«Recorrí mucho América Latina cuando estaba medio en crisis y no sabía qué quería hacer, en ese entonces me hice lo que en Argentina se llama linyera»

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    Entrevista a Obispo Fernando Gil

    El Obispo de Salto, Monseñor Fernando Gil, «llegó para quedarse», titulaba una publicación oficial de la Iglesia Católica cuando arribó a nuestra ciudad en el pasado mes de setiembre, sucediendo a Monseñor Pablo Galimberti. En víspera de una nueva Pascua, EL PUEBLO dialogó con Monseñor Gil sobre los temas que preocupan a la Iglesia en estos tiempos.

    – ¿Cómo se habituó a Salto?
    – No me fue nada difícil, ya conocía Salto, yo venía a visitar a mi tío, a Monseñor Daniel Gil, así que ya era tierra conocida, conocía a varios sacerdotes, a Galimberti ya lo conocía también. Y después la vida, comparada con lo que es el Gran Buenos Aires, es mucho más tranquila. Estuve 36 años en Moreno, el Gran Buenos Aires es el hervidero de vida, de conflictos, de todo.

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    – ¿Extraña ese ritmo de vida?
    – No, no, para nada. Me siento mucho más a gusto acá.

    – ¿Cómo encontró a Salto?MonseñorGil2
    – He recorrido mucho los barrios a través de las capillas. Tú sabes que Salto tiene cuatro parroquias, la del Carmen, que es la más antigua, es muy grande porque abarca muchísima zona de campaña. Una de las capillas en las que estuve en Paso del Parque, son casi 120 kilómetros por caminos complicados. Y después la ciudad en sí, con sus barrios, su dinamismo, también los he ido conociendo despacito. Una ciudad linda, con mucha tradición, históricamente importante y también con muchas cosas por hacer.

    – ¿Cuáles serían aquellas tareas prioritarias para encarar en la sociedad?
    – La Iglesia se construye encima de sociedades concretas, entonces la comunidad que hay en las parroquias, que son muy lindas, muy vivas, van interactuando, cada uno en su barrio, en su lugar. Así que una de las prioridades es esa, acompañar el camino de cada una de las comunidades, tanto las parroquias, sería en el Cerro, en Santa Cruz, del Carmen y la Catedral, como en las capillas en cada una de las parroquias que están insertas en los barrios. Cada comunidad es un poquito distinta. Algunas comunidades están un poco envejecidas, otras más dinámicas, cada una es distinta.
    Después la otra cosa que interactúa mucho con la sociedad de Salto son los colegios católicos, que es otro mundo pero que muchas veces, por ejemplo el Santa Cruz, el colegio está dentro de la parroquia, así que interactúa también con la vida parroquial.

    – Al cura se lo suele identificar con la imagen del pastor, así que le pregunto por su rebaño, ¿cómo lo encontró? Porque de pronto lo halló desperdigado, al extremo que el Papa Francisco llegó a decir que si los feligreses no van a las iglesias, entonces es la Iglesia la que debe ir a la gente.
    – Ha sido una opción mía, porque es la forma en la que yo estaba también tratando de vivir el sacerdocio en Argentina. La Iglesia, en palabras del Papa Francisco tiene que ser una iglesia en salida, pero es algo que ya hace tiempo que hemos estado viviendo, particularmente en la Diócesis de Salto a través de la figura de los Obispos que han tenido, ha sido una Iglesia muy presente fuera de la sacristía. No es solo tener una iglesia que espera a que la gente venga a recibir sacramento sino que está metida en todos los lugares, como en la campaña, en medio del barrio acompañando procesos sociales, iniciativas de distinto tipo.
    Una de las cosas que me da mucha alegría cuando los voy a visitar, porque es una obra muy importante, donde se da un proceso de colaboración entre el Estado y la Iglesia, son los CAIF, que prestan un servicio precioso, sobre todo en la zona de gente más humilde. Y me ha llamado mucho la atención cada grupo humano que está en un CAIF, con la alegría que vive su tarea. Generalmente están tocando las heridas más profundas de la sociedad, porque hablamos de los chicos más chiquitos que viven en lugares de marginación muy grande, y sin embargo es un trabajo tan humano que produce alegría, a pesar que son heridas.

