Facilitar el regreso de los compatriotas que se han ido del país, sobre todo por motivos económicos, debe ser una de las preocupaciones constantes para todos los uruguayos.
Que vuelvan a casa con su familia en todos los casos en que les sea posible, si se les asegura trabajo, es seguramente una posibilidad tentadora para ellos, un beneficio para nuestro país volver a tener a la mayor cantidad posible de coterráneos viviendo en su propio suelo y en definitiva también un reconocimiento al derecho de todos los compatriotas de que su propia patria les cobije.
Nunca consideramos extraños a los compatriotas que han emigrado, porque como la enorme mayoría de los uruguayos somos hijos de emigrantes y si aquí se quedaron nuestros padres y abuelos en algunos casos, fue por su propia opción y porque se los cobijó y se les dio las oportunidades para radicarse, que en esos momentos no tenían en su propia patria.
La posibilidad de recoger de alguna manera a los compatriotas que se hallen en dificultades en el exterior, es un deber ineludible para el país.
Pero el establecer estas posibilidades directamente – en el caso que nos ocupa con España – no debe implicar que el Estado se desentienda de las condiciones en que se trate a nuestros compatriotas en el extranjero.
El retorno debe ser absolutamente voluntario. Mucho nos tememos que una Europa angustiada por sus propios desarreglos y jaqueada por los temas económicos que le crean graves conflictos, por ejemplo con sus trabajadores, aproveche esta vía para expulsar sin más, a todos los extranjeros.
España en particular, y en menor medida el resto de Europa, estaría cometiendo una atrocidad si adoptara una medida de esta índole, teniendo en cuenta que América fue precisamente el continente que dio albergue a los grandes contingentes de desamparados que dejaron las guerras del siglo pasado, aún sin ignorar los grandes y graves cuestionamientos que aún surgen por las acciones del pseudo «descubrimiento» de América, por ellos llevado a cabo.
No desconocemos el derecho de cada nación de ordenar y planificar sus posibilidades demográficas incluso, su nivel de vida adecuado y todos los aspectos inherentes a su desarrollo, de acuerdo a los recursos técnicos y económicos que tenga.
Pero tampoco desconocemos que sería una muy mala señal, expulsar a los hijos de aquellos países que un día les recogieron.
No se muerde la mano que un día se extendió para ayudar a levantarnos.