Siempre fuimos partidarios de revisar hasta los tuétanos a quienes desempeñan cargos públicos y de alguna manera manejan los dineros del pueblo. Por estos días se ha planteado nuevamente una situación que nos reafirma en nuestra opinión.
Decimos esto porque no nos confundamos en algún momento se piden investigaciones, tras investigaciones, pero la primera “trampa” del poder político radica en no darle recursos y saturar a los órganos que tienen por cometido investigar estas acciones.
Hemos volcado aquí nuestra opinión sobre las leyes que no se cumplen. Es así que la JUTEP ( Junta de Transparencia) tiene un protocolo que supuestamente establece declaraciones juradas para todos los legisladores, tanto de ellos como de sus cónyuges.
Pero aun habiendo casos en que estos protocolos no se cumplen o se ignoran abiertamente, la JUTEP no tiene potestades para sancionar o exigir dicho cumplimiento. Similar es lo que sucede con el Tribunal de Cuentas.
Es más, cuando hay que hacer alguna investigación, a menudo engorrosa o complicada (quien aporta fondos para un campaña por ejemplo), que requiere la participación de un profesional, el órgano de contralor se encuentra con que carece de él, pues no se lo han autorizado.
Similar es también y el caso a que nos referíamos, es la Corte Electoral que tampoco está facultada para sancionar, así pueda probar una violación a las normas. De hecho conocemos caso en que se ha violado “olímpicamente” la veda de propaganda en las 48 horas previas a cada acto electoral, norma que no alcanza a las plataformas extranjeras de Internet que no aportan nada al Estado ni empleos, ni impuestos, etc. etc.
Diríamos que el rol de estos órganos es “para la tribuna”, porque no hay quien no se remita a ellos cuando hay que denunciar algo. Pero además de la revelación pública ¿hay alguna otra consecuencia?
No nos hagamos ilusiones entonces. Tanto la JUTEP con el Tribunal de Cuentas y otros se han convertido en órganos instalados para crear cargos muy bien remunerados, pero en los hechos su labor es totalmente intrascendente.
¿No es acaso este un defecto del sistema democrático que nos rige o fue concebido en otros tiempos y para otros políticos? Mientras esto continúe manejándose de igual manera, no habrá posibilidades de otra cosa.
Establezcamos además prioridades, porque no es lo mismo investigar una nimiedad para perder tiempo, que hacerlo en asuntos importantes que van mucho más allá del interés personal o particular.
A.R.D.
