No puedo callar lo que siento, tristeza e impotencia…
Después de 68 años las Hermanas Siervas de María cierran su casa en esta ciudad.
Desde su humildad han sido auxilio y apoyo a infinidad de familias cuando fue de cuidar al enfermo o asistir al desvalido como enseñó Jesús.
La Santa Misa todas las mañanas nos brindó siempre un momento de consuelo y reflexión para enfrentar la jornada.
Pero su partida es un reflejo patente de los tiempos que estamos viviendo, son contados los casos de jóvenes que escuchan el llamado del Señor para encarar la vida religiosa. Algo totalmente ausente en nuestra sociedad es el sentido de sacrificio, ayuda al prójimo y renunciamiento.
El verdadero sentido de la palabra Amor, se han encargado de cambiarlo y desvalorizarlo y se refleja en una sociedad violenta y sin esperanza.
Vaya mi profundo agradecimiento a todas ellas y que su partida sea un llamado de atención para tratar de cambiar en algo todo lo que nos aleja del profundo sentido de la vida.
