Reflexiona Ramiro Ferreira – Activista autónomo LGBTIQ
En los últimos días, trascendió en nuestra ciudad, primero a través de redes sociales y a partir de esto, en los medios de comunicación, la noticia de que un joven varón gay no fue contratado en un carrito de comidas rápidas de la zona céntrica debido a haber visibilizado su orientación sexual y su situación afectiva vincular. A partir de este hecho, como siempre, escuchamos de todo.
La voracidad del colectivo social por lanzar opiniones al respecto no se hizo esperar y me permitió denotar dos claros colectivos subdivididos por sus posturas.
Primero estamos quienes condenamos estos actos de discriminación y apuntamos a la exposición pública negativa de las personas que los cometen, en el entendido de que la sociedad que construimos día a día no tiene lugar para estas prácticas y prejuicios. Por otro lado está una postura que, en el afán de la neutralidad y la evasión de los conflictos públicos que reflejan los propios prejuicios internalizados, apunta vaguedades del tipo habría que ver cómo fue, habrá cosas que no sabemos. Lo cierto objetivamente, es que quien ostenta el poder de emplear, es dueño de manipular a su antojo la necesidad de quien está en la desventaja de solicitar empleo.
Las leyes laborales en nuestro país, si bien de avanzada, siguen omitiendo centenares de situaciones del día a día, como esta.
Los derechos laborales, tanto de acceso al trabajo como de permanencia y despido, siguen estando a criterio de empleadorxs que no en todos los casos valoran los aspectos objetivos por los que un trabajador debe ser valorado exclusivamente, es decir, su conducta al momento de cumplir la tarea asignada.
De esto derivan nuestras estadísticas en materia de acceso al empleo, todos sabemos claramente que los colectivos afrodescendientes, los jóvenes, las mujeres, las personas gays, lesbianas, bisexuales y sobre todo las personas trans, las personas que conviven con VIH, las personas mayores de 40 años, por señalar los grupos mas notorios, tienen un acceso mucho menor al empleo, obtienen empleos precarizados, mal pagos y en situaciones de explotación y desigualdad o ejercen un trabajo sexual con una regulación antigua e injusta o ven sus derechos vulnerados e irrespetados. He escuchado gente que me ha dicho “¿Por qué escracharlo al tipo? Es un laburante”. Bueno, te cuento por qué: en primer lugar es un empleador, en esta situación está claramente en ventaja frente a una persona que le solicita empleo en un carrito, todos conocemos las condiciones de trabajo y de pago de estos establecimientos muy poco regulados.
Entiendo que no contrata al joven dada su orientación sexual, por lo cual asumo que no desea que en su establecimiento los alimentos sean manipulados por personas gay, por lo cual cada churrasco y cada papa frita nos otorga la garantía de haber sido manipulado exclusivamente por manos heterosexuales. Entenderán que siendo varón gay y activista por los derechos de las personas LGBTI, no me siento representado por esta comida hetero, ni deseo comprarla. Asimismo me parece oportuno advertir a las personas de la comunidad LGBT que no son bienvenidas en ese carrito, puesto que si no somos buenos para ofrecer nuestra fuerza de trabajo, tampoco lo somos para gastar allí nuestro dinero (dinero tocado por manos gays). Y por último, en el contacto de whatsapp de este empleador que cometió un flagrante y repudiable acto de discriminación basada en orientación sexual, su estado es, y cito textualmente Dios siempre nos ha sido fiel.
Y ahí entro de nuevo en mi eterno enfrentamiento con la hipocresía clerical. Señor, a mi me contaron que ese Dios de usted honró a una trabajadora sexual de Magdala frente al asombro y el desconcierto de muchos varones hace mucho tiempo, me contaron que sus principios eran el amor, la caridad, la piedad, el perdón, la indulgencia. Perdón, pero nada de eso veo en usted.
De hecho personalmente considero que las personas como usted jamás deberían estar frente a una situación de poder frente a otro, porque desmerecen muy lamentablemente el mensaje positivo del cristianismo.
Sacan a relucir que en realidad los únicos preceptos que guían su conducta son el prejuicio, la discriminación, la ignorancia y la segregación.
Los Simpsons nos acercan claramente a la inclusión laboral gay cuando, como muchxs recordaremos, Homero en el afán de evitar la homosexualidad de su hijo Bart, lo lleva en una salida didáctica de padre e hijo a una fundidora de metal, donde todos los empleados, para su sorpresa, resultan ser varones gays.
El capítulo termina derrumbando todos los prejuicios de Homero sobre la homosexualidad y generando un auto cuestionamiento profundo sobre el origen y los efectos nocivos de estos al momento de relacionarnos socialmente.
Lo mas importante es la exposición pública de la conducta de estos individuos, casos como este y mucho peores ocurren en nuestro país y en Salto todos los días, pero visibilizarlos y condenarlos socialmente es la única herramienta válida para un cambio real.
El trabajo es un derecho y los impedimentos para su acceso son un obstáculo que debemos superar. Por lo pronto: no le compres ni un pancho a la homofobia”.