Con la llegada de la pandemia, adquirimos nuevos hábitos, entre ellos el de estar más tiempo en casa.
Niños, jóvenes y adultos mayores, sobre todo, se vieron obligados a protegerse del virus por lo tanto redujeron su vida social al punto de no salir de sus hogares por mucho tiempo, sin tener la posibilidad de socializar con sus pares.
Ante la prevención del contagio del Covid, quedaron relegadas otras pandemias silenciosas, al punto que las mismas aumentaron.

Epidemias invisibles, sin tos ni fiebre. La depresión, la soledad, la adicción al juego, las redes sociales, la droga , el alcoholismo y el suicidio.
Un adolescente tenía toda la ilusión de llegar a tercer año de secundaria, al igual que su hermano mayor y su hermana , le llegaría el tiempo de los cumpleaños de 15, a eso le sumaba que muchas veces por la cercanía a un salón de fiestas, las amigas de su hermana se vestían y maquillaban en su casa.
Esperó años que llegara ese momento, recuerda que siempre quería estar allí con su hermana y sus amigas, a veces se lo permitían, otra no, pero no importaba, ya llegaría su momento como se lo decía su mamá-
el primer cumpleaños estaba fijado para el 27 de marzo, la ropa ya estaba elegida, las amigas ya tenían plan, pero llegó aquel 13 de marzo, y su ilusión tan esperada, se derrumbó, se refugió en aquellos alfajores de chocolate tan ricos que solía comprar en el almacen de la esquina, ya no se comunicaba tan seguido con las amigas, las clases por zoom la aburrían y perdió interés en el estudio.
Ya había pasado los 65 años, sábado por medio bingo, martes, coro, miércoles y viernes , yoga.
Sus hijos la acompañaban poco, pero no sentía su ausencia, sabía que el trabajo los retenía, los domingos almorzaban juntos, y con eso era feliz.
Activa, independiente, pero para lo que se necesitara , allí estaba.
De un día para otro, se terminaron las salidas, el yoga, el coro y comenzó a sentir la soledad.
Un joven de más de veinte años, con sus amigos transitaban los primeros pasos de un grupo de rock, la pamdemia lo cambió todo y la depresión fue su única compañía.
La Psicóloga Antonella Bastitta reflexiona en voz alta
Las pandemias que no se ven
Existe otra pandemia que se viene dando a causa de la que ha generado este impacto global a causa del Covid 19. La Licenciada en Psicología Antonella Bastitta sostiene que durante la pandemia del coronavirus la sociedad ha pasado por un inesperado y repentino cambio, lo cual provoco un incremento en las tasas de ansiedad y depresión.“Se ven fuertes secuelas como el incremento de estrés psicológico, hay muchos factores que incidieron directamente en el deterioro de nuestra salud mental, como el aislamiento social, el miedo sobre los impactos del virus en la salud, las preocupaciones por los miembros de la familia, los problemas económicos y la incertidumbre de un futuro incierto”.
La pandemia mostró claramente un incremento en ciertos trastornos y la agravación de otros, hay una variedad de investigaciones realizadas en este tiempo que muestran un claro aumento en las tasas de ansiedad y depresión más específicamente.“El encierro, el miedo y la pérdida de ingresos son inevitablemente consecuencias colaterales a las medidas preventivas ante la pandemia, que generan crisis en las familias y afectan seriamente nuestra salud mental. “Entre las personas más afectadas en cuánto salud mental, se pueden ver a los profesionales que han estado expuestos al virus, personas contagiadas por coronavirus, familiares que no pudieron despedirse de sus seres queridos, también se vieron perjudicados personas que han tenido o tendrán problemas económicos, niños, aquellos que ya contaban con trastornos de salud mental previos, y sin dudas la población joven, niños y adolescentes que estaban acostumbrados a socializar de otra manera, son unos de los más afectados.

