Mons. Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo acaba de realizar una advertencia a toda la sociedad uruguaya. Es que nadie como él nota que hay una fragmentación, una división peligrosa en el seno de la sociedad uruguaya. Más allá del legítimo orgullo que sentimos al ver a ambos presidentes del país, el actual y el electo que asumirá en el mes de marzo próximo, concurriendo juntos y compartiendo en el acto de asunción del primer mandatario en el vecino país.
Es que nadie como Mons. Sturla es capaz de auscultar en profundidad el verdadero sentir de los uruguayos y nadie como él teme que se produzca lo que los argentinos han coincidido en llamar “la grieta” que no es otra cosa que la división del país en dos partes casi irreconciliables entre si.
Los uruguayos nos hemos sentido orgullosos de haber dado una muestra de integración y de tolerancia democrática, apenas superadas las instancias presidenciales.
Pero a poco se revisen las redes sociales en nuestro país se coincidirá en cuanta razón le asiste al jerarca de la Iglesia Católica. Es que hay dos bandos políticos en el país que a nuestro entender están lejos de asumir que el poder no es de nadie en particular, sino del pueblo, en el descansa y es él que con la expresión popular elige a sus gobernantes.
Por lo tanto los radicalismo aquí no tienen lugar.
A los uruguayos nos haría bien en estos momentos un gran baño de humildad, virtud que a nuestro entender distingue a los verdaderos “cracks” en la ciencia o en la disciplina que sea.
No tiene -para nosotros valor alguno – lo que aparentamos ser. Si no es genuino, nada tiene valor y de acuerdo a lo que se lee en las redes sociales, hay un margen inadmisible de intolerancia.
No nos afiliamos a quienes sostenían que hay un sector de la política uruguaya que se resistía a entregar el poder, porque estamos seguros que nunca fue así. Pero tampoco admitimos como válidas las críticas y los enjuiciamientos a un gobierno que aún no ha asumido.
Condenamos con todas nuestras fuerzas cuando en el 2005 el gobierno saliente retaceó y ninguneó la información sobre el estado de situación que enfrentaba el país. Lejos de ser una adecuada transición, la nueva fuerza política que asumía el poder por voluntad popular hubo de aprender sobre la marcha, porque la maquinaria del anterior gobierno lejos estuvo de colaborar y contribuir con quienes llegaban.
Condenamos aquella actitud y condenaríamos la presente si se probara que estamos cayendo en lo mismo. Para nosotros el mayor valor radica en las auditorias de terceros, para auscultar y determinar a ciencia cierta cuál es la situación que se presenta.
A.R.D.