lejandro de Barbieri llegó temprano, aprontó meticulosamente el material que iba a exhibir ante el público y se dispuso a charlar con la cantidad de gente que colmó el Ateneo el pasado sábado, para presentar su último libro “Educar Sin Culpa”, que ya vendió más de 18 mil ejemplares en Uruguay.
El reconocido psicólogo y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, estuvo en la actividad que junto a la editorial Penguin Random House y a la Intendencia de Salto, promocionó EL PUEBLO. Antes, brindó una entrevista a este diario que resumimos a continuación.
-¿Por qué Educar sin Culpa? ¿Los padres nos sentimos culpables cuando intentamos ser rigurosos con nuestros hijos?
Es un libro que se llama así porque trata de sacar a los padres de la culpa de educar. En general es un tema más del papá que de la mamá, porque hay más madres culpógenas, que padres culpógenos. Pero siempre cuando hablamos de padres sobreprotectores, hay culpa. Hay que educar sin miedo y sin culpa, con mucho amor y con mucho coraje, para que nuestros niños crezcan y maduren. Es un libro que rompe con los determinismos de la psicología tradicional que generalmente dicen, yo no quiero que mi hijo sufra lo que sufrí. Y planteo eso, que es sanar la historia con nuestros padres para poder ser padres de nuestros hijos, es una dinámica que tiene que ver con ayudar a reconciliarnos con nuestra historia para poder nosotros educar sin culpa. Porque los abuelos educaban sin culpa, porque no esperaban ser queridos por sus hijos.
-¿Tanto así?
Sí señor, Aldo Naouri, pediatra francés de 75 años de edad y “Padres permisivos, hijos tiranos”, es su libro y es el que estoy citando. El abuelo decía: “te dije que no y es no”. Antes el nieto le decía al abuelo “¿ puedo usar la carretilla abuelo?”, “No. La estoy usando yo”, “ta, voy a andar en bicicleta”. Y no se ofendía nadie, pero ¿qué pasó que 30 años después se ofende todo el mundo? Son ejemplos cotidianos los que muestro en este libro, el que lleva vendido 18 mil ejemplares en Uruguay, es decir que tocamos algo que no nos dimos cuenta, que es que el abuelo no esperaba ser querido por su hijo y por eso educaba sin culpa. Y nosotros nos fuimos para el otro extremo, somos padres culpógenos. “Pobrecito porque si decís esto o aquello, y el mayor porque es el mayor, el del medio porque es el del medio y así”. Y sin querer somos padres que vamos educando hijos con más miedos, con más fobias, los criamos como entre algodones y entonces no pueden tolerar la frustración, no se frustran, con lo cual tienen un psiquismo muy frágil y pasamos a tener altos índices de depresión, de suicidio y de adicciones en el país, por tener jóvenes frágiles, que nacieron en hogares con padres frágiles que no tuvieron el coraje de decir “te dije que no y es no”. Y eso no es ser agresivo, eso es ayudar a que el niño hospede la frustración.
-¿Y cómo han operado los vaivenes sociales que ha tenido el país y que ha calado hondo en la escala de valores de la sociedad uruguaya?
-No tiene nada que ver, porque esto impacta en todas las clases sociales y barrios de Montevideo, desde Casavalle hasta Carrasco, es una realidad. El libro trabaja eso, por qué el abuelo decía algo y se lo respetaba y ahora alguien dice algo y no hay autoridad.
-¿Pero nuestros abuelos imponían las cosas?
-No, imponer no. Ellos no imponían porque además una autoridad sana no es autoritarismo. No se puede decir que la abuela era sumisa al abuelo, ¿cómo podemos juzgar a la abuela? Estamos en 2015, hay que hacer las pases con nuestra historia. Era otra sociedad, era otra cultura. Antes la abuela si no se casaba a los 15 años de edad se quedaba sin familia, entonces ¿quién es quién para juzgar a la abuela? Y te lo digo porque el libro está escrito con el corazón. Hay personas de 60 años de edad que vienen a mi consultorio y me dicen ‘Ale, no quiero hacer con mi hijo lo que mi padre hizo conmigo’. Y les digo, señor, su padre tiene 85 años de edad no cree que es hora de dejarlo en paz. Y me dicen ‘sí, pero se equivocó’, y claro que se equivocó y ¿ustedes creen que no nos equivocamos con nuestros hijos? El libro tiene todo eso, antes había una autoridad bien marcada y ahora estamos viviendo una crisis de autoridad.
-Nadie respeta a nadie…
-Exacto, los padres no tienen autoridad en sus casas, los maestros no tienen autoridad en las escuelas, el jefe no tiene autoridad en el trabajo y así estamos. Pero no nos estamos refiriendo al autoritarismo, ni a la rigidez, si no a la autoridad que es otra cosa y a la disciplina. Porque esto es ayudar a que nuestros hijos se frustren, porque sino se frustran no van a conocer la felicidad. Cómo no se van a frustrar si cuando llego a casa no les digo con emoción ‘no sabés lo lindo que me fue en el trabajo’. ¿Cómo van a ser felices mis hijas, cómo van a querer crecer?
En un estadio social donde los rompimientos de parejas y por ende de las familias, son cuestiones cotidianas, ¿cómo influye esa situación en el comportamiento de los hijos?
-Influye totalmente, hay familias muy frágiles que no pueden sostener las frustraciones en la pareja, entonces trasladan sus frustraciones y terminan generando otros rompimientos. Para que los hijos sean fuertes el hecho es que papá y mamá deben ser felices, estén separados, en pareja, con familias ensambladas, no importa con la familia que tengan o solos, pero siempre felices. Porque cómo vamos a hacer para que nuestros hijos sean felices si no se frustran, si no hay disciplina, autoridad, pero todo esto no quiere decir ‘mucho palo pa que aprenda’, sino respeto. Mi hija me dice ‘Papá me olvidé la tabla de dibujo ¿me la traes?’. ‘No, pero quedate tranquila que está acá en casa, no te preocupes, pero no te la llevo’. Eso es disciplina y ¿cuántas veces se van a olvidar después de la tabla de dibujo?
-En su opinión, ¿los niños tienen que aburrirse?
-Los niños tienen que aburrirse porque del aburrimiento nace la creatividad, pero a veces no dejamos los padres que los gurises se aburran y los empachamos y confundimos empacho con felicidad. Y pensamos ‘yo no quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí’. O ‘quiero darle todo a mi hijo porque mi padre no me dio’. Y ahí está el raye con la cosas anteriores, porque tenemos que aceptar lo que el viejo no nos pudo dar. Yo hablo de mi vida personal en el libro y por ejemplo, uno de mis cuatro hermanos es psicólogo también, entonces recuerdo siempre a mi madre que con su gran sentido del humor dice: que dos psicólogos no alcanzan para entender a nuestra familia. Pero volvemos a lo del principio, los hijos tienen que aburrirse, porque es la manera de explorar su creatividad.