“Entra las consecuencias más severas se puede ver el miedo a salir a la calle, si bien la cuarentena prácticamente ya no se lleva a cabo, hemos pasado muchas horas encerrados en casa y sin poder ver a nuestros familiares y amigos, es un temor que se produce frente al cambio de entorno, ya que nuestra mente se habitúa a un ambiente en particular. Se puede dar que las personas tengan miedo de volver a socializar fuera de la casa, de realizar actividades que antes eran cotidianas. “Se recomienda siempre frente a estas situaciones poder contar con la intervención de profesionales,aprender a reconocer las necesidades de cada uno, poder realizar actividades que nos generen satisfacción. “Todos nos preguntamos que va a pasar cuando todo termine definitivamente, los profesionales tenemos que apuntar a afrontar un mundo pospandemia, donde ya se visualiza que el estrés postraumático apunta a ser uno de los trastornos más predominantes. Esta devastadora pandemia ha afectado a casi todos los aspectos de la vida diaria. Mientras llos países luchan por manejar las olas iniciales de muerte y trastornos asociados con la pandemia, la evidencia acumulada indica que se está construyendo una pandemia oculta: tasas crecientes de trastornos de salud mental y uso de sustancias. Este inminente aumento de la salud mental traerá más desafíos para las personas, las familias y las comunidades. Una estrategia de salud pública comunitaria es fundamental para evitar que el sistema de atención médica se vea abrumado. Dicha estrategia se basa en el conocimiento de que la recuperación de la pérdida se ve facilitada en gran medida por el apoyo social y el mantenimiento de las tradiciones culturales y religiosas individuales, familiares, comunitarias y nacionales con respecto a la muerte y el duelo.
Procesos similares afectan a niños y adolescentes que experimentan pérdidas repentinas de un padre o abuelo a causa de COVID-19. En resumen, una segunda ola de devastación es inminente, atribuible a las consecuencias del COVID-19 en la salud mental. Es probable que la magnitud de esta segunda ola abrume al ya debilitado sistema de salud mental, lo que generará problemas de acceso, en particular para las personas más vulnerables. La solución requerirá una mayor financiación para la salud mental; detección generalizada para identificar a las personas con mayor riesgo, incluido el riesgo de suicidio; disponibilidad de médicos de atención primaria y profesionales de la salud mental capacitados para tratar a las personas con duelo prolongado, depresión, estrés traumático y abuso de sustancias; y un enfoque diligente en las familias y comunidades para restaurar creativamente los enfoques mediante los cuales han manejado la tragedia y la pérdida durante generaciones.
La historia ha demostrado que las sociedades se recuperan de tal devastación cuando los líderes y miembros están unidos por un propósito compartido, actuando de manera unificada para facilitar la recuperación. En tales sociedades, existe un entendimiento compartido de que sus miembros deben cuidarse unos a otros porque la pérdida de uno, es una pérdida para todos. Sobre todo, este entendimiento compartido debe restablecerse.
Una crisis multifacética (sanitaria, ocupacional, económica y social) sin precedentes que afecta especialmente a los países en desarrollo. Las medidas preventivas para evitar contagiarse con el virus incluyen el distanciamiento social y el encierro, que también constituyen un tipo diferente de amenaza ya que producen un gran impacto en la sociedad.
LA RESILIENCIA
La resiliencia se define como la capacidad de afrontar circunstancias ambientales que probablemente requieran de los niños un grado significativo de adaptación psicológica, social o neurobiológica y que constituyan una desviación del entorno esperado.
“Los usuarios problemáticos de drogas tienen mayores dificultades para acceder a los servicios asistenciales”, advierte el médico toxicólogo Antonio Pascale
Adicciones
Las adicciones, el consumo de alcohol y drogas, es otro de los temas que preocupa al Uruguay de hoy como “otra pandemia” que transita al costado, o quizás (oculta) detrás de la tan mentada pandemia del Covid. El Dr. Antonio Pascale, médico toxicólogo, profesor adjunto de Toxicología en la Facultad de Medicina de la UdelaR, redactó hace poco una carta dirigida al Director de la Revista Médica del Uruguay, Dr. Hugo Rodríguez, a fin de que fuera incluida en tal publicación, en la que da su punto de vista sobre el tema. EL PUEBLO tuvo acceso a ella y de allí se extraen estas líneas:

“En condiciones de aislamiento, el consumo puede verse agravado”
“En el contexto de la pandemia por COVID-19 resulta necesario comprender los potenciales cambios en los patrones de consumo de alcohol, psicofármacos, analgésicos mayores, y el uso experimental u ocasional de otras drogas depresoras, estimulantes o perturbadoras del sistema nervioso central “para aliviar el displacer”. En condiciones de aislamiento, el consumo puede verse agravado, lejos de una red socio-afectiva o de un tratamiento adecuado, más aún cuando la evidencia muestra que en condiciones previas a la pandemia, los usuarios problemáticos de drogas tienen mayores dificultades para acceder a los servicios asistenciales”.
