En estos días nos hemos enterado que las autoridades gubernamentales han decidido clausurar actividades en el ex establecimiento El Espinillar, donde se alojaban las viviendas de los jerarcas.
Desde hace algunos años estas dependencias pasaron a estar a cargo del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), donde las personas privadas de su libertad conviven con sus familiares y quienes han entrado en contacto con los privados de su libertad sostienen que hay una notoria mejoría hacia la rehabilitación de estas personas.
El acceso a esta posibilidad obviamente que no está librado a todos los privados de libertad, cualquiera sea el delito cometido, sino sólo para algunos y en especial para aquellos cuyo comportamiento y manifestaciones indican que están interesados en rehabilitarse y reincorporarse a la sociedad.
Es una lástima, porque de lo pocos programas que se han puesto en práctica para rehabilitar a estas personas, esta es casi única. El cambio de conducta es notorio, nos decía una persona que concurre periódicamente al lugar y afirma que actualmente hay sólo un par de personas con sus familias allí y ya tendrían fecha marcada para dejar el lugar.
La rehabilitación de las personas privadas de su libertad es uno de los temas en los que no vemos mayor avance y lo poco que existe, como en este caso corre serio peligro de eliminación.
Quienes siguen nuestras opiniones saben que no somos partidarios intentar la rehabilitación a todo recluso, porque hasta el momento no nos hemos convencido que todos los privados de libertad tengan interés en rehabilitarse.
No significa esto que no compartamos el otorgamiento del derecho a facilitar la rehabilitación abierta para todos, aunque estamos seguros que no todos la aprovecharán. Aún así entendemos que vale la pena insistir y con que se rehabilite un bajo porcentaje justificará la permanencia de estos planes.
Sin en alguna oportunidad nos interesamos en conocer debidamente algunas de las múltiples causas que llevan al camino del delito, veremos que en un alto grado influye el escepticismo, la decepción, de la falta de educación, la pobreza, la discriminación en que nacen algunas de estas personas.
Además muchas veces se incentiva el camino del delito, con la política del “hacé la tuya” y el eslogan tan repetido en la sociedad de nuestros días de que sólo vale el que tiene (valores económicos) y no los que cultivan valores espirituales y morales.
Esperemos que se recapacite y se valoren debidamente los planes de rehabilitación.
A.R.D.