En la edición de ayer domingo, esta página EL PUEBLO recordó a dos poetas que estaban de cumpleaños: el salteño José Luis Guarino y el sanducero Mario Mele. Fueron entonces unos cuantos los lectores que de inmediato dijeron desconocer la obra poética de Mele y, a la vez, el deseo de leerla.
No hay mejor camino para ello que tomar sus libros, respondimos, y explicamos que ese desconocimiento de una obra tan valiosa en estos tiempos se debe, en gran medida y según nuestra opinión, a la actitud de este poeta, siempre de perfil muy bajo, para quien no existe la autopromoción y menos aún la autoalabanza.
De todas maneras, accedemos hoy, con gran gusto, al pedido de muchos: compartir poemas de Mario Mele.
Antes algunos datos:
Nacido en la ciudad de Paysandú el 22 de diciembre de 1954, el poeta Mario Mele reside en su ciudad natal. Ha sido colaborador de «Hojas del Cuareim», página literaria del semanario «Propuesta» (de Artigas). Participó en los libros colectivos «Taller Literario de Paysandú» (1994), «La chimenea roja» (1995), «A las siete P.M.» (1997) y «Los ojos del cuarto» (publicación de la Intendencia Municipal de Paysandú, 1998). En 1999 publicó su primer libro individual: «La camena» (poemas, 1999). Recibió una mención en el concurso de la IMM, en poesía inédita, por el libro «Tiresias» (2002). En 2003 apareció su segundo libro de poesía: «Café negro». Luego vinieron “La breve noche de tres horas” y “El perro sin cola” y “El bar de las mesas vacías”, en 2008, 2011 y 2022 respectivamente.


Funeral
yo sé que pasan vestidas de negro como pájaros
no miran los números de las puertas
como nosotros
pasan como pájaros
y atrapan el aire de sonrisas y algún llanto,
yo no entiendo a la muerte
qué hace en lo alto del techo?
si se burla o nos muere.
yo no entiendo los números de los cuartos
implacables y exactos,
si ellas pasan, entran y salen,
vestidas de negro
y nada las detiene…
La cuarta esquina
reconozco el viento
detrás de la esquina
cuando los semáforos se apagan,
recorren la calle de los vientres
y me traen la cereza
que baila en tu garganta,
reconozco el viento
que se perfuma de tu cuerpo
y se desbanda…
La penumbra
un día así
con lluvia y sin lluvia
con la tarde y la noche
la piel húmeda en la puerta
y el silencio de tu cuerpo.
Los ojos tocan la calle
y buscan a los gallos que no duermen.
Las manos se repiten por mi almohada.
Por los ojos cerrados penetra la lluvia
en un día así
con lluvia y sin lluvia.
La solapa
me vieron preocupado por la muerte,
estas son pues, épocas de funerales,
edades que ruedan por los muros de la noche a la calle,
días que se tapan de rezos y escapan,
alguien que quiere ver
el ruedo de tus piernas
y besar el abanico de tu espalda.
me vieron preocupado por el aliento de tu boca
por tus pechos desgastados,
épocas de amor y soledad
y de amigos que se llevan en la solapa.
Los labios
en una tarde lenta
se amontonaron los labios en la ventana
crujieron los vidrios
en los ojos
y las hojas caídas abandonaron la vereda.
Fue noche y vida
fue viento y muerte
llegaste en esa tarde
como todos los días
con tu permanencia de besos, y no seguís…
El vuelo
no me quedé
con las alas por querer
será porque pasaste
a los gritos y por lo bajo
la última vez
hace una madrugada
y algo
los labios pintados
siempre la cara flaca
y los ojos llenos de ciruelas
y las manos frías
y las manos deshabitadas
será porque te quise
que me quedé con tus alas.