    – Para ser gráficos, a la Iglesia Católica le ha surgido competencia, y como la gente está en constante búsqueda, de repente se puede perder en esa multiplicidad de ofertas espirituales y metafísicas donde le ofrecen todo. ¿Cómo diferenciar a la Iglesia Católica de las demás propuestas?
    – No me gusta la palabra competencia. Hay que distinguir cada grupo por los fines que busca. Por ejemplo, con las iglesias evangélicas, tenemos muy buena relación. Como decía Jesús en el evangelio, el que no está contra mí, vamos remando juntos, porque presentamos al mismo Jesucristo. Después hay otras ofertas, parecería que el mundo se ha convertido en un gran supermercado donde cada uno va y busca lo que necesita. Algunas engañosas, donde prometen distintas cosas a la gente sobre el sufrimiento, el bienestar, donde hay engaños o engaños parciales, prometiendo cosas que tal vez no son verdad. Y muchas veces con trampas económicas…

    – ¿Fraudes?
    – Muchas veces sí, o algunas con lavado de dinero del narcotráfico, particularmente en Brasil se ha descubierto eso, muchas pseudo iglesias son como vitrinas, pero que detrás hay negocios turbios, lavado de plata del narcotráfico. Concretamente hubo denuncias de los obispos en Brasil sobre algunas de estas realidades. El que busca a Dios sinceramente, se da cuenta cuando hay algo ver

    dadero o algo falso. Uno tiene como un sentido y la gente tampoco es tonta. El que está buscando sinceramente a Dios o a lo trascendente, se da cuenta cuando hay un engaño.

    – Para la Iglesia, ¿cuál es el principal flagelo que abruma a nuestra sociedad hoy?
    – Hay varios. No sé si ha tenido oportunidad de leer, pero los obispos uruguayos el año pasado, antes de que yo llegara, sacaron un documento muy bueno que hablan sobre la fragmentación de la sociedad. Tal vez ese sea uno de los problemas a encarar y a trabajar entre todos. La fragmentación se da en distintos niveles, en la familia, en la persona, en las búsquedas sociales por hacer cosas. Es muy difícil juntar a un grupo humano y decir, «vamos a arreglar la cancha de fútbol para los chiquilines del barrio». Uno ya estará desconfiando, ¿será político? ¿Será que me quieren sacar plata? Está como esa desconfianza primaria antes de la colaboración. Eso ha aumentado, es un signo de estos tiempos. Entonces tal vez este tema de la fragmentación de la sociedad sea una de las preocupaciones en general de la Iglesia, después hay muchas otras. La familia, el no cuidado de la vida, etcétera.

    – A diferencia de Argentina, Uruguay es un país laico, ¿eso es una dificultad para la Iglesia?
    – En muchos aspectos, es una ventaja. Cuando el laicismo es honesto, entonces cada uno sabe dónde está. Esto es el trabajo de las cosas de Dios y esto otro es el trabajo de las cosas del mundo, por decirlo así. Cuando hay confrontación, que Uruguay la ha tenido mucho a lo largo de la historia, porque el laicismo comienza con la separación de la Iglesia del Estado en 1919, el mismo año en que llega el primer obispo acá, Monseñor Camacho. Entonces, Uruguay tiene la ventaja de un laicismo relativamente maduro pero que tiene que seguir creciendo en conciencia. Hoy en día cuando se habla de laicidad, se entienden muchas cosas distintas.

