De lo que no hay dudas: el fútbol fue resignando aquella esencia más o menos romántica o de principios. El fútbol desde el fútbol mismo. A nadie escapa que se fue montando el gran negocio, donde el jugador de fútbol suele sostenerlo con su acción, pero no siempre germina en la ambición, porque no faltan los que lo usan primero y lo descartan después. Las sensibilidades humanas no parecen recostarse en ese universo de los negocios. ¡La dolarización de la gambeta!
MIRANDO AL SUR
Algunos clubes de Montevideo (Danubio y Defensor Sporting entre otros), enfatizan a manera de política: el futbolista que llega, debe estudiar. El que no estudia y rinde en esa área, retornará a su comarca en el interior. Parece ser una actitud casi paternal de esos clubes. O de esos dirigentes. Pero el hecho es que no todos los jóvenes futbolistas (ha pasado con cientos de salteños), se adaptan a ámbitos educativos que le son ajenos. El entorno los supera: los deprime.
LA RESIGNACIÓN DEL VOLVER
Con no pocos salteños ha ocurrido: el reintegro al pago. Y muchos de ellos (penosamente), con la mochila cargada de angustiosa frustración, con una consecuencia atroz: el abandono de los estudios. Pero además, la pérdida de tendencia hacia un oficio que posibilite la inserción en el mercado laboral.
Algunos de esos adolescentes, con otra realidad a cuenta: alcanzan la condición de padre a temprana edad, pasan a convivir en el hogar de esa madre igualmente precoz.
Nacerá entonces, todo un entramado donde la armonía no siempre fluye y el desencanto se vuelve cotidiana expresión. Es cuando definitivamente aquel sueño de futbolista se vació en el tiempo y el hombre que va madurando a la vida, refleja la impotencia por una cuestión clave: las herramientas que no tiene. Sin oficio, y sin estudio. Es cierto que pasa a ser… navegante de la nada.