Como hemos comentado en anteriores ediciones, días pasados estuvo en nuestra ciudad el profesor Jorge Albistur para disertar sobre “Grandes novelas del siglo XX”. Ese es justamente el título de su último libro, editado por Ediciones de la Banda Oriental en marzo de este año. Conformado por 160 páginas, el libro se estructura en nueve capítulos más un prólogo escrito por el propio autor. Son los capítulos:
La antiepopeya del hombre moderno- “Ulises”, de James Joyce.
A la búsqueda del Santo Grial- “La montaña mágica”, de Thomas Mann.
Lo invisible y remoto- “El castillo”, de Franz Kafka.
Como un árbol o un hombre- “Mientras agonizo”, de William Faulkner.
El ser y el entre o la tesitura subjuntiva- “El hombre sin atributos”, de Robert musil
Júbilo y drama del eterno deseo- “El juego de abalorios”, de Hermann Hesse.
Sunt Lacrimae Rerum- “La muerte de Virgilio”, de Hermann Broch.
El leviatán y los quehaceres- “El siglo de las luces”, de Alejo Carpentier.
Su sombra saliendo de la mía- “Hijos de nuestro barrio”, de Naguib Mahfuz.
Recorrer sus páginas es adentrarse en cada una de las novelas y autores que estudia, pero también descubrir la gran erudición de un hombre, Jorge Albistur. Los comentarios son originales, fruto de una imponente acumulación de lecturas a lo largo del tiempo y de razonamientos profundos tendientes al entrecruzamiento de literatura, historia, política, filosofía. Sólo con una mirada abarcadora como esa puede entenderse, o intentar entenderse, y luego explicarse una obra de arte.
A continuación transcribimos algunos pasajes del prólogo, a los que hemos agregado los subtítulos.
El título
“El título de este libro puede parecer rasero y hasta inexpresivo. Sin embargo, es el único título posible y la sola introducción de un artículo habría cambiado sustancialmente las cosas. Si el conjunto se hubiese llamado “Las grandes novelas del siglo XX”, el autor estaría comprometido a ofrecer su visión de las mejores o las más representativas. La denominación “Grandes novelas del siglo XX” apunta simplemente a algunas, no necesariamente las más destacadas por la razón que fuere”.
Los que están y los que no
“Si señalo esta circunstancia es –lo confieso- previendo que cualquiera puede entretenerse en señalar ausencias u omisiones que, si el libro se titulase con pretensiones mayores, resultarían imperdonables. La ausencia más importante destaca obvia, si de panoramas se tratara, pero no podría decir nada nuevo ni suficientemente interesante acerca de Proust y he preferido, por lo tanto, dejarlo de lado. Deseo contribuir con los inevitables objetores aportando también los nombres siguientes: André Malraux, Gunter Grass, Ernest Hemingway, Alexander Soljenitsin, Arthur Clarke, Marguerite Yourcenar. Diré todavía que no están presentes aquí Irene Nèmirovski, J.M. Coetzee, Amòs Oz y Orham Pamuk porque me he referido a ellos en el libro El hombre en el fin de la historia”.
El orden
“Paso a indicar, ahora, que el único criterio de ordenación del material es el cronológico: se toma como fecha la de publicación de cada novela, no la de nacimiento o muerte del autor en cuestión. Este criterio es totalmente instrumental y práctico, y no pretende poner de manifiesto evolución de signo alguno”.
