Es llamativo observar como hasta que no suceden las tragedias no parece que seamos capaces de tomar conciencia de algunos temas que permanentemente navegan en el filo de ellas.
Nos referimos concretamente a los conductores de ómnibus y camiones de transporte de carga que muchas veces conducen por muchas horas sin descansar. Es más, es sabido que los controles que establece el MTOP, en una especie de planillado, son fácilmente burlados y los propios conductores saben como se lo hace frecuentemente.
Tenemos muy claro que en el fondo se lo hace por un problema económico. Los conductores ganan por la cantidad de kilómetros recorridos y por lo tanto cuanto más horas hagan más kilómetros y mejor remuneración.
Claro está, que incentivados y motivados únicamente por la filosofía de «hacé la tuya», ni las empresas, ni mucho los propios conductores o guardas informan a los pasajeros de cual es su situación real, cuantas horas han descansado al tomar el turno.
Tampoco los camioneros de grandes empresas suelen hacer problema ante esta situación y algunos optan por tomarse determinados medicamentos para «aguantar» el sueño.
Pero el problema no se limita a estos conductores, porque también los automovilistas muchas veces conducen o alcoholizados o sin descansar y por lo tanto la posibilidad de una distracción o un descuido es muy alta.
Este elemento es el que lleva a los técnicos en materia vial a negarse a considerar estas tragedias como «accidentes», prefiriendo hablar de «siniestros», la diferencia radica en que mientras un accidente se considera absolutamente impredecible, los denominados «siniestros» son consecuencia siempre de una irresponsabilidad, de algo perfectamente evitable, si se obra con la responsabilidad debida.
La tremenda tragedia ocurrida recientemente a la salida de Paysandú con el choque fatal de dos camiones, nos refresca ese gravísimo problema. Los dos conductores muy jóvenes perdieron la vida cuando uno de los vehículos se cruzó de senda e impactó de lleno en el otro.
Es probable que nunca se aclaren debidamente las causas, que nada se cambie en cuanto a la omisión de los controles y por lo tanto, tampoco hay derecho a hacer demasiada «alharaca» cuando pasan estas cosas, porque mientras no pasan, preferimos hacernos los distraídos..
En el fondo todos somos culpables, pero particularmente quienes teniendo que cumplir los controles correspondientes no lo hacen o al menos no lo hacen en la forma debida.