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lunes, 19 de mayo de 2025
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Sin agenda y en pantuflas

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El primer fin de semana del intendente electo, se le ocurrió soñar…

Después de una semana de alto voltaje político, con más entrevistas que un famoso saliendo del “Bailando”, con preguntas repetidas como eco en cañón y respuestas que sonaban calcadas. Después de variadas entrevistas en Montevideo, llegó el tan ansiado primer fin de semana del intendente electo.

Un sábado sin agenda, sin flashes, sin selfies con señoras que lo confunden con el sobrino de un ministro. Una noche tranquila, en pantuflas, con mate en mano, rodeado de familia y con el control remoto como único poder a ejercer.

Y ahí, justo ahí, cuando empezaba a cerrar los ojos y el zapping lo llevaba de un documental sobre tapires a una película doblada con acento neutro, el Capitán se duerme. Pero no fue un sueño cualquiera… No señor. Fue una mezcla de ópera criolla, desfile medieval y congreso de pedidos.

EL GIMNASIO ONIRICO Y LA PROCESIÓN MUNICIPAL

De pronto, se despierta… o eso cree. Pero no está en su casa. Está en un gimnasio gigantesco, con luces cenitales y olor a torta frita vieja. Sobre un escenario elevado, con un fondo de cortina arrugada y telgopor brillante, ve una figura familiar: alguien parecido a Alejandro Secco, con túnica blanca y una vara que más que vara parece el perchero de una escuelita.

—¡Que comience la procesión, el nuevo intendente los escucha! —truena la voz con eco bíblico, y el gimnasio ruge como tribuna en clásico.

Primero, entran los seis alcaldes, cada uno con su banda, su escudito y un séquito de concejales que parecen monaguillos en misa patronal. Se arrodillan casi al unísono, como si ensayaran en el hall del edificio central.

—No nos olvides, gran jefe —le dicen—. Vos sabés que somos autónomos, pero el que reparte, reparte, y el que no, no es intendente…

El intendente intenta responderles, pero se van flotando en una especie de neblina de incienso administrativo.

DESFILE RURAL CON PEDIDOS Y MAS PEDIDOS

Acto seguido, el gimnasio tiembla. Llegan tractores, caballos, camionetas 4×4, una cosechadora, un carro con altoparlantes y hasta un cuatriciclo con banderaS. Son los productores rurales con un listado tan largo como una boleta de taxi del interior.

—Queremos caminos —gritan—, policlínicas, luz, agua, internet y que nos manden médicos, ambulancias, y ya que estamos, un cajero automático que funcione después de las seis.

Las mujeres rurales, empoderadas y decididas, piden centros de belleza en cada paraje, gimnasios con aire acondicionado y cosméticos a precio de promo.

Los jóvenes rurales reclaman wifi libre, academias de programación en las casas y becas para estudiar desde la tranquera.

Los sindicatos de peones piden derechos y agua fría en las marchas, los patrones piden menos impuestos y que el intendente sonría más en las reuniones de campo.

Los docentes rurales se acercan en grupo, con los tobillos llenos de barro, suplicando que les arreglen los caminos porque una vez más les saltó el amortiguador de la moto.

Después vienen las ONGs, las comisiones vecinales, los bomberos, los policías, los inundados (con botas de goma y un balde), el PIT-CNT, ADEOMS, los que hacen fila para todo, los religiosos, los laicos, el centro de choferes, los ex choferes, los que quieren volver a ser choferes, y por supuesto, los amigos… y los amigos de lo ajeno, que siempre encuentran la puerta abierta.

El flamante intendente empieza a sudar. No sabe si está emocionado, asustado o simplemente no le apagaron el aire. Pero no se detiene. Recibe, anota, asiente, no promete, pero a ver que se hace

LOS REYES Y EL JINGLERO

De pronto, en medio del murmullo celestial, aparecen tres sombras legendarias: Fonticiella, Chiriff y Lima, entrando como reyes magos con sus programas en mano. En una mano el plan, en la otra el mate, y entre los tres, el mismo mantra: “Unidad en la diversidad”.

A los pocos segundos, irrumpe Malaquina, envuelto en humo de incienso y acompañado por De Brum con una radio portátil a todo volumen:

♪ ¡Avanza, Malaquina, avanza…! ♫

Atrás viene la Coalición Republicana, sus correligionarios, un sacerdote con sotana multicolor, una murga improvisada, un caballo suelto y un grupo de dirigentes de Salto Uruguay que todavía no saben qué pedir, pero están seguros de que algo les corresponde. Y el Silvio Previale meta acordeón nomás.

Todavía no firmó un solo decreto, pero ya gobernó tres veces en su sueño.

Todavía con el corazón bombeando como bombo de murga y los ecos de «¡Avanza, Malaquina!» sonando en algún rincón del cerebro, el intendente electo se despabiló del todo.

Tiene que entender Intendente, el pibe es nuevo, joven, pujante, alegre, sin él usted marchaba…

ALGUIEN PREGUNTA

—¿Y ahora… cómo va a ser la asunción?

De inmediato, se le abrió una segunda película mental. Una mezcla entre acto cívico y fiesta patronal.