    En Francia hay un gran debate sobre este tema en este momento que lo inició Macron. La laicidad, ¿qué implica? ¿Qué el Estado niegue lo religioso o que simplemente distinga planos, donde el Estado tiene que ser igual para todos, respetar la búsqueda religiosa de todo el pueblo francés -en ese caso, acá sería el pueblo uruguayo-? Pero no suprimir esa dimensión humana que es constitutiva del Hombre, buscar la trascendencia, buscar a Dios. Entonces, la laicidad puede ser algo positivo en la forma de gobierno.

    – Estamos comenzando una semana importante para la fe cristiana, ¿cuál es su mensaje para nuestros lectores que están atentos a esta semana en particular?
    – Para los cristianos la semana santa es una de las semanas centrales del año, junto con la navidad, son los dos grandes misterios. La venida de Dios, que se hace carne, que quiere vivir en medio de nosotros, y la redención, el Dios que decide entregar su vida, abrir una nueva forma de vida a través de la muerte, la resurrección de Jesucristo. Lo que celebramos los cristianos y los católicos en esta semana santa es esa donación que hace Dios de su vida, que no termina en la cruz, porque muchas veces nos quedamos simplemente en la cruz, sino que termina en la resurrección, Dios nos da una vida nueva.

    La posibilidad de crear relaciones y vivir de una manera distinta. Ese es el mensaje central del cristianismo. Los Hombres estamos invitados a una fraternidad, por decirlo de alguna manera, que se anuda hacia arriba. Hay muchas propuestas de fraternidad, la cristiana es una fraternidad que brota de una paternidad, de Dios que nos quiere hacer hermanos y hermanas a todos. Así que los cristianos en esta semana santa queremos celebrar eso, mirar al crucificado sabiendo que va a resucitar. Acá en la catedral van a poner una cruz enorme que está haciendo el Padre Mauro, pero hay que mirar la cruz sabiendo que hay vida detrás de ella, que no es un sacrificio que termina ahí sino que es como un río de agua viva que nos renueva a todos y nos da la posibilidad de crear puentes fraternos y construir una sociedad desde ahí.

    – Porque la cruz más que una culminación es un comienzo…
    – Exactamente. Por eso llamamos Pascua, que en hebreo quiere decir paso. Para el pueblo judío la pascua es la salida de Egipto. Moisés que saca al pueblo judío a través del Mar Rojo y llegan a la tierra prometida. Jesús asume la palabra de Pascua, y el rito de la Pascua de los judíos en la última cena, pero lo transforma con la donación de su propia vida y ese paso de la muerte en la cruz a la resurrección, con la posibilidad de una vida nueva para todos.

    Perfil de Fernando Gil

    Es Tauro en el signo del zodíaco (8 de mayo). De chiquito le gustaba mucho trepar árboles, «llegar a las cumbres, después lo plasmé con un hobby que es subir montañas. Como recorrí mucho América Latina, cuando estaba medio en crisis y no sabía qué quería hacer, me hice lo que en Argentina se llama linyera. Me encantaba viajar».

    – ¿Hincha de…?
    – Nacional, desde chiquito, desde los 5 años.

    – Esa es su cruz (risas)
    – Cruz y resurrección (más risas)

    ¿Una asignatura pendiente? Que piense así de golpe, no. He viajado mucho y conocido a mucha gente. Hace un tiempo alguien me preguntó si yo me aburría, «no tengo tiempo para aburrirme», le contesté.

    ¿Una comida? Las pastas. ¿Un libro? Cada tanto leo poesía, que nos abre a otras profundidades. Me gusta mucho una poeta uruguaya, Circe Maia. ¿Una película? «El cielo sobre Berlín», película alemana. ¿Un hobby? Ir en verano a las montañas a descansar. ¿Qué música escucha? El folklore, el de acá del litoral es precioso, la chamarrita. ¿Qué le gusta de la gente? La sabiduría. ¿Qué no le gusta de la gente? El odio, la distancia y esto que te decía de la fragmentación, cuando cada uno se pone en una vereda distinta y nos gritamos y no nos entendemos.

    Leonardo silva

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