Costa Cruceros ha comparecido ante el Senado italiano. Mientras la compañía y el capitán del Costa Concordia se culpan mutuamente, un grupo de pasajeros piensa demandar a la naviera.
El presidente y consejero delegado de Costa Cruceros, Pier Luigi Foschi, ha asegurado ayer al Senado italiano que su compañía no había autorizado al capitán del Costa Concordia, Francesco Schettino, a realizar la maniobra de saludo (reverencia) frente a la isla de Giglio que provocó el naufragio del buque. Reconoció que «no es en sí una maniobra arriesgada», pero no debe hacerse con una nave de gran envergadura, de las características del Costa Cruceros, y a la velocidad de 16 nudos».
Asimismo, ha destacado que la información proporcionada por el capitán al director de Operaciones Marítimas de Costa Cruceros, Roberto Ferrarini, no permitía concluir que existiera «una situación de máxima emergencia», tras impactar contra una escollera y hundirse en pocas horas, acabando con la vida de, por el momento, 16 personas. Han reanudado la búsqueda, interrumpida por el mal tiempo.
Foschi ha calificado de «acusaciones innobles e injustas» para la compañía que se diga que la tripulaciónno estaba preparada, según cita el diario Il Corriere della Sera. Negó que el buque llevara trabajadores clandestinos. «Es impensable de una compañía como la nuestra … En nuestros accesos a bordo hay un sistema de vanguardia: todos los pasajeros son fotografiados y registrados con un código. Desde 2003, somos los únicos que tenemos una certificación de trabajo, en virtud de la cual, estamos bajo estrecho control de la autoridad americana», ha agregado.
Informó de que «casi todos los pasajeros» fueron evacuados y trasladados a los botes salvavidas «en poco tiempo», a pesar de «la posición inclinada» del buque. En cuanto a la caja negra del crucero, negó que no sirviera. Afirma que sí estaba operativa. «Tuvo un incidente registrado el 10 de enero y el 11 por la mañana los técnicos se pusieron en contacto con la empresa fabricante. Nunca se invalidó la transmisión de datos ni la capacidad de lectura de la caja negra».
Confesión en toda regla
Francesco Schettino, por su parte, acusa a un presunto gerente de la empresa Costa Cruceros de insistir para que pasara cerca de la isla, para hacer la ‘reverencia’. A pesar de que la compañía niega que fuera una práctica habitual, según la prensa italiana, hasta figuraría en el programa festivo de algunas localidades de Giglio.
Lo que parece estar claro es que el capitán del Costa Concordia abandonó el crucero mientras se hundía. «Cuando vi que el barco se inclinaba, me fui», aseguró el propio Schettino a un amigo en una conversación telefónica grabada en uno de los despachos del cuartel de los Carabinieri de Orbotello. El capitán no sabía que los jueces habían dado la orden de colocar micrófonos en el edificio para escuchar sus conversaciones privadas. Las cintas son prácticamente una confesión en toda regla.
Demandas a la vista
Mientras tanto, una conocida abogada italiana, Giulia Bongiorno, dijo tener la intención de presentar, en nombre de unos 30 pasajeros, una denuncia contra la dirección de Costa Crociere, aprovechando que la Fiscalía de Toscana ha pedido una investigación de la naviera y acusan a Costa Cruceros de «grave violación» de normas de seguridad
Paralelamente, dos abogados de supervivientes lanzaron su propia investigación sobre «la posible responsabilidad de Costa y de las capitanías de puerto por tolerar la insensata costumbre del ‘inchino'», o sea el saludo a la costa, durante el cual el navío se acerca a la costa
El cura que se fue de retiro…
al crucero Costa Concordia
Un mensaje en Facebook el día del naufragio descubre la mentira del párroco a sus feligreses
Seamos sinceros: donde se ponga un buen chisme que se quite la prima de riesgo. Si, además, en el enredo están implicados un cura en apuros, una mentira piadosa, un lujoso crucero yéndose a pique, un capitán cobarde, otro con malas pulgas -«¡vuelve a bordo, joder!»- y todos los parroquianos de un pueblo lombardo haciéndose cruces, entonces el éxito del chisme está asegurado.
Resulta que Massimo Donghi, don Max para los amigos, es el párroco de Besana Brianza, una localidad de unos 15.000 habitantes de la provincia de Monza, al norte de Italia. Hace unos días, el apuesto cura se despidió de sus feligreses diciéndoles que se iba de retiro espiritual. Una semanita de nada, lo justo para poner al día la relación con el Jefe. El caso es que el retiro iba viento en popa hasta el pasado sábado.
Aquella mañana, Italia se despertó sobresaltada por el naufragio -la noche anterior- del Costa Concordia frente a la isla de Giglio. Las imágenes impresionantes del buque, el relato de los supervivientes, el caos todavía sin aclarar de los desaparecidos, la cifra creciente de muertos… Tras llegar a la costa, la primera reacción de la mayoría de los náufragos fue ponerse en contacto con sus familiares para avisarles de que se habían salvado. Es lo que hizo una muchacha de Besana Brianza a través de su cuenta de Facebook: «He conseguido llegar a tierra en una lancha salvavidas del Concordia junto a la abuela y al tío».
¿Al tío? ¿Pero el tío, nuestro Don Massimo, no estaba de retiro espiritual? Pues no exactamente. O tal vez sí, pero desde luego no en un monasterio apartado del mundanal ruido ni mucho menos en una cueva del desierto alimentándose de langostas, sino en el Costa Concordia, 17 pisos de lujo y fiesta continua, casino y bañeras de hidromasaje, un capitán llamado Schettino, una misteriosa moldava rubia… La mala suerte, confabulada con ese invento infernal llamado Facebook, ha puesto en un buen apuro a don Massimo, que ahora tendrá que volver a Besana Brianza y explicarles a sus parroquianos que cuando dijo retiro quiso decir crucero por el Mediterráneo, que todos somos hijos del pecado y que pelillos a la mar.
