Hoy por: Jorge Pignataro
Poemas para niños
La canción de los duendes” se titula el libro recientemente publicado por el poeta montevideano Jorge Arbeleche. Cabe recordar que en el mes de mayo, el autor estuvo en Salto, concretamente en el liceo Nº 5, brindando algunas charlas en conmemoración del Día del Libro, ocasión que también sirvió como presentación del nuevo libro, en tanto compartió con el público la lectura de algunos de sus poemas.
Un libro diferente en la trayectoria de su autor:
Es “La canción de los duendes” un libro sin antecedentes en la trayectoria de Arbeleche: un libro de poesía destinada a niños.
La literatura infantil, pese a lo que a veces puede creerse, es un estilo de muy difícil elaboración, en la medida que el autor debe considerar varios aspectos: no subestimar la inteligencia del niño lector; explotar al máximo esa capacidad imaginativa quizás en potencia aún; y sobre todo no caer en lugares comunes o gastados clichés, teniendo en cuenta que los elementos del mundo que se incluyen en esta literatura están acordes a los que un niño conoce y, por tanto, puede verse limitados. Todos estos aspectos son manejados con maestría por Jorge Arbelehe.
El nuevo libro, con ilustraciones de Cecilia Mattos y editado por la editorial uruguaya Paréntesis Editora, demuestra un minucioso cuidado por cada detalle de la edición. Más allá del contenido, se trata de un libro atractivo y de gran valor como objeto, que llama la atención por sus colores, sus hojas de papel brillante, sus varias y muy buenas ilustraciones, las formas dadas por la disposición gráfica de las palabras en varios poemas (donde se desautomatiza la disposición tradicional de versos horizontales). En formato cuadrado y grande (20 x 20 cm.), el libro se asemeja a un folleto que deslumbra por sus juegos de colores, movimientos y mensajes.
Los títulos de todos los textos del libro comienzan con la palabra “Canción”, así por ejemplo: “Canción para Sebastián”, “Canción de los tres ladridos”, “Canción del Duende Rojo”, etc., con lo que se predispone aún más al lector a percibir –y disfrutar– de la musicalidad que brinda la combinación de palabras en cada texto y hasta en cada verso. Demás está decir que la musicalidad está lograda con un gran manejo, sutil, de la métrica y la rima.
No faltan tampoco permanentes referencias a otras obras literarias, a sus personajes y situaciones, y no sólo de las que se han escrito para niños. Es posible encontrarse en estas páginas con Don Quijote y Dulcinea del brazo, con el Gato con Botas, y tantos más.
El amor como tono dominante
Si bien, como se ha dicho, es éste un libro diferente a los que componen el resto de la obra poética de Arbeleche, no es erróneo sostener que el tono predominante se mantiene, y es el amor. El amor en todas sus manifestaciones es la expresión que caracteriza la poesía de este autor. Aquí, el amor filial es presencia dominante. Pero también el amor entre niños y animales, nubes, duendes, sirenas, y muchos otros seres fantásticos. Y por encima de todo esto: Dios. Un Dios-amor, un Dios-protección: “desde arriba o abajo/ los está cuidando Dios”. Es que el mundo maravilloso de “La canción de los duendes” no es otro que el de “los prados serenos de Dios”.
Un libro en tres secciones
Si se observa el contenido en sí, vale decir que los poemas se agrupan en tres secciones: “Álbum familiar” (con seis poemas), “Voces de cachorrería” (que incluye tres poemas), y finalmente la que da nombre al libro, “La canción de los duendes” (con cuatro poemas). En “Álbum familiar” es posible encontrar la dedicatoria a familiares reales del autor: “Para Maitané Bessonart Arbeleche”, “Para Juan Diego Bessonart Arbeleche”, “Para Sebastián Arbeleche De Georgio”, y otros. Así planteado, el libro es casi una continuación, pero ahora dirigido a niños, de la postura de su libro anterior, el que ya desde su título, “La Sagrada Familia”, apunta al rescate y fortalecimiento de los vínculos familiares a través de la poesía. En la sección “Voces de cachorrería” es más clara la presencia de animales. Empieza el primer poema: “Tres ladridos tuve/ en los tiempos lejanos/ de la mi niñez. / Eran luminosos/ eran juguetones/ uno era manchado/ el blanco con negro/ negro con el blanco/ otra era azabache/ y otro era de oro”. Y el segundo: “Yo no tengo gato. Poeta sin gato/no me da fianza. Puede ser trovero/ rey de juglaría. Pero la Palabra/ yo no me lo creo la vaya a encontrar”. La última sección es la que tiene a los “duendes” con mayor protagonismo. Como seres fantásticos actuando a modo de personajes y también como musa inspiradora. Sobresale allí el poema “Canción de la Música de los Duendes”, texto extenso dividido en seis partes. Trascribimos un poema de esta última sección:
Canción de los Duendes
“Érase una vez…” nos cuentan los cuentos
pero el cuento que les contaré
muy de verdad fuera. Nada de ficción.
Tal vez un poquito de imaginería
es buena pimienta para la leyenda.
Era un bosque entonces éste que les cuento
por donde habitaban ángeles y duendes.
¿Qué comen los ángeles?, preguntó la niña.
Bombones de luna y jugo de nube,
yo le contesté.
¿Y los duendes comen?, volvió a preguntar.
Bizcochos de espuma, gotas de rocío,
yo le respondí.
Por allí pasaran muy de madrugada
gatos de la noche, perros callejeros
que el producto entero de su digestión
por allí al descuido intacto dejaron
con su mal olor.
Me dijo la niña, dijera, dijera:
Pero si eso comen, liviano alimento,
por aquí yo huelo la caca del duende.
Y aquí me faltaron para bien seguir
alas de los duendes, fábula y color.
