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Presidentes por unas horas: cuando el poder dura menos que un partido de fútbol

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Diario EL PUEBLO digital
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Hay partidos que duran 90 minutos, asados que se alargan toda la tarde y novelas que no terminan nunca. Pero hay presidentes que duran menos que un almuerzo familiar de domingo, y ni siquiera les da tiempo de emitir una cadena nacional para avisar que lo son. El poder puede ser fugaz, pero estos personajes se ganaron su minuto de gloria.

El domingo en que Couriel fue presidente

—¿Qué tenés que hacer el domingo, Alberto? —le dijo Tabaré Vázquez al senador del MPP y amigo de tantas batallas electorales, Alberto Couriel, a quien en el Parlamento le llamaban cariñosamente “El Bonito”. Este respondió en forma distraída, sin intuir siquiera una posible propuesta presidencial:

—Por ahora no tengo nada programado, Tabaré…

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—Pasá por Suárez y Reyes que tengo algo para vos, te necesito. Es un rato nada más. Vení más tarde que te doy las llaves…

Couriel, algo intrigado, salió rumbo a la Casa Presidencial y allí se enteró. Tabaré se iba para Chile, Nin Novoa más lejos aún, el Pepe estaba imposibilitado y el Ñato se había tomado unos caliburatos con viejos conocidos y debió pedir licencia médica para reponerse.

—Vas a ser presidente por unas horas, Alberto. Va a estar tranquilo, porque es un domingo…

—En pocas palabras, ¿te cuido la casa, Tabaré?

—Algo así…

Corría el 29 de marzo de 2009. Un domingo. De esos en que Uruguay está a media máquina, con olor a pasto recién cortado, mate y la radio prendida para escuchar si Forlán hizo un gol en España. En ese escenario, Alberto Couriel, senador del Espacio 609, se convirtió en presidente de la República por unas horas: de 12:00 a 16:45.

“Así que, como quien dice ‘bueno, si nadie quiere, le toca a Couriel’”, escribió después en su diario, aunque por distracción puso que fue en Suárez y Cavani

—¡Cobro doble por ser domingo! —bromeó, mientras se preguntaba si eso le daba derecho a dos días de mandato.

Dicen que el primer acto oficial fue ir al baño de los nervios y el segundo, mandar un mensaje de texto. En cuanto al gabinete higiénico, le preguntó a uno de los guardias dónde quedaba el más cercano, porque la vejiga estaba realmente llena.

Y en el celular, escribió: “Avisen si pasa algo raro, que yo estoy mirando el partido”.

Lo raro llegó: sonó el teléfono de línea. COFE pidió reunión por aumento, y Couriel respondió:

—Deciles que los recibo mañana.

Porque un presidente de cuatro horas no se iba a quemar con una reunión dominguera con los peludos de los gremios, que seguro venían sin comer. No fuera cosa que Tabaré volviera y los encontrara comiendo tortas y cerveza de la despensa presidencial…

Couriel se empezó a poner nervioso cuando Tabaré demoraba. “¿Se habrá puesto a coquetear con la Bachelet o con Cristina? ¿Estará tomando una caipirinha con Lula?”

—No, Luis Ignacio no toma ni fuma, y menos delante de Tabaré —pensó, y siguió mirando tele.

Después llegó la prensa, pero él ya había devuelto el mando. Se fue con su traje de senador, como quien sale de Disney.

Cuando le preguntaron qué decretó durante su mandato, respondió:

—Que Brasil y Ecuador empaten, así le sirve a Uruguay. El resto pregúntenselo a Tabaré, que ya volvió.


En México hubo uno que fue presidente por el primer tiempo nada más…

En 1913, Pedro Lascuráin fue presidente de México por 45 minutos, durante un golpe de Estado. Lo pusieron ahí solo para cumplir con un tecnicismo legal antes de que Victoriano Huerta asumiera el poder.

Dicen que ni café le ofrecieron.

“El único presidente que no tuvo tiempo de calentar la silla”, se burlaban en las tertulias de la época.

La leyenda cuenta que, para marcar su mandato, Lascuráin firmó un solo papel: su renuncia.

Y se fue a su casa caminando, más aliviado que otra cosa, mientras los soldados discutían quién le avisaba a Huerta que le tocaba.


Gerald Ford, el presidente que no votó nadie

En 1974, tras el escándalo Watergate, Nixon renunció, y Gerald Ford se convirtió en presidente de Estados Unidos sin haber sido elegido nunca, ni como presidente ni como vicepresidente.

“Soy el primer presidente no electo de EE.UU., y espero ser el último”, bromeó.

Ford era tan inesperado como un gol de córner en el minuto 93. Ni él se lo creía.

Su esposa, Betty Ford, contaba que el primer día llegó a la Casa Blanca con las llaves de su casa en el bolsillo “por si esto no duraba mucho”. Duró más que un domingo, pero el susto inicial fue el mismo que el de Couriel: “¿Y ahora qué hago con este lío?”


El mito del diputado argentino que fue presidente por 90 minutos

Esta historia es mitad leyenda, mitad posible, y en Argentina todavía circula en sobremesas con café y soda.

Cuentan que en los años 90, un domingo de Boca-River, el presidente estaba en Mar del Plata, la vicepresidenta en un festival de empanadas en Tucumán, y el presidente provisional del Senado en un velorio.

En ese dominó de ausencias, le tocaba a un diputado suplente asumir la presidencia por 90 minutos.

Dicen que cuando lo llamaron, se puso una banda improvisada con una servilleta, se sacó una especie de selfie (en ese momento, con cámara de rollo), se sentó en el sillón y le avisaron que ya había vuelto el presidente titular.

—No firmé nada, pero me llevé la foto —contaba después en cada reunión familiar, mientras la tía repetía:

—¿Vieron que todos pueden ser presidente en este país?


Los contra siempre aparecen…

En todos estos casos, siempre hay algún legislador que se queja después:

—¡Qué irresponsabilidad dejar a Fulano de presidente, si caía un meteorito!

Por suerte, no cayeron meteoritos, no hubo invasiones ni decretos estrafalarios. Ni siquiera se canceló el fútbol.

Y el país siguió como si nada, demostrando que a veces la democracia funciona tan bien que hasta puede sobrevivir a un presidente de cuatro horas.


El poder es efímero, y hay quienes no lo quieren creer

Ser presidente puede ser un honor, un peso, una aspiración… o una anécdota para contar en el asado de los domingos. Estos “presidentes exprés” nos recuerdan que el poder es tan pasajero como un mate que se enfría.

En Uruguay, México, Estados Unidos o Argentina, el que menos te imaginás puede ser presidente por un rato, incluso mientras mira un partido o se toma un cafecito.

Así que, si algún domingo suena el teléfono y te dicen “te toca ser presidente por unas horas”, asegurate de:

  • Ir al baño antes (da nervios).
  • Pedir doble por domingo.
  • Sacarte una selfie en el sillón.
  • No firmar nada raro.
  • Volver a casa tranquilo, sabiendo que fuiste presidente por un rato… aunque sea para contarlo con humor.

—Papá…
—¿Qué?
—Dice Albisu si estás libre este domingo…

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