Felizmente todo indica que la proyectada represa sobre el río Arapey va quedando de lado y el Uruguay se encamina hacia otros proyectos de energías renovables menos costosos desde todo punto de vista.
Este es uno de los cuellos de botella más grandes que deberá enfrentar el país en las próximas décadas.
Las posibilidades en materia de hidroelectricidad parecen agotadas o al menos con una viabilidad muy difícil de justificar, sobre todo por el costo en materia de tierras fértiles que supondría cualquier proyecto de ese tipo en las condiciones actuales del país.
Existen expectativas sobre la posibilidad de que el país tenga gas y quizás hasta hidrocarburos, de acuerdo a los últimos estudios de suelos y subsuelos que se han conocido.
Pero difícilmente la explotación de estos recursos sea este un camino aconsejable para el país, aún cuando tuviera estos recursos, debido también al costo en materia de medio ambiente que supondría una extracción de hidrocarburos ya sea en tierra o en el subsuelo marino.
Por lo tanto, lo que va quedando como más aconsejable como fuentes de energía son el viento y el sol.
En materia de energía eólica se ha avanzado bastante, aunque tenemos entendido que no es nuestro país un territorio que ofrezca buena condiciones en este sentido.
Por último, el sol que al menos en el norte del país hasta el momento se presenta con muy buenas posibilidades y, hasta hoy está desaprovechado.
El aporte monetario y tecnológico que se ha anunciado por estos días, de parte de Japón probablemente signifique una buena ayuda para el desarrollo de estos planes.
En primer lugar se instalará una granja solar en las cercanías de Salto Grande, pero los planes de desarrollo de la energía solar no deben agotarse allí. Es de esperar que tengan un lugar privilegiado en la planificación del futuro energético del país.
Trabajar en esta línea con todos los recursos que se tengan a mano, comenzando por los técnicos jóvenes que el país ha preparado, es prioritario y esencial para el Uruguay del futuro inmediato.
