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SALTO. 4 DE DICIEMBRE DE 2018

Hola, soy docente de educación primaria y conozco el caso del adolecente, Carlos Mateo. Debo decir que cuando leí la noticia sentí mucha indignación, impotencia y desvalorizada.
No fui docente de Mateo, pero compartí muchos espacio y momentos con él, su hermano y su mamá.
En primer lugar quiero aclararles que en la escuela que concurrió se le hizo una rampa para que pudiera acceder sin dificultades (esto ocurrió antes que se hiciera obligatorio poner rampas en todas las escuelas); el salón que se le brindó por 6 años fue el de la planta baja (ya que la escuela es de dos pisos). Sus compañeros no tuvieron la posibilidad de disfrutar de los demás salones, aceptaron la situación y allí transcurrieron su escolaridad.
Conversando con otro compañero de trabajo, me cuenta que recuerda que sus compañeros de 2º año (7 años) lo trasladaban a todos lados y salían corriendo a buscar una servilleta para limpiarle la boca y nariz cada vez que lo requería. ¿Eso es discriminación? Esos chiquitos de 7 años lo trataban como otro integrante más del grupo.. Y esos niños fueron los que estuvieron con Mateo hasta 6º año; fue respetado, querido y acompañado en todo momento.
El baño, que es el de los docentes, fue remodelado, justamente porque teníamos un niño con “capacidades diferentes”. Pues su mamá iba una vez al día, casi siempre después del almuerzo a higienizarlo.
También recuerdo, hablando con autoridades de esa época, cuando su mamá se emocionó un día al ver a su hijo jugar en el patio de la escuela, jugando con sus compañeros.
Me siento dolorida, porque los años que compartí con esa familia, siempre-siempre se la apoyó y ayudó. Recuerdo que la mamá hacia unas exquisitas tortas, para salir adelante con sus hijos, todas las maestras le comprábamos y hasta la escuela cuando teníamos alguna ocasión especial.
Cuando la escuela se convirtió en tiempo completo, todos los días venía su hermano mayor o su mamá, para sentarse con él y sus compañeros en el comedor y compartir el almuerzo; y si alguna vez no estaban…la maestra lo hacía.
Me gustaría aclarar que nunca se hablo de “integración” en el sistema educativo, sino de “inclusión”; son dos cosas diferentes para nosotros los docentes. Integrar es darle un lugar en un salón y listo, inclusión, es respeto-tolerancia-planificar diferente para rescatar las potencialidades del alumno y apoyar su autoestima.
En mi escuela, que fue la que dicho adolescente fue, se trabaja con la inclusión.
Por favor familias, la sociedad está muy agresiva y confundida, todos tenemos errores por eso somos humanos, y de ellos debemos aprender…no atacar.
Pienso que acá no está en juego la institución pública, sino aquellos docentes que tuvieron y tienen en sus manos sacar adelante a niños con “capacidades diferentes”, nadie es discapacitado, todos tenemos algo para enseñar y dar al otro.

María Nan

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