En la esquina de Solano López y Solís, en el barrio Cien Manzanas de Salto, se levanta lo que queda de un edificio que alguna vez fue símbolo de trabajo y producción local. Se trata de la antigua fábrica “Las Pezuñas”, dedicada durante décadas a la elaboración de chacinados, y que hoy se encuentra abandonada, vacía y sin un destino claro. En su estructura se acumulan no solo años de desuso, sino también sueños colectivos de recuperación social y cultural que, por ahora, no han logrado concretarse.

Fabián González, director de la comparsa de negros y lubolos “La Tocandera”, fue uno de los impulsores de un proyecto comunitario y cultural para recuperar ese espacio. En diálogo con Diario El Pueblo, recordó que, junto a referentes del barrio como Víctor Hugo Solís, elaboraron una propuesta con múltiples fines: crear un merendero para niños, instalar talleres de murga, samba y lubolos, generar actividades para la población afrodescendiente y fomentar el intercambio cultural incluso con grupos de Concordia y Montevideo.
El proyecto fue presentado formalmente a la Intendencia de Salto al director Nicolás Palacios. “Armamos todo con mucha gente, con respaldo y contactos. Había gente que se ofrecía a dar una mano. Era un proyecto muy interesante”, contó González. Incluso lograron el número de expediente y registraron su propuesta en forma oficial.
Sin embargo, la iniciativa no prosperó. Según González, la respuesta que recibieron fue que el inmueble estaba embargado por cinco bancos, entre ellos al menos dos con sede en Montevideo. Ante esa situación, González planteó una alternativa: la posibilidad de que la Intendencia asuma temporalmente el dominio mediante la figura del comodato, especialmente si existen deudas de contribución que justificarían la ocupación con fines sociales.

“La Intendencia puede tomar el lugar en comodato, como se ha hecho en otras partes. Si el dueño aparece y paga lo que debe, se termina el acuerdo. Pero mientras tanto se puede aprovechar para un fin que beneficie al barrio”, argumentó. Con experiencia en movimientos barriales de la capital, González sostiene que existen precedentes y mecanismos jurídicos para avanzar en este tipo de procesos.
Hoy, el edificio sigue cerrado, sin uso y sin señales de recuperación. En un barrio que ha luchado históricamente por espacios de inclusión y cultura, y donde la identidad afrodescendiente tiene una fuerte raíz, la oportunidad sigue latente. “No sé si el expediente sigue vigente, pero en su momento se hizo todo formalmente”, concluyó González y agregó que en su momento el dueño del inmueble fue citado a una reunión, incluso la Policía lo obligó a tapiar puertas y ventanas, algo que nunca ocurrió. Instalaron rejas que de nada sirvieron y hoy está todo abierto, agregó. Rememoró, además, que el 10 de mayo de 2017 incluso encontraron una persona sin vida dentro del predio.
Este caso se suma a la problemática mayor que El Pueblo ha venido investigando en relación al vacío habitacional en Salto, donde según el último censo existen más de 7.300 viviendas deshabitadas, muchas de ellas sin justificación legal ni propósito declarado. La historia de “Las Pezuñas” es una muestra de cómo, más allá de los números, detrás de cada inmueble en desuso hay una comunidad que podría transformarlo en un espacio de vida, cultura y encuentro.