Por. Máximo San Martín Asesor de Imagen Personal y Corporativo
La primera impresión es lo que cuenta» o una «imagen vale más que mil palabras».
Estas son frases que si bien se repiten a diario y nos parecen realmente muy trilladas, actualmente y en el mundo visual en el que vivimos, resultan ser muy vigentes y de capital importancia, teniendo en cuenta que las primeras impresiones pueden darte grandes resultados incluso antes de haber dicho palabra alguna.
Lógicamente luego de esa primera impresión será necesario que acompañes esa imagen externa con tus conocimientos, con lo que somos en nuestra esencia, con nuestra imagen interior,
Trabajar tu imagen de forma integral en el mundo actual es, en primer lugar conocerte a ti mismo. Conocer tu complexión anatómica por ejemplo, qué tipo de cuerpo tienes, qué tipo de rostro, que tonalidad de piel. Saber además si eres efectivo al hablar en público, si sabes llegar a los demás; si estás comunicando desde tu atuendo, desde tus ademanes, desde tu mirada, para así poder lograr tus objetivos.
¿Sabes qué atuendo ponerte de acuerdo al tipo de reunión que tengas, entrevista laboral o fiesta? ¿Conoces aunque sea superficialmente la combinación de colores y qué dice cada color sobre quién lo usa? Si careces de respuestas, si no te analizas a ti mismo y dejas al azar estos temas, déjame decirte que entonces estás fallando en aspectos esenciales que pueden ayudarte a marcar la diferencia en esta nueva realidad en la que vivimos.
Por eso es que en este espacio pretendo ayudarte a entender que tu imagen es integral, que se compone de una imagen interna y una imagen externa y que trabajar ambas y encontrar el justo medio entre ellas, la armonía, te llevará incluso a sentirte y verte mucho mejor y claro está, eso generará también que los demás te vean mucho mejor.
Ahora bien, déjame decirte que cuando hablo de imagen, no estoy hablando específicamente de la ropa y por eso hablo de la imagen como un todo que es preciso desarrollar porque nuestra mejor versión siempre está delante de nosotros.
Tenemos muy claro que el mundo ha venido cambiando a pasos agigantados en los últimos tiempos y que esos cambios, motivados en gran medida por los avances tecnológicos y la fuerza y poder de la información nos han llevado inevitablemente también a aggiornarnos para poder seguir vigentes.
Esto significa poder vender más en el caso de tener un negocio, recibir mayor flujo de información en el ámbito educativo e incluso profesionalización a distancia, obtener productos que no encontramos en nuestra ciudad y un sinfín de oportunidades relacionadas con las redes sociales que nos obligan a estar allí. Por si esto fuera poco, ahora también la pandemia de Covid 19 que afecta al mundo entero nos recluye aún más en el interior de nuestros hogares y nos obliga a aprender a manejarnos en este nuevo mundo. Por esto, ya sea que estemos afuera de nuestras casas diariamente, en nuestro trabajo con otras personas o sentados frente a un ordenador, con reuniones en Zoom o Videoconferencias, siempre es necesario seguir cuidándonos, seguir mimándonos a nosotros mismos porque primero eso nos hace bien y segundo le hace bien también a quien está cerca de nosotros o nos está viendo.
En este mundo, y aunque parezca duro para muchos, las personas pasamos a ser también publicidad. Somos una vidriera que invita a comprar o no lo que tenemos para vender, lo que tenemos para decir o mostrar. Le llamo «la cultura del escaparate».
Un concepto que desarrollaré en mi próxima columna para que entiendan mejor de qué se trata, pero a grandes rasgos, somos como un chocolate en la góndola de un supermercado. Podemos estar allí con un bello envoltorio invitando a comprar, llamando la atención.
Ahora bien, si al llegar a nuestra casa, -casi se nos hace agua a la boca-, lo abrimos, lo probamos y el sabor nos parece asqueroso, jamás lo volveremos a comprar. Pasa lo mismo con las personas, tenemos que ser coherentes y confiables y auténticos para generar la fidelidad de las personas a las que deseamos llegar. Hagamos que cuente.