Los salteños nos hemos habituado a mostrar la parte de la película que nos favorece y hacer todo el “ruido”, vociferar con esa parte. Nos explicamos, cuando se habla de “informalismo” se apunta específicamente al “bagashopping”, cuya existencia no se puede negar y es “emblemática” para graficar la situación.
No se habla de tantos otros aspectos que también son “informales” y que necesariamente obligarían a cambiar la mirada.
No se habla por ejemplo, de tantos comercios informales, la venta de asado, la venta de pirotecnia, la venta de alimentos bajo variadas formas, repostería, pizzas y otros.
No se habla de las ventas sin boleta.
Tampoco se habla de las compras sin boleta.
No se habla de los empleados “en negro”.
No se habla de tantas otras formas de evadir las disposiciones legales y de “incumplir” con las disposiciones.
No se habla obviamente porque es difícil hallar a alguien en Salto que no sea por lo menos “rozado” por alguna de estas informalidades.
Esta es la cuestión real. Si alguna vez pretendiéramos hallar una salida al tema de la informalidad deberíamos de hallar primero el camino para asumir esta realidad y enfocarla tratando de disminuirla y de llevarla poco a poco, con el menor conflicto y el menor trauma posible, hacia lo que corresponde, una situación más justa y equitativa.
Competir en las mismas condiciones y dentro de la legalidad debe ser el objetivo irrenunciable, pero es utópico pensar que puede alcanzarse en el corto plazo.
Ya sabemos lo que puede pasar si pretendemos plantarnos a rajatablas en materia de represión.
No es lo que queremos, porque además nadie lo quiere así.
Partamos de la realidad, porque hay gente que vive de esto, de los bolsos, del puestito callejero, aunque también haya otros que se han enriquecido y sus actividades es probable que vayan más allá del “informalismo” que conocemos.
Pero es innegable que hay un tema social detrás de esta realidad y negarlo es esconder la cabeza. No hay duda alguna que tenemos cuentas pendientes en materia de formalidad y es imprescindible tratar de llevarlas hacia el camino formal, pero primero hay que encontrar la forma, el camino que sea menos traumático para todos y si nos proponemos, seguramente que entre todos lo hallaremos.
Como se lo hizo con los combustibles y como seguramente tendremos que hacerlo en otros temas.
El punto de partida es la convicción de que la informalidad de alguna manera nos termina dañando a todos. Si todos cumpliéramos. Si todos nos desempeñáramos dentro de las normas formales, seguramente en algún momento alcanzaríamos mejores condiciones de vida para todos.
Este es el punto.
