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jueves, 10 de octubre de 2024
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Ostentación en “La Girona”

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La noche del 28 de octubre de 1588, cuando pretendía llegar a la costa sur de Escocia, una furibunda tempestad estrelló la Girona contra las rocas. Al mando se encontraba Alonso Martínez de Leiva, segundo hombre más importante de la Armada tras el duque Medina Sidonia. El barco transportaba a la flor y nata de los nobles españoles, además de soldados y tripulación. “Viajaban unos 1.300 hombres procedentes en parte de dos barcos naufragados previamente, La Rata Encoronada y el Duquesa Santa Ana, de los que solo sobrevivieron cinco”, recuerda Tom Timoney, miembro de Templeremore Archaeology, asociación entre cuyas actividades está la recuperación de la memoria de la Invencible en el Ulster. Uno de los supervivientes dio origen al apellido Morning, muy corriente en Derry: “La mañana siguiente al naufragio la gente encontró a un hombre desnudo, desorientado, sin hablar inglés o gaélico. Le llamaron Adam, en honor del primer hombre, y Morning, al haber sido encontrado por la mañana”, relata Fionnbarra Ó Dochartaigh, otro miembro de la asociación.
El fatalismo de la Girona cautivó desde joven al arqueólogo submarino belga Robert Sténuit. Encontrar la nave se convirtió en su gran obsesión. 379 años después de su naufragio, Sténuit empezó a buscar el barco en Port na Spaniagh y Lacada Point, dos de los rincones más bellos de la célebre Calzada del Gigante. El 27 de junio de 1967 se topó con la Girona. Lo primero, un lingote de plomo sellado con cinco cruces de Jerusalén. Tras él: botones y anillos de oro y plata, camafeos bizantinos de lapislázuli, medallas, cañones…
Mientras camina por la sala monográfica que el Ulster Museum de Belfast dedica a la Girona, Winifred Glover, conservadora de sus tesoros durante tres décadas, justifica la notoriedad de los centenares de objetos expuestos. “Los hombres que iban a bordo eran nobles, aventureros y oficiales, personajes que vestían con ostentación y lujo”, explica, mientras se detiene ante la joya de la corona de la exposición: una salamandra de oro y rubíes de origen azteca. Según Glover, “el desastre de la Girona, el último barco de la Invencible que naufragó en Irlanda, es la metáfora