La automedicación puede aumentar el riesgo de sobredosis
“El aparato respiratorio, como órgano blanco del coronavirus 2, puede verse afectado por las sustancias, ya sea por su vía de ingreso al organismo y forma de consumo, así como por su toxicidad sistémica. Las drogas fumadas (tabaco, cannabis, pasta base de cocaína, crack, entre otras) ocasionan enfermedad respiratoria, con mayor susceptibilidad a infecciones virales y bacterianas. El tabaquismo se ha asociado a un mayor riesgo para adquirir la infección por CoV-2, así como un factor de peor pronóstico en el curso del COVID-19. El potencial riesgo se extiende, además, al uso de cigarrillos electrónicos (vaping)2-4. El consumo grupal, en ambientes frecuentemente mal ventilados, sin respetar las distancias recomendadas, así como el hecho de compartir los dispositivos de consumo (cigarrillos, pipas) también incrementa la transmisibilidad del virus. Las drogas que causan depresión de conciencia pueden comprometer el aparato respiratorio por complicación aspirativa. Las benzodiacepinas, como ansiolíticas, sedantes o hipnóticas, pueden ser utilizadas bajo forma de automedicación y aumentar el riesgo de sobredosis, solas o asociadas a la ingesta de alcohol. Otras drogas depresoras, como los opiáceos y opioides, pueden ocasionar depresión respiratoria, incrementando la morbimortalidad en caso de COVID-195. La desinhibición causada por efecto del consumo de alcohol puede asociarse a conductas de riesgo que incrementen el contagio o comprometan el autocuidado. Algo similar ocurre con el consumo de drogas perturbardoras, disociativas o alucinógenas. El consumo crónico de alcohol y cocaína se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares y alteraciones de la inmunidad que han demostrado incrementar la morbimortalidad por COVID-19. Los usuarios de drogas tienen un mayor riesgo de adquirir enfermedades infecciosas transmisibles que comprometen la inmunidad, como la infección por VIH”.
Los modelos de asistencia cambian y se plantean dificultades para los profesionales que trabajan en drogodependencias
“Múltiples factores psicosociales y ambientales inciden en forma significativa en este período de distanciamiento social, desde el miedo o la incertidumbre por nuestro futuro a otras comorbilidades (ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, juego patológico, adicción a pantallas, entre otras) que agravan los trastornos por consumo de sustancias, con una mayor tasa de recaídas y complicaciones. De la misma forma, el consumo de sustancias puede potencialmente descompensar o agravar dichas comorbilidades. Problemas vinculares en el ámbito intrafamiliar también pueden verse agravados en este contexto epidemiológico, con un mayor riesgo de episodios de violencia. El distanciamiento social, medida necesaria en esta etapa de pandemia, rompe en gran medida con modelos terapéuticos paradigmáticos para el consumo problemático de drogas, relacionados con estrategias terapéuticas grupales de pacientes y de sus referentes socio-afectivos en forma presencial, así como la inclusión e integración de los usuarios problemáticos de drogas en dispositivos comunitarios, pertenecientes a la red de atención. Estos modelos de base interdisciplinaria deben ser adaptados rápidamente a esta nueva realidad epidemiológica. Los modelos de asistencia cambian en forma dinámica, planteándose también dificultades y limitaciones para aquellos profesionales que brindan atención en drogodependencias”.
El desafío sería mantener a los pacientes en sus tratamientos
“Le telemedicina y el seguimiento telefónico han resultado en la actualidad una herramienta fundamental para el seguimiento y monitoreo terapéutico de los pacientes, así como para la interacción y trabajo de todo el equipo asistencial. El desafío hoy parecería ser mantener a los pacientes en sus diferentes estadios de tratamiento, así como realizar tamizajes por situaciones de potencial riesgo en el ámbito del hogar, y captar nuevos usuarios problemáticos de drogas, gestionando los riesgos y reduciendo el potencial impacto negativo ocasionado en este contexto epidemiológico nacional y mundial. Expertos afirman que una nueva forma de vincularnos será necesaria por un tiempo prolongado. Tanto los estudios en desarrollo como futuras investigaciones podrán brindar herramientas para conducir a nuevos modelos terapéuticos eficaces en este nuevo escenario en el cual debemos estar preparados como profesionales de la salud”.