El problema de las lenguas
“Hay solo una novela escrita originalmente en español y ninguna en francés, pese a ser esta una lengua que leo sin mayores dificultades. Dos pertenecen al mundo anglófono y cinco a la literatura en lengua alemana: un mundo que no es exactamente lo mismo que la unidad política llamada Alemania. Aunque no tengo ninguna necesidad de defender estas opciones, diré que ellas reflejan la importancia que en su momento tuvo la vida y la cultura de Europa central, esa especie de baluarte del equilibrio entre los poderes de Alemania y Rusia. Esa zona, de signo político tan inestable y cambiante, según la alternancia en los ejes de poder, tuvo en las primeras décadas del siglo una importancia que difícilmente recupere. Para mayor complejidad, esa Europa vivió buena parte de su historia reciente soñando todavía con la grandeza de un imperio y alentando una cierta nostalgia por los Habsburgo. El inglés y el alemán son, para mí, lenguas mucho más arduas que el francés y los restantes idiomas modernos de origen latino. Pero habré de confiar en la final traducibilidad de las grandes novelas. Ellas sufren menos, en la inevitable reducción del pasaje de una lengua a otra, que los textos poéticos. Y entre estos últimos, pierde menos el que tiene un mayor soporte conceptual, de modo que resulta más gratificante leer –traducido- a Dante que a Verlaine, pues en tanto este se extinguen las finísimas resonancias musicales y emotivas de la palabra, aquel las tiene en la misma medida pero al servicio de toda una filosofía”.
PALABRAS DE
CONTRATAPA:
“Es imposible resumir un poema y sumamente difícil ofrecer la versión abreviada de un ensayo. Quizá solo la novela admite la síntesis. Apostando a la legitimidad de ella, este libre presenta y analiza a algunas de las novelas mejores del siglo pasado. Resulta de la lectura de miles de páginas y de muchas horas dedicadas a la reflexión y al estudio. El autor confía en que, pese a las rupturas –frecuente desaparición del narrador tradicional y omnisciente, desorden cronológico, monólogo interior – la novela sigue siendo un arte relativamente sencillo y popular. Cuenta al fin una historia, y de allí su lugar de privilegio en las preferencias del gran público. Su aceptación se explica mejor, todavía, si se considera hasta dónde es la novela un índice del espíritu de los tiempos, reflejado en la vida de seres nada excepcionales, criaturas en las que el lector se reconoce con un sentimiento ambiguo de júbilo y angustia. En casi todas las novelas elegidas palpita una fuerte desconformidad con el presente. La realidad reclama por todas partes el cambio. La novela del siglo XX asume así un cierto carácter profético. Espía, en puntas de pie, al siglo XXI”.
Como hemos comentado en anteriores ediciones, días pasados estuvo en nuestra ciudad el profesor Jorge Albistur para disertar sobre “Grandes novelas del siglo XX”. Ese es justamente el título de su último libro, editado por Ediciones de la Banda Oriental en marzo de este año. Conformado por 160 páginas, el libro se estructura en nueve capítulos más un prólogo escrito por el propio autor. Son los capítulos:
La antiepopeya del hombre moderno- “Ulises”, de James Joyce.
A la búsqueda del Santo Grial- “La montaña mágica”, de Thomas Mann.
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Lo invisible y remoto- “El castillo”, de Franz Kafka.
Como un árbol o un hombre- “Mientras agonizo”, de William Faulkner.
El ser y el entre o la tesitura subjuntiva- “El hombre sin atributos”, de Robert musil
Júbilo y drama del eterno deseo- “El juego de abalorios”, de Hermann Hesse.
Sunt Lacrimae Rerum- “La muerte de Virgilio”, de Hermann Broch.
El leviatán y los quehaceres- “El siglo de las luces”, de Alejo Carpentier.
Su sombra saliendo de la mía- “Hijos de nuestro barrio”, de Naguib Mahfuz.
Recorrer sus páginas es adentrarse en cada una de las novelas y autores que estudia, pero también descubrir la gran erudición de un hombre, Jorge Albistur. Los comentarios son originales, fruto de una imponente acumulación de lecturas a lo largo del tiempo y de razonamientos profundos tendientes al entrecruzamiento de literatura, historia, política, filosofía. Sólo con una mirada abarcadora como esa puede entenderse, o intentar entenderse, y luego explicarse una obra de arte.
A continuación transcribimos algunos pasajes del prólogo, a los que hemos agregado los subtítulos.
El título
“El título de este libro puede parecer rasero y hasta inexpresivo. Sin embargo, es el único título posible y la sola introducción de un artículo habría cambiado sustancialmente las cosas. Si el conjunto se hubiese llamado “Las grandes novelas del siglo XX”, el autor estaría comprometido a ofrecer su visión de las mejores o las más representativas. La denominación “Grandes novelas del siglo XX” apunta simplemente a algunas, no necesariamente las más destacadas por la razón que fuere”.
