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miércoles, 16 de julio de 2025
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Petru Valensky, “siempre con la premisa de decir por lo alto lo que en el pueblo se dice por lo bajo”

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Diario EL PUEBLO digital
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En la noche del pasado sábado en Teatro Larrañaga, el actor uruguayo Petru Valensky brindó un gran espectáculo de Café Concert. Grande porque hizo disfrutar a cientos de salteños durante algo más de una hora, donde la risa pura y espontánea quitó lugar a los problemas y las preocupaciones cotidianas, y grande por las circunstancias en las que llegó: lo recaudado fue a total beneficio de las familias afectadas por las inundaciones en nuestra ciudad. “El objetivo es reírnos, distendernos y ayudar”, expresó. Ese día, en horas de la mañana, dialogamos con el actor, quien comenzó hablando de su realidad laboral actual: “Estoy con el programa de televisión, La mañana en casa, a su vez ensayando para abrir la temporada en el Sodre, estoy haciendo algunas funciones de temporada de verano y preparándome para ir a hacer teatro a Berlín y Ámsterdam en abril, y más a mitad de año a Nueva York y Washington. También sigo en el Castillo Pittamiglio, donde estamos presentando una obra desde hace ya cinco años”.
-¿Qué reflexión le merecen los cambios que ha tenido el humor en Uruguay, desde programas como Telecataplum o Decalegrón hasta el presente?
Son ciclos, la vida es un ciclo, la vida es un círculo donde vamos pegando la vuelta y volvemos otra vez al punto de partida. Uno de los puntos de partida para mí fue Decalegrón, donde tuve el placer de trabajar con los grandes: Espalter, Almada, Berugo, D´Angelo, Julio Frade…todos. Hubo una época en la que empezó Tinelli, en la que estábamos al aire en Decalegrón y la gente le pedía al programa Decalegrón un cambio, que fuera igual al de Tinelli, entonces llegó a trabajar con nosotros Beatriz Salomón, la Negra Romero, todas las chicas de Olmedo. Y cuando realmente hicimos el cambio, es decir nos tinellizamos un poco, vino la crisis de 2002 y se bajó Decalegrón. Pero después que empezamos a tinellizarnos un poco, la gente pedía que volviera el viejo Decalegrón y hoy en día no pasa una semana en que la gente no pida que vuelva un programa como Decalegrón… o como Italia Fausta, que fue algo realmente revolucionario dentro del teatro nacional, fueron veinticinco años de hacer la misma obra, la obra de más años en cartel en este país. Cruzaba gente de Argentina para verla. Y se hacía con un humor totalmente sano. El otro día escuchaba esto: un día el Río de la Plata va a amanecer y en los quioscos la gente va a estar leyendo libros, en las escuelas van a estar leyendo libros, la gente en vez de hablar por celular va a leer libros… y uno va a preguntar: “¿Qué pasa?” La respuesta va a ser: “No está más Tinelli en la tele” (risas). No lo critico, porque reconozco que su trabajo es fantástico, que mueve mucho, pero uno a veces piensa hasta dónde absorbemos muchas cosas de Tinelli y hasta dónde no, sobre todo las nuevas generaciones…
-¿A qué le llama “humor sano”?
Es ese humor que puede tener el doble sentido sin llegar a lo bajo, sin llegar a sopapearte. Dicen que del ridículo a la transgresión hay un pelito muy finito por el que tenemos que transitar y muchas veces caemos para el lado contrario, un lado que no conviene, porque si estamos pidiendo más educación, más respeto de los gurises hacia los mayores, a veces absorbemos ese tipo de cosas negativas. Un programa donde un gurí le grita a la madre por ejemplo, un chico en la casa a eso lo agranda, y ahí es cuando el humor cumple una función negativa. O sea, humor sano es un humor que no te sopapee tanto, sino que te haga reflexionar…
-¿Y quizás que pueda servir también para decir grandes verdades, por aquello de que las grandes verdades se dicen en broma?
Sí, claro, yo siempre tuve la premisa de decir por lo alto lo que en el pueblo se dice por lo bajo. Y eso también es muy cierto, que las grandes verdades se pueden decir a través del humor.
-Una vez lo escuchamos narrar una situación complicada que le tocó vivir cuando fue a actuar a una Universidad, ¿qué fue lo que pasó esa vez?
Sí, te lo cuento textualmente como fue. Un sábado de julio, a mediodía, me llama un grupo de alumnos que ingresaba en la Universidad de Montevideo, que como todos sabemos Universidad de Montevideo es Opus Dei. Me llaman para un espectáculo para recibir a la nueva generación. Yo dije: a un colegio religioso voy a ir vestido medio serio, entonces fui de zapatos de tacón negros, medias opacas negras, pollera floreada y toda tapada hasta arriba. Al entrar, a mi mano derecha, había un grupo de jóvenes cantando con los curas, con guitarras. Pero fue verme a mí y fue como ver al diablo. Yo seguí avanzando hasta donde estaba el grupo que me había llamado y de pronto me sacaron literalmente de debajo de las axilas, me dijeron que no eran bienvenidas personas como yo, que personas con mi orientación sexual no podían estar allí. En ese momento reconozco que uno de los que me estaba sacando era la pareja de un amigo mío, que también es del Opus. Me fui muy mal, con mucha vergüenza. Llegué a mi casa y me puse a llorar, pero dije: si me quedo quieto es darles la razón a ellos. Entonces llamé, pedí para hablar con él y le dije: ‘Con tu nombre y apellido voy a salir en todos los medios de prensa y voy a decir quién sos, y que estás trabajando ahí en una institución del Opus Dei, una institución que me censura a mí pero te acepta a vos que tenés tu pareja que es fulano de tal y que también es del Opus’. Entonces me pidió por favor y me rogó que no lo hiciera. Le dije: ‘¿Sabés qué?…me das mucha lástima, no lo voy a hacer’, y colgué.
-Hay mucha hipocresía podría ser la conclusión…
Claro, hay un doble discurso, somos una sociedad muy hipócrita, que tiene una careta según a quien tengas enfrente, no somos transparentes.

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