituidas por dos personas del mismo sexo y que esto es exactamente igual a una pareja de padre o mujer y ahí encontramos entonces profundas diferencias.
Para nosotros la pareja está constituida por varón y mujer, creo que es la complementación y la diferencia, es la identidad de afectos, es la identidad de intereses, de un lenguaje común, y hay una posibilidad de una relación íntima que está expresando la continuidad, porque el amor es fugaz, la vida se nos pasa rápidamente y en la relación hombre – mujer como que se dan esas necesidades de prolongarnos. Pues bien, unos dirán, es fácil, llamamos al INAU, nos presentamos y nos ponemos en la cola y al cabo de dos o tres años tenemos nuestro hijo. Si, si lo miramos así como si fuera como en las novelas de ciencia ficción de Aldous Huxley, “Un mundo feliz” (1932), como que esto fuera una fábrica o se compra un niño por catálogo, lo queremos así, lo queremos asá. Pero creo que acá comienza la profunda deshumanización.

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– Al comienzo de la charla usted ponía énfasis en la persona, en el ser humano. Algunos jóvenes deben enfrentarse a temprana edad al duro flagelo de la pasta base y sus terribles ramificaciones en la familia primero e inmediatamente en la sociedad, ¿cómo se combate ese flagelo?
– Uno tiene que tener una estabilidad emocional, un apoyo fuerte en la familia, que acompañen al joven o adolescente, donde pueda también encontrar su sana expansión, porque la droga siempre viene a compensar, a llenar vacíos, a veces pueden ser episodios aislados para probar cómo es, la experiencia nueva de la cual se habla tanto, pero a veces es cuando faltan esos espacios que continentan a un joven, donde puede volver a su casa, la mamá se interesa, el padre lo apoya, entonces siente que también tiene amistades que sirven de intercambio de vivencias y de proyectos, de sueños.
Ahora, cuando un joven viene muy pero muy golpeado, cuando en la casa o en el ambiente que ha crecido viene muy disminuido, con carencias, con ausencias importantes de esas figuras de padre o madre, evidentemente que empieza a buscar en la droga la sustitución, experiencias evasivas, experiencias que de alguna manera le permita evadirse de los golpes, de la frustración. Si uno queda demasiado desvinculado, el joven comienza a constituir redes alternativas y será el circuito de los compañeros con los cuales consigue la cuota de la droga que le permita mantenerse en ese mundo ilusorio que lo va destruyendo. Así que, es un flagelo, sabemos que los negociantes están matando y lo hacen impunemente, parece que la ganancia millonaria prevalece sobre la dignidad de los jóvenes consumidores. Son fenómenos con los cuales la sociedad moderna tiene que luchar, sabemos que hay empeño para luchar pero el mal toma muchas formas en la sociedad actual, no podemos ser ingenuos.
– ¿La tentación?
– Y la debilidad y la inclinación que todos tenemos de pronto a lo fácil, a lo evasivo, porque la vida y sus responsabilidades laborales, las responsabilidades éticas de uno a veces pesan, entonces a veces la droga o las otras salidas artificiales no son otra cosa que escapismos.

– En términos de marketing, ¿las personas estamos vendiendo mucho el alma al diablo o está ganando la Iglesia?
– ¿En relación al marketing?

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– Es que las personas estamos permanentemente siendo seducidas por las tentaciones, como le pasó a Jesús en el desierto… ¿Quién vende mejor sus bondades, el bien o el mal?
– Sí, evidentemente que hoy lo que nos entra por los ojos, de mucho más atractivo es presentado de formas visuales como las películas de (Steven) Spielberg donde uno ve cosas fantásticas, atractivas, novedosas o extrañas, y eso que a veces cautivan y a un chico lo atrapa. Ahora, si pasa muchas horas con esos videojuegos, donde hay una fuerte dosis de violencia en donde el objetivo es liquidar, matar y destrozar al otro, hay que ver esa cultura de la imagen golpeteada por un marketing, porque el chico que no tiene eso el día de su cumpleaños o el Día de Reyes parece que está frustrado, parece que queda marginado. No, tiene que tener un buen respaldo educativo, un buen padre y madre o educadores que le digan no, eso no, hay otro tipo de diversión, hay otro tipo de entretenimiento, hay otro tipo de oportunidades, descubrir la naturaleza para jugar juntos o practicar un deporte, formas alternativas que pueden servir.

– ¿Para abatir el ocio?
– Exactamente, porque el deporte crea amistades, crea sanos enfrentamientos, crea una disciplina. Si te acostás a las 5 de la mañana no puedes estar jugando a las 10 compitiendo sanamente…

– O yendo a misa.
– (Risas)… O viniendo a misa.

– De todas formas se tiene la sensación que las personas nos hemos vuelto más materialistas, conspirando tal vez con los valores.
– El espíritu camina por muchas avenidas, por muchas inquietudes, de pronto a través de la moto el joven quiere la velocidad y la velocidad es un modo de buscar sensaciones nuevas. Evidentemente que el espíritu o la fe está presente, para mí es una evidencia que la gente busca también lo espiritual, busca una paz, busca una serenidad porque esta vida permanentemente alocada fatiga, cansa, cuesta y produce bipolaridades. Hoy estoy eufórico pero mañana estoy en un pozo, no me hablen, no estoy para nadie, no contesto, no voy al trabajo, y esta noche me tomo una droga que me mueva la adrenalina y estoy por las nubes. De modo que la sociedad actual es una sociedad que tiende a la depresión. Evidentemente que la cantidad de cosas favorece que uno esté en permanente deseo de cambios, de renovarse, de tener el último modelo en el rubro que sea, pero sabemos que también adentro de eso Dios llama a cualquiera en cualquier momento.