Los que están y los que no
“Si señalo esta circunstancia es –lo confieso- previendo que cualquiera puede entretenerse en señalar ausencias u omisiones que, si el libro se titulase con pretensiones mayores, resultarían imperdonables. La ausencia más importante destaca obvia, si de panoramas se tratara, pero no podría decir nada nuevo ni suficientemente interesante acerca de Proust y he preferido, por lo tanto, dejarlo de lado. Deseo contribuir con los inevitables objetores aportando también los nombres siguientes: André Malraux, Gunter Grass, Ernest Hemingway, Alexander Soljenitsin, Arthur Clarke, Marguerite Yourcenar. Diré todavía que no están presentes aquí Irene Nèmirovski, J.M. Coetzee, Amòs Oz y Orham Pamuk porque me he referido a ellos en el libro El hombre en el fin de la historia”.
El orden
“Paso a indicar, ahora, que el único criterio de ordenación del material es el cronológico: se toma como fecha la de publicación de cada novela, no la de nacimiento o muerte del autor en cuestión. Este criterio es totalmente instrumental y práctico, y no pretende poner de manifiesto evolución de signo alguno”.
El problema de las lenguas
“Hay solo una novela escrita originalmente en español y ninguna en francés, pese a ser esta una lengua que leo sin mayores dificultades. Dos pertenecen al mundo anglófono y cinco a la literatura en lengua alemana: un mundo que no es exactamente lo mismo que la unidad política llamada Alemania. Aunque no tengo ninguna necesidad de defender estas opciones, diré que ellas reflejan la importancia que en su momento tuvo la vida y la cultura de Europa central, esa especie de baluarte del equilibrio entre los poderes de Alemania y Rusia. Esa zona, de signo político tan inestable y cambiante, según la alternancia en los ejes de poder, tuvo en las primeras décadas del siglo una importancia que difícilmente recupere. Para mayor complejidad, esa Europa vivió buena parte de su historia reciente soñando todavía con la grandeza de un imperio y alentando una cierta nostalgia por los Habsburgo. El inglés y el alemán son, para mí, lenguas mucho más arduas que el francés y los restantes idiomas modernos de origen latino. Pero habré de confiar en la final traducibilidad de las grandes novelas. Ellas sufren menos, en la inevitable reducción del pasaje de una lengua a otra, que los textos poéticos. Y entre estos últimos, pierde menos el que tiene un mayor soporte conceptual, de modo que resulta más gratificante leer –traducido- a Dante que a Verlaine, pues en tanto este se extinguen las finísimas resonancias musicales y emotivas de la palabra, aquel las tiene en la misma medida pero al servicio de toda una filosofía”.
PALABRAS DE
CONTRATAPA:
“Es imposible resumir un poema y sumamente difícil ofrecer la versión abreviada de un ensayo. Quizá solo la novela admite la síntesis. Apostando a la legitimidad de ella, este libre presenta y analiza a algunas de las novelas mejores del siglo pasado. Resulta de la lectura de miles de páginas y de muchas horas dedicadas a la reflexión y al estudio. El autor confía en que, pese a las rupturas –frecuente desaparición del narrador tradicional y omnisciente, desorden cronológico, monólogo interior – la novela sigue siendo un arte relativamente sencillo y popular. Cuenta al fin una historia, y de allí su lugar de privilegio en las preferencias del gran público. Su aceptación se explica mejor, todavía, si se considera hasta dónde es la novela un índice del espíritu de los tiempos, reflejado en la vida de seres nada excepcionales, criaturas en las que el lector se reconoce con un sentimiento ambiguo de júbilo y angustia. En casi todas las novelas elegidas palpita una fuerte desconformidad con el presente. La realidad reclama por todas partes el cambio. La novela del siglo XX asume así un cierto carácter profético. Espía, en puntas de pie, al siglo XXI”.
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