¿A quién invitar?

Primero, la lista de invitados. Ya sabía que iba a ser como armar el casamiento de una tía: si invitás al primo segundo, tenés que invitar al primo tercero, y si no va el suegro del edil suplente del partido aliado, se arma la gorda.

Anotó mentalmente:

Familia, claro. Toda. Aunque algunos no votaron por él (“igual son de la sangre”, se decía con el diente apretado).

Las autoridades salientes. Aunque con alguno había tenido roces… bueno, “saludo protocolar y beso en el cachete”.

Los alcaldes. Todos, incluso el que le dice «jefe» con cara de «ya te voy a agarrar».

Los ediles. Los de su partido, los de la coalición, los de la oposición, los que todavía no asumieron y hasta uno que no entró pero sigue yendo a las sesiones.

El cura, el pastor, el Pai de Santo, el dirigente de la comunidad budista y la señora que hace reiki en la feria.

El señor que siempre se disfraza de Artigas en los actos escolares.

El gaucho del desfile patrio que anda con la bandera a todos lados.El grupo de danzas típicas, la comparsa, la murga, el ballet folclórico y dos coros que ya le pidieron cantar el himno.

La banda municipal. Y si no hay, se alquila una.

¿Y los amigos? ¡Claro que sí! Pero no todos. Algunos estaban demasiado ansiosos. Pancho Blardoni ya anda con un balde y una cuchara con ganas de salir arreglar las calles, Walter Texeira Nuñez saca y saca fotos, para calmar los nervios pero carga con varias calculadoras en su mochila para ir haciendo cuentas para cuando tome Hacienda. Carlos Silva con bombitas de luz para iluminar los barrios. Facundo Marziotte quiere salir a junta la basura, como prometió. Facundo Esteche está sentado en la puerta de la Junta departamental esperando que abran nervioso por sentarse en su banca, con gorrito y todo.

Entonces pensó en el discurso de asunción.

—No vengo a prometer, vengo a comprometerme…

Y pensó: Eso sí. Eso suena bien. A firmeza. A mate con yuyos.

Se le ocurrió cerrar con una frase tipo “¡Salto se pone en marcha!” pero dudó: eso le sonaba demasiado a taller mecánico. Quizás algo más criollo. Algo como:

—¡Salto no se duerme! ¡Salto madruga!

Y también pensó en el momento exacto en que le iban a poner la banda, ese gesto solemne. ¿Dónde mirar? ¿Qué cara hacer? ¿Una media sonrisa o el rostro de estadista sufrido?, Ingrid me mostrará el decreto de nuevo?

El Whisky de Herrera y la Selfie con Luis

El mate seguía humeante, pero la cabeza del flamante intendente ya hervía de otra cosa: la lista de invitados nacionales.

—¡Ah, claro! ¡Los de arriba!

Porque si hay acto de asunción en tierra oriental, tiene que haber presencia fuerte, y eso significa Lacalle Pou, como mínimo.

—Luis no puede faltar —dijo en voz alta, como quien invoca a una estrella del pop—. ¡Ese viene! Y si viene, hay que estar listos: preparar la moto de agua, una tabla de surf, o al menos una caña pa’ pescar en el río.

Pero después se acordó del detalle diplomático: también hay que invitar al presidente Orsi.

—Ese sí que está entusiasmado… Me llamó tres veces ya. Me trató de «querido compañero», «amigo» y «mostro» en la misma conversación.

Y claro, eso también lo puso a pensar: ¿y si Luis y Yamandú se cruzan? ¿Qué hacemos? ¿Separarlos en la lista de oradores como en casamiento con familia dividida? ¿O se los sienta juntos para una selfie con los dedos en V y la sonrisa de “acá nadie pelea”?

Pero ojo, que también hay que invitar al padre de Luis. Al mismísimo don Lacalle Herrera.

—Ese no te toma mate, no señor. Ese se baja del auto preguntando si hay whisky.

Así que el nuevo intendente ya se imaginaba dando la bienvenida en la entrada del acto con una sonrisa en la cara y un Johnnie Walker bajo el brazo:

—Bienvenido, doctor… ¿doble o solo?

Y por si acaso, alguien sugirió que a Lacalle padre mejor no se lo siente al lado del cura ni del director de la escuela, que después las anécdotas se desbandan.

Después del discurso, las fotos y los saludos, iba a haber un brindis. Pero no un brindis cualquiera. No, no. Un brindis de esos con bandejeo, medialuna salada, empanada criolla, una mesa larga con fiambres locales, y atrás un mural con la leyenda:

“¡Bienvenidos al Salto de los tiempos nuevos!”

Con eso, nuestro intendente soñador —ya no dormido, pero todavía en un limbo entre lo real y lo posible— se sonrió solo y pensó:

—¿Y si en lugar de todo esto, nos vamos al río, armamos una carpa, metemos unas guitarras y brindamos igual?

Pero enseguida volvió el mate, la agenda, la llamada perdida de un concejal, y una notificación que decía «Reunión con Jefatura, 08:30 hrs.»

Suspiró hondo. Miró por la ventana. Y dijo:

—¡Y bueno… que comience la procesión!

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