Será porque de algunos a esta parte, una buena mayoría de uruguayos adeptos al fútbol (¿cuántos?), aprendieron a vivir del conformismo de clasificar para los Campeonatos Mundiales y contentarse con un cuarto puesto como objetivo glorioso, como si este deporte nunca antes haya producido instancias épicas a favor.

Ha sido una manera de arrugar el horizonte y alentar el «proceso» en etapa de hundimiento, con más de un afán a la deriva por ese conformismo atroz.
Y no faltan los que van resignando la simpatía por el otrora carismático mandamás DT, devenido en una expresión cada vez menos convincente, mientras cabalga sobre argumentos irresolutos, porfiados, como si aquellas primeras y generosas convicciones, le fueron dando paso a una etapa de oxidación.
En esa estamos. Con Perú por sobre Uruguay en las últimas ediciones de la Copa América, por ejemplo.

En medio de esta realidad que además va asistiendo a los últimos meses de vigencia de nuestros justificadamente ponderados Suárez y Cavani, para no dejar de comprobar lo poco se ha sembrado en materia de conquistas, «mientras la organización modelo» se fue transformando en un escudo para que el «proceso» no sea barrido de plumazos, a partir de sus últimas impotencias.
Y con más desconsuelos populares que éxtasis ocasionales….¡otra vez Maracaná como en cada 16 de julio!.
No hay caso con Maracaná. No se puede.
No hay quien pueda. Está ahí.
No se cae. Ni lo caen.
Aunque haya quienes insultan la memoria bizarra y griten por ese «basta ya de Maracaná»….¡Maracaná no tiene la culpa que siga existiendo cada vez más glorioso, frente a este conformismo cargado de grises!
A las nuevas generaciones les irá costando reconocer aquel fenómeno de 71 años atrás y esas 200 mil almas brasileñas condenadas al oprobio del silencio en su más potencial expresión. Pero en verdad «tendrán que fumarse» esa historia….¡porque sigue siendo nuestra a manera de patrimonio incanjeable! Lo es.
Maracaná no se cae ni la caen.
Porque además aquellos hombres de la heráldica leyenda, se constituyen en el tiempo en la perfecta oposición a esta correntada de nuestros días, con el conformismo peleando a destajo, como si la aventura de creer no sea posible y alcanzar sea un pecado.
¿O no es que los objetivos se introducen primero, en la trinchera de la mente?
71 años atrás, hubo quienes condenaron el no se puede.
71 años después, no faltan quienes se convencen que todo horizonte sabe de su propio vallado.
¿Quiénes en definitiva prohíben el sueño, sino aquellos que simplemente no necesitan soñar?
Mientras tanto, que aquel Maracaná no deje de seguir naciendo.
Sabe que tendrá vida para rato, en tanto el tiempo actual se ponga la pilcha del más terco y penumbroso conformismo.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