Psicólogo Alejandro De Barbieri: “Aislarnos por la cuarentena evidentemente afectó la salud mental de los jóvenes, de los adultos mayores, de todos”
Advierte sobre aumento en casos de depresión e intentos de suicidio
El Psicólogo Alejandro De Barbieri es, sin lugar a dudas, uno de los profesionales de la salud mental de mayor trascendencia e influencia en nuestro país actualmente. Esto, no solamente por su atención clínica específicamente, sino porque además es un permanente comunicador de ideas y conocimientos a través de charlas y talleres a lo largo y ancho del país (instancias en especial dirigidas a jóvenes, padres y educadores), así como a través de sus varios libros publicados. Entre estos, cabe mencionar, a modo de ejemplo, “Educar sin culpa – Optimismo y entusiasmo para padres y docentes”, o “La vida en tus manos – Superando el síndrome del adulto frágil”.
EL PUEBLO dialogó con De Barbieri al momento de elaborar el presente informe. El profesional enfatizó en la diferencia entre depresión y tristeza y en “esa otra pandemia que no se ve”, que es el alarmante aumento en casos de depresión e intentos de suicidio que “se esconde” tras la emergencia sanitaria por el Covid 19 que ha impactado en la sociedad.
-Ante todo, ¿cómo definiría concretamente y en pocas palabras lo que es Depresión?
La depresión es un trastorno emocional, que causa un sentimiento de tristeza permanente, de falta de interés y falta de deseo de hacer las cosas, es ese sentimiento de sentirse abatido o derrumbado. La depresión tiene una serie de sintomatologías; hay varios tests que la definen, que es una manera que tiene un psiquiatra o un psicólogo de captar el estado de ánimo de la persona…

-¿Cómo puede manifestarse ese estado de ánimo?
Por ejemplo en no poder dormir, dormir mucho o no dormir nada, comer mucho o no comer nada, cansancio, falta de energía, mal humor, eso es un poco la depresión. La tristeza es otra cosa, la tristeza es normal, la depresión en cambio es un diagnóstico de un médico, diagnóstico clínico, es un estado crónico de alguna manera; se llama depresión a ese trastorno afectivo-emocional.
-Si vinculamos todo esto con la pandemia del Covid 19, ¿qué se puede decir?
Obviamente las personas nos sentimos más queridas y más felices cuando estamos con la gente, el ser humano es un ser social, entonces, al aislarnos por la cuarentena y por todo eso que ya se sabe, evidentemente afectó la salud mental…
-Sin distinción de edades…
Afectó la salud mental de los jóvenes, de los adultos mayores, de todos…Las personas que de repente tenían más recursos como por ejemplo usar Zoom, o tenían la posibilidad de trabajar desde su casa, esa gente pasó un poco mejor que aquellos otros que perdieron el trabajo, o que esos adultos mayores que están solos, y que los adolescentes, que estuvieron que estar más encerrados o aislados, porque si bien se podía salir, en el 2020 no era tan fácil. Entonces, ese aislamiento generó trastornos en la salud mental de los chicos… Según el Ministerio de Salud Pública, un 48% aumentaron los intentos de suicidio y los casos de depresión en jóvenes, creo que entre 15 y 19 años. (Sobre este punto, De Barbieri sugiere consultar la página del MSP, donde abunda información, con estadísticas claras).
-¿Qué actividades viene desarrollando actualmente en torno a esta problemática?
Las actividades que estamos haciendo son talleres, charlas, y puse en mi página (disponible en las diferentes redes sociales) un material sobre prevención de suicidios para que todo educador y padre lo pueda ver.
-¿Algunos casos puntuales de ese tipo de talleres que haya brindado últimamente?