– Hace muchos años Jesús dio su vida por todos los pecadores. Hoy, en perspectiva, ¿la humanidad olvidó su sacrificio o entendió el mensaje?
– Creo que en cada creyente hay, y me ubico en primer lugar por gracia de Dios, diría que al mismo tiempo que creemos en él y lo vemos como nuestra única esperanza firme, esperanza para esta vida y esperanza para la otra vida, al mismo tiempo experimentamos a nuestro lado, en el trabajo o en la calle o en el campo de fútbol y hasta en mí mismo uno encuentra que es capaz de olvidar. Todos tenemos que combatir para que el olvido no gane espacio, para que los afectos no queden cubiertos por la amnesia, de modo que la fe es también un combate, un buen combate, el amor sano es un combate, el amor a Cristo, la fe es un combate porque si nos dormimos, dice el evangelio, que la buena semilla que es plantada por Dios en el alma humana, se la llevan los pájaros, las ilusiones, el marketing, los impulsos imperiosos, así que todos tenemos que defender y luchar por esos valores. En el conjunto parecería que de pronto algunos se alejan, no perciben, bueno, nosotros quisiéramos como cristianos ser testigos que Dios está en el corazón de cada uno, que todos podemos siempre encontrarnos con este buen amigo, con este buen Jesús, salvador, por eso nosotros no hacemos esas divisiones de aquí estamos los buenos y allá están los malos. No, yo acepto también en mí esa experiencia de oscuridades, y por lo tanto me aferro a Jesucristo como decimos en el Padre Nuestro, “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”, de modo que tenemos la conciencia permanentemente en un hilo, en el filo, pero el Señor nos ayuda, Jesús ayuda a sus discípulos y bueno, con su ayuda y con su gracia, con su mano, seguimos adelante.

– ¿Qué mensaje nos dejan estas Pascuas?
– En estos días vuelven a aparecer esas dos realidades que conviven en cada uno, en cada persona. Por un lado, el sufrimiento, el dolor, la muerte de un ser querido, aquel joven que muere de improviso y en un mes ya se fue, experimentamos esa muerte, la tocamos a veces de cerca y a veces no creemos que se nos cruce. Y por otra parte encontramos también esperanzas, ilusiones, que a veces se evaporan, que tienen corto aliento. Creo que esas dos experiencias las encontramos plenamente en Jesucristo que da su vida, nos ama hasta el final, viene a nuestro lado, nos lava los pies, pone su mano sanadora en nuestras heridas, en nuestros sentimientos oscuros, en nuestra violencias, nuestras mentiras, nos ayuda a sacarnos las máscaras detrás de las cuáles nos escondemos.
Es una experiencia de salvación, de liberación, de libertad y de paz, eso es lo que encontramos en la Semana Santa, encontramos que el amor de Cristo llegó hasta el final, no se quedó a mitad de camino, pero tampoco es un amor que quedó congelado en el ayer sino que el domingo de resurrección, en la mañana del domingo, cuando van las mujeres a llorar al sepulcro lo encuentran abierto, se les aparece Jesús y les dice “Soy yo, no tengan miedo”, de modo que esa es la esperanza y la alegría que no es meramente un sentimiento vinculado a momentos efímeros sino sabemos que hay certezas que el Señor está con nosotros y por lo tanto, caminamos en esta vida, sabemos que tocamos la muerte, pero así como tocamos el final, también tocamos aquel que es principio permanente de vida creativa, de vida reconciliada, de vida pacificadora, de vida que nos da armas e instrumentos para ser también buenos testigos. Creemos que Jesucristo está vivo y ese es el mensaje de la Pascua, por lo tanto, cada vez que queremos amar, que queremos superarnos, que queremos ser mejores, que queremos que alguien nos saque del pozo en donde nosotros mismos nos metemos, allí podemos dejar que Cristo nos tienda su mano salvadora.

Entrevista de
Leonardo Silva.

……………………

PERFIL DE
PABLO GALIMBERTI

Es del signo de Tauro. De niño quería ser “muchas cosas… quería imitar a mi padre, a quien admiraba y admiro mucho, era un buen cristiano y marino militar, navegaba, era profesor”. Estaba en 4º año del Liceo Militar cuando reconoció el llamado a su vocación sacerdotal.

Cuando se le pregunta si tiene alguna asignatura pendiente, reconoce que las “cosas pendientes son siempre las cosas del alma, digamos, un amor más grande a Jesucristo y una capacidad mayor de comunicarlo”.

Es hincha de Nacional. Como comida preferida prefiere la comida italiana, “una pasta sabrosa”, “a veces una buena milanesa o un churrasco pequeño pero tierno”.

“La sinceridad, su coherencia y la búsqueda de la verdad” es lo que más le gusta de la gente, mientras que lo que menos le gusta de las personas es “la duplicidad, la hipocresía”.

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