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Para el Ing. Agr. Javier Tello, experto de FAO : sólo existe “agricultura bien hecha y agricultura mal hecha”

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Diario EL PUEBLO digital
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Completamos en la presente entrega la entrevista, de  Carlos Amorin (Red UITA) al Ing. Agr. Javier Tello, un especialista español encargado por las Naciones Unidas de supervisar la obtención de alternativas al uso de bromuro de metilo en agricultura adelanta los resultados alcanzados hasta ahora, y analiza el modelo agrícola latinoamericano desde su perspectiva y experiencia europeas. En su opinión, más allá de los adjetivos que se puedan agregar, “sólo existe agricultura bien hecha y agricultura mal hecha”.
¿UN VERGEL EN
EL DESIERTO?
¿Qué representa la industria hortícola para Almería?
– En 1969 se hizo el primer invernadero experimental en Almería, una tierra desértica, con mucha escasez de agua. En esa época, en la estadística de ingresos per cápita de las 52 provincias españolas, Almería estaba en lugar 51.
Era una tierra de emigrantes a Alemania y a otras regiones de España más industrializadas. En 30 años se colocó en el sexto lugar en renta per cápita. La primera vez que llegué hasta allí, en 1976, la gente vivía en casas muy sencillas y humildes y tenía serias dificultades para cerrar sus cuentas. Hoy en día las casas son casi como palacios, normalmente se tienen dos coches en casa y los chicos están estudiando en la universidad.
Allí la tierra está muy distribuida, porque el tamaño promedio de una explotación por agricultor es de una hectárea, y eso les da para vivir de esa forma. En total se explotan 30 mil hectáreas, además de varias industrias auxiliares de empacado, de transporte y otras, lo que significa que el sistema beneficia a otros tantos agricultores, casi todos agrupados en cooperativas de producción y comercialización, más sus familias y los funcionarios de las industrias paralelas.
– ¿Qué es lo que determina el nivel de nitratos en una planta?
– Dos factores: primero por el nitrógeno agregado, ya sea de origen sintético u orgánico, pues la materia orgánica también contiene nitrógeno, y por los contenidos de nitratos en los perfiles del suelo; en segundo lugar por la cantidad de luz que pueda absorber la planta, esto es que cuanto más largo sea el día, menor será la acumulación de nitratos en las plantas. Esta exigencia está siendo tan intensa que cada cooperativa de comercialización está instalando su propio laboratorio de contraste de calidad de los productos que salen de la cooperativa.
– ¿Cómo ejercen los consumidores esos controles y exigencias?
– Por medio de las asociaciones de consumidores que han impuesto el uso de “etiquetas de garantía”. Las características anunciadas en las etiquetas son periódicamente verificadas por inspecciones. Otro sistema que ya se está usando, sobre todo por la cadenas de supermercados de Gran Bretaña, es la contratación con los proveedores de la compra de toda la producción, siempre y cuando el agricultor se ciña a instrucciones precisas registradas probablemente por el comprador, cuyo cumplimiento es verificado mediante inspecciones efectuadas directamente en los cultivos.
Estas cadenas, lógicamente, actúan presionadas por los consumidores, pues la garantía de calidad es un elemento central de la competitividad en el comercio.
¿La internacional del saber?
“Creo que el desarrollo de estos experimentos internacionales permite el intercambio de información entre países muy distantes sobre sus respectivas técnicas agrícolas, y en algunos casos acelera la difusión de novedades que, de otra manera, tardarían quizás años en hacerse conocer.
Pienso, por ejemplo, en los problemas que se presentan en Uruguay con la polilla del tomate y otras plagas, y simplemente trasladando algunas de las técnicas que se aplican en Almería, como es el uso de mallas que recubren las plantas para evitar el tratamiento, pues genera un ahorro de 240 dólares cada mil metros cuadrados de invernadero sólo por disminución en la aplicación de químicos.”
– ¿Qué ventaja representó el cambio de modelo para la salud de los trabajadores?
– No hay cifras oficiales publicadas, quizás haya cierto miedo por parte de los hospitales a publicarlas para no levantar una alarma social, pero es evidente que los pesticidas y los agroquímicos han causado daños en la salud. Podría decirse que en determinada época, había más casos de cáncer de colon que los que correspondería a la dieta alimentaria de aquella gente que es normalmente muy rica en verduras. Con tanta fibra presente, parecería que la incidencia de ese cáncer debería haber sido más baja.
La tendencia es a incrementar las precauciones en el manejo de los productos que aún se utilizan, y las propias empresas químicas retiran del mercado los más agresivos antes de que sean prohibidos, porque ahora hemos sabido que después de 12 o 15 años de aplicación, algunos trabajadores se han expuesto a dosis subletales a través de la piel por manipulación sin protección o por inhalación, lo que les ha provocado desórdenes neurológicos parecidos al Alzheimer y otras enfermedades de ese tipo.
– ¿Esta región tiene ventajas comparativas para producir sin químicos?
– Estoy convencido de que en un lugar como el Uruguay, donde los tratamientos con fitosanitarios, por ejemplo, se pueden llevar prácticamente a cero y donde es posible reducir considerablemente la utilización de los abonos de síntesis, sería aceptablemente fácil buscar relaciones comerciales –que las debe buscar el Estado con los comerciantes de otros estados– regidas por contratos de este tipo y así poder colocar su producción.
En mi opinión, y según lo que he visto en este país, no es necesario darle tratamientos a los cultivos, y con las condiciones de fertilidad de estos suelos, la mayor parte de los abonos que se usan debería desaparecer.