En agosto viajé a la Escuela Agraria de Guichón por un caso de femicidio y suicidio, para trabajar con los docentes y con los chiquilines. Después estuve en Cerro Largo también hace poco, con la Intendencia, trabajando con los jóvenes. Además seguimos haciendo talleres por Zoom con padres, todas las semanas, y también con las empresas, porque las empresas están necesitando volver a vincularse, hay dificultades también a la hora de relacionarse, es como que perdimos un poco las habilidades de relacionarnos con los demás, así que es un tema súper importante hablar de salud mental, salud mental es salud emocional, hay que desestigmatizar la salud mental.
-¿A qué se refiere con eso último de desestigmatizar la salud mental?
Por ejemplo a que a veces hacemos chistes despectivos con que “fulanito está medicado” o “a fulanito le falta la pastilla”…son cosas que a veces no ayudan a que se pueda consultar.
“Cuando alguien se suicida, queda una familia golpeada, que termina teniendo secuelas que los acompañará por el resto de la vida”
Para Cecilia Álvarez, Psiquiatra
La Doctora Cecilia Álvarez, Psiquiatra del Centro Médico, dialogó con EL PUEBLO para brindar su testimonio de casi 30 años de ejercicio en la profesión, sobre el flagelo del suicidio en nuestra sociedad, justo hoy que se conmemora el Día de la Salud Mental.

“Para el Día de la Salud Mental –comenzó diciendo-, este año la OMS tomó el tema de la accesibilidad a los servicios de salud mental en un mundo desigual, teniendo en cuenta que hay países y regiones enteras que no tienen acceso a ningún tipo de servicio. En el Centro Médico lo que vivimos este año en lo que fue la atención durante la ola del COVID, nos llevó a tratar de centrarnos en el concepto de la esperanza”.
“Tras una experiencia de casi 30 años de ejercicio en esta profesión, pensamos que la persona que comete un suicidio en general se siente desesperanzado, en el sentido que quienes han sobrevivido a un intento de suicidio grave y violento, donde queda claro que lo que estaban buscando conseguir era no vivir más, las que sobreviven y mejoran son nuestros testigos más fieles de qué es lo que pensaba esa persona al momento de tomar la decisión, y en general el eje es la desesperanza, en el sentido de no querer vivir más de esa manera en la que están viviendo y sentir que no están logrando que las cosas cambien. Por eso, la prevención de esta situación y la del suicidio pasa no solo por quienes trabajamos en salud mental, sino por la sociedad entera, en el sentido de que una sociedad dé oportunidades a los jóvenes, que trate de garantizar empleo a los adultos, las oportunidades educativas y recreativas, el cuidado de los adultos mayores, donde también hay picos en los números en los adultos de la tercera edad y más, donde podamos como sociedad acompañarnos unos a otros a lo largo de la vida, porque también es un momento seguramente de mucha soledad cuando se piensa en la muerte como salida”.
“Es cierto que hay otros escenarios mentales que se pueden asociar al suicidio. A veces la emoción no tiene por qué ser la desesperanza, también puede serlo el enojo. En ocasiones, hay enfermedades mentales más severas que se han manifestado de esa manera. Puede haber personas que están realmente sin un juicio claro de la realidad en ese momento y tomar una decisión en otro contexto”.
“En general, lo que más se encuentra cuando se hacen las autopsias psicológicas al ir a hablar con la familia de la persona que se suicida para tratar de ver qué es lo que había pasado, en muy alto porcentaje en las personas que cometieron suicidio había evidentes perturbaciones en el estado mental que retrospectivamente después, la familia podrá hilar fino y darse cuenta que algo no estaba bien. Esta es una tragedia, la otra gran tragedia está en las personas que sobreviven, que nos dicen, ‘¿cómo pude hacer eso? No sé qué era lo que me pasaba que no veía la salida’, y después la ven. Y lo otro son las secuelas graves y dramáticas de cualquier suicidio en su ambiente familiar, de trabajo, de estudio, en las clases, con los compañeros, en los amigos, generando duelos difíciles y dificultades, sin duda, en quienes quedan. O sea que, cuando pasa esto no solo se pierde a la persona que tomó la decisión, sino que además queda una familia golpeada, que termina teniendo secuelas que los acompañará por el resto de la vida”.
Respecto a la incidencia que tuvo la pandemia en los aspectos referidos a la salud mental, la doctora Álvarez sostuvo que “el aislamiento ha sido serio, perjudicial para el adulto mayor, que dejó de tener su mínimo contacto con los vecinos, por aquel miedo de que con el vecino no se puede charlar porque capaz lo contagiaba. Ese mismo adulto mayor que va al almacén, porque era parte de su circuito y que, por hacerle un favor, la familia le dijo que no saliera porque tenía 75 años y que le llevaban todo”.
“La consecuencia de los cuadros anímicos ha sido bien importante. También se vio eso en los adolescentes y jóvenes, con la paradoja que hemos visto también lo inverso, chiquilines que, al volver a la presencialidad, atravesaron un estrés parecido al del ingreso al liceo. Muchachos que se acostumbraron al zoom, tranquilos en su casa que, al volver a salir y encontrarse con sus pares, terminó siendo una fuente de estrés. Personas que se acostumbraron a quedarse en sus casas y que de repente no se dan cuenta que eso sí les está haciendo mal, la falta de conversación, de contacto, de cosas compartidas, que son las cosas que dan el gusto por la vida. También es verdad que hay gente muy solitaria y que esto le afectó poco”.
CIFRAS
Finalmente, Álvarez compartió algunas cifras “que manejamos en el Centro Médico, que nos indican que tuvimos 80 intentos de suicidio el año pasado, por lo que 80 personas debieron ser internadas por eso. Y en lo que va del año tenemos 62, así que presumo que vamos a llegar con una cifra similar a la del año pasado, predominando siempre el intento en las mujeres mucho más que en los varones, que es exactamente lo inverso de lo que ocurre en el suicidio consumado”.
Trastornos alimenticios
En ocasiones es común que nos refugiemos en la comida, ya que nos ayuda a calmar algunas emociones, pero cuando esta es nuestra única estrategia, se convierte en un hábito, y el riego es más alto de transformarse en un trastorno de la alimentación.
Estos trastornos son enfermedades crónicas que consiste en la alteración de la conducta alimentaria y en la distinción de la percepción de la imagen corporal.
En ocasiones no son un problema principal, ya que suelen formar parte de dinámicas emocionales complejas, que no solo tiene que ver con la comida, si no que esconde causas de índole psicológico, patrones familiares, estilos de vida, modalidades de gestionar la ansiedad, patrones culturales como estándares de belleza, entre otros.
Los trastornos alimenticios se desarrollan de forma progresiva y lo padecen tanto mujeres como hombres. Puede ocurrir que los que padecen el trastorno no lo reconozcan, y se requiere de la intervención familiar para lograr llevar a cabo un tratamiento.

Algunos de los síntomas asociados con el trastorno de alimentación son:
• Descenso de peso por debajo de lo esperado.
• Observaciones con la comida, con las colorías y dietas .
• Consumo reiterado de laxantes.
• Obsesión por la imagen.
• Atracones y vómitos
Los trastornos de la alimentación pueden ser muy variados, pero los más comunes son:
Anorexia nerviosa: rechazo de los alimentos en donde se tiene aversión a la ingesta de alimentos, no se come, se pierde mucho peso y suele ir acompañado de vómitos provocados.
Trastorno por atracón: la persona siente periódicos deseos de ingerir alimentos de forma descontrolada, sin provocar el vómito.
Bulimia: periodos que se come compulsivamente, seguidos de sentimientos de culpabilidad con provocación de vómitos.
Esta alteración de la conducta conlleva a que la persona sufra problemas físicos y psicosociales como baja autoestima, depresión, ansiedad, enojos, dificultades de expresar sentimientos.
Prevención: en primer lugar hay que enseñar desdé pequeño a los niños de la importancia de seguir hábitos saludables, que se establezcan horario de comida regular, evitar saltearse las comidas, no comer a deshora, llevar una dieta sana y equilibrada.
Intentar compartir al menos una comida con los niños, generar confianza, seguridad y amor ya que son los factores protectores de la autoestima. Fomentar un clima de confianza y comunicación familia.
Tratamiento: lleva una atención médica y nutricional para mejorar los hábitos alimentarios. Más una atención en el área de psiquiatría y psicología. A medida que el paciente reconozca su trastorno logrará la recuperación de la conducta alimenticia normal y podrá llevar a cabo una vida más plena y saludable.
Lic. Daniela Todoroff
Psicóloga
