Cuando hace unos días entrevisté en la radio a un político y este criticaba fuertemente todo lo que ya sabemos de Salto Grande, un amigo (hombre veterano y conocedor de muchas frases populares), me llamó para decirme: «Que ningún político, de ningún partido revuelva mucho la m…, porque a todos los va a salpicar, a todos sin excepción».
Creo que, aunque quizás el hombre pueda exagerar un poco en eso de «todos sin excepción», no está muy alejado de la verdad.
A propósito de exageraciones, yo me pregunto: ¿por qué cuando un político comete una exageración, es siempre (o en un 99,9%) con inclinación a algo negativo y no al revés? Sinceramente no los veo exagerar a favor de la mayoría de la gente, no los veo sobrepasarse en beneficios para todo el pueblo. Los veo sí, una y otra vez (y no se salva ningún partido) hacer cosas como esto de la CTM de Salto Grande. Porque no tengo dudas que allí lo que hubo fue una exageración en cuanto a clientelismo político. De otra manera no logro explicar que entre tantos cargos a los que ingresó gente sin concurso alguno, hubiera tantos dirigentes de primera línea blancos y colorados, ¡y hasta tantos ediles ni más ni menos! Decía un edil nacionalista: “en la Intendencia también hay un montón de ediles trabajando que ingresaron por designación directa”. Claro, por eso decíamos que no se salva nadie. Pero entonces ¿porque aquel haga algo mal, está bien que lo haga yo? Y además, la cantidad de gente que ingresó en Salto Grande, ¿no es más o menos la misma que en la campaña pasada para las elecciones departamentales fustigó precisamente a Andrés Lima por este tipo de cosas?
Pobre Salto… Es lo que se nos ocurre decir.
Porque usted delo por hecho, estimado lector, que en la próxima campaña electoral, asistiremos a lo mismo, exactamente a lo mismo. Como si estuviéramos mirando un partido de tenis, estaremos con la cabeza de acá para allá, para un lado y para el otro mirando cómo se acusan mutuamente los mismos, y por lo mismo. Tremendo.
Además, aparte de preguntarme por qué las exageraciones son siempre para mal y nunca al revés, me surge otra pregunta: ¿no se dan cuenta los políticos que victimizarse los deja peor parados todavía? Le pongo tres ejemplos:
1- Víctima («le hacen bullying», llegó a decir Tabaré Vázquez) se decía Raúl Sendic cuando hasta la Justicia comprobó la corrupción en la que incurría en todo aquello sobre lo que ahora no vale la pena volver…
2- Víctima (sobre todo del Frente Amplio y de Adeoms) se decía Germán Coutinho cuando salió a luz el mal manejo financiero que tuvo la Intendencia de Salto durante su administración…
3-Víctima (del centralismo capitalismo, del Frente Amplio, de Cabildo Abierto, de otros blancos y colorados, etc., etc.) parece que fuera Albisu ahora que tomó estado público la forma en que venía dejándose manejar por otros que solo buscan poder y dinero fácil…
Y no decimos que no haya habido en todos los casos que acabamos de enumerar, algo de persecución desmedida, o de mala fe de quienes denunciaron y acusaron cada cosa. Pero además de eso, ¿no es siempre más correcto, primero, asumir el error? Me podrán decir que en la conferencia de prensa del jueves Albisu reconoció que «pudo haberse equivocado»; sí, pero inmediatamente se puso a enumerar todo lo supuestamente bueno que hizo en su gestión, casi como diciendo: merecería seguir. «Renuncio para proteger al gobierno», dijo (palabras más o palabras menos). Dicho sea de paso, sería bueno que se pusieran de acuerdo, porque no fue eso lo que se nos dijo desde el entorno inmediato de Presidencia de la República. Fue, directamente, que Lacalle Pou le pidió que renunciara.
¿Se entiende ahora que la cancelación de la venida de Lacalle Pou, como estaba previsto, a la costanera de Salto, dos día antes, no fue ni por la altura del río, ni por lluvia, ni nada de eso, como nos quisieron hacer creer en un comunicado casi infantil?
Antes de hablar de AFE, que es con lo que quiero terminar hoy esta columna (ya verá usted qué tiene que ver AFE con todo esto), debo decir una cosa más respecto a la conferencia de prensa que dio Carlos Albisu el jueves: Albisu mintió en varias cosas de lo que dijo. Pero ahora le diré una sola: mintió cuando dijo que Salto Grande no ha mirado colores políticos al momento de brindar apoyo. Y le daré solo dos ejemplos para demostrar que es mentira, con dos ejemplos basta y sobra para derribar su «verdad» :
1- Cuando hace un año Radio Libertadores fue la única emisora AM sin recibir publicidad, se dijo (por parte nada menos que de quien ahora pasó increíblemente a ocupar la Presidencia de CTM) que «para esa radio ni un peso», porque «tienen la cancha flechada para el Frente Amplio», y porque «además lo tienen trabajando ahí al Potro (Ernesto) Castro», y en definitiva porque «no vale la pena».
2- Salto Grande iba a apoyar la llegada a nuestra ciudad de los músicos Omar Espinosa y Federico Palacio (actuaron en Teatro Larrañaga el viernes 21 de julio), pero a último momento, al enterarse que también la Intendencia colaboraría, decidió retirar su apoyo (con todas las complicaciones que ello implicó) porque, al decir del mismo profesional hoy en el cargo de Presidente en Salto Grande, «no va a estar el logo de Salto Grande junto con el de la Intendencia».
Alcanzan esos dos ejemplos, ¿verdad? Y entonces, Dr. Albisu, explíqueme cómo dice usted que no se ha mirado color político. Pero en lo posible explíquemelo usted mismo, ya no mande emisarios a hablar conmigo.
Ahora sí, vamos a ver lo de AFE, simplemente para entender que este mal del despilfarro y la falta de transparencia en la gestión de los recursos que son de todos, no pasa solo con tal o cual partido político en el gobierno. Resulta que una nueva auditoría sobre la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) cuando era gestionada por el gobierno del Frente Amplio, acaba de dar como resultado: ausencia de información sobre los múltiples inmuebles del ente; falta de controles sobre el uso de su patrimonio; falta de certeza de los montos a cobrar por alquileres y ausencia de gestiones efectivas para la cobranza de los mismos; debilidades en el proceso de contratación de las empresas de seguridad por las que se pagó más 680 millones de pesos de 2004 a 2020; y, finalmente, debilidades en la gestión y control de la prestación del servicio de vigilancia. Pero miremos números…el Dr. Gustavo Osta, que participó de las auditorías señaló en una entrevista realizada por el diario La Mañana: «Al asumir, en junio de 2020, nos encontramos con un clima desolador, un organismo en una situación de decadencia […] Estamos en un proceso de auditoría. Hemos visto desajustes, situaciones de irregularidad de tipo clientelístico, muy mal manejo de algunas compras, o contratos que en un caso fueron de seguridad donde el gasto pasó de US$ 160 mil en 2004 a años donde se gastaron más de US$ 2 millones. Son US$ 25 millones en 15 años, en un sistema de vigilancia que no daba garantías del efectivo cumplimiento del servicio».
Entonces, es verdad, capaz que a muchos no les convendría revolver demasiado si no quieren ser salpicados.
Pero quienes tenemos el compromiso de investigar y dar nuestra opinión, nosotros sí que seguiremos revolviendo. Y si algo llegara a salpicarnos, pues sepan que simplemente responderemos, pero nunca poniéndonos un disfraz de víctima.
JORGE PIGNATARO