Por ejemplo, he descubierto que Uruguay es el único lugar del mundo donde se producen frutillas sin bromuro de metilo. Yo lo vi con mis propios ojos, y les pregunté a los agricultores por qué no realzaban en los envases esa característica de su producción, puesto que se trata de un importantísimo valor agregado, y porque además esa frutilla tiene un extraordinario sabor que en Europa se ha olvidado.
Estoy convencido de que estos países, utilizando sistemas integrados de cultivo podrían ofrecer productos con las mismas cualidades visuales y mejores cualidades gustativas que los que se obtienen hoy con el modelo químico. No quiero inmiscuirme en la realidad nacional, pero creo que todos los técnicos locales deberían tener esto claro y conducir por ese camino todas sus recomendaciones a los agricultores. La producción que se obtiene aquí con sistemas integrados es análoga a la que se logra en España. En los establecimientos que he visitado he visto en un par de años pasar de una producción de 30 o 40 mil kilos de tomate por hectárea a una de 180 mil kilos por hectárea, y además de calidad.
– ¿Cuál es su opinión sobre los transgénicos?
– En Europa la sociedad tiene tendencia a no querer consumir transgénicos, y eso se expresa en que las asociaciones de consumidores, así como otros sectores de la sociedad civil, exigen el etiquetado de los alimentos que contienen transgénicos o que son elaborados con sus derivados. Para que el consumidor pueda elegir libremente, dicen ellos, debe estar informado.
Por otra parte, en cada país europeo se han formado comités de bioética y uno comunitario de la Unión Europea, sin cuya autorización no pueden ingresar al territorio más transgénicos. Estos comités exigen que los transgénicos sean correctamente evaluados antes de ser lanzados al mercado, pero la evaluación es compleja.
En cualquier caso, hay que admitir que quien tiene menos condiciones para evaluarlos es el que los produce. Estos comités tienen especialistas independientes en mejora vegetal, en sociología humana, en salud, en ecología, en genética. Son organismos plurales y completos con muchos puntos de vista, y todos están de acuerdo en esa evaluación previa. Y es que se sabe muy poca cosa. A mí la gente me pregunta, por ejemplo, si las plantas transgénicas aumentan el colesterol, y sólo puedo contestar que no lo sabemos.
Desde luego, hay que agradecerles a los movimientos ciudadanos, sobre todo a los “verdes” como se les llama allá a los ecologistas, por haber logrado frenar una situación que en un principio muchos de nosotros la veíamos impuesta de hecho. Ellos lograron frenarlos. En España, por ejemplo, obtuvieron 750 mil firmas que presentaron al Parlamento pidiendo que se evaluaran los transgénicos
– La mayor parte de los gobiernos latinoamericanos se sumaron a la posición de Estados Unidos, quien acusa a Europa de negarle la entrada a sus productos transgénicos por puro proteccionismo, y para perjudicar a su industria biogenética que, según ellos, está mucho más adelantada que la europea. ¿Qué piensa usted al respecto?
– No niego que los políticos europeos tengan esa intención proteccionista que se denuncia, pero aparte de eso lo que es absolutamente cierto es que las sociedades han reaccionado. En este momento en Europa todo el mundo está ahíto, todo el mundo come y las grandes mayorías disfrutan de un bienestar importante.
Creo que gracias a eso, estos temas que podían parecer secundarios ahora son tomados como fundamentales por todos los sectores sociales. Quizás sea un efecto de que cuando ya hay suficiente, se empieza a exigir que lo bastante, además, sea bueno. Pero, vamos, si hasta mi madre, que es ya una señora mayor, sencilla, que procede del campo, cuando la acompaño al mercado y vamos a comprar alguna cosa me dice: “Hijo, que no será esta una de esas cosas transgénicas”. Esto está generalizado.
En resumen, creo que no debe pararse el avance científico, pero sí debe evaluarse, y esa evaluación debe incluir a todos los sectores sociales. Por el hecho de que se trate de “un tema científico” no se debe excluir a sectores que, finalmente, son quienes van a pagar y consumir esos vegetales. Además, quiero desmentir fuertemente que los europeos estemos más atrasados en biotecnología que los estadounidenses. Eso no es cierto y una afirmación de ese tipo debería probarse.
De todas formas, entiendo la posición de Estados Unidos que tiene unas multinacionales tan fuertes. Analicemos sólo el sector semillero, tan importante como el petrolero. ¿Por qué? España, por ejemplo, abandonó el cuidado de sus empresas productoras de semillas y en este momento Almería depende cien por ciento de transnacionales para obtener sus semillas. Imaginemos que esas transnacionales cortan durante un año la provisión de semillas, pues Almería produce cero.
Y Europa se queda sin su vergel hortícola. Entonces, es un sector estratégico. Es comprensible, por tanto, que las potentes transnacionales estadounidenses quieran tener esos sectores estratégicos en sus manos porque es por lo que siempre han luchado. No nos vamos a engañar: vienen a Centroamérica, recogen maíces autóctonos, los mejoran un poco y después nos los venden carísimos, pero quienes tienen la propiedad de esos híbridos son ellos. Entiendo la lucha de Estados Unidos, pero no la comparto para nada.
Autor: Carlos Amorín
[1] Es español, agrónomo por la Escuela de ingenieros agrónomos de Madrid, consultor de las Naciones Unidas para el proyecto de sustitución del bromuro de metilo en China, México, Guatemala e interinamente en Uruguay, catedrático de la Universidad de Almería donde enseña protección de cultivos, protección vegetal, fitopatología “y todo lo que tenga que ver con enfermedades de plantas”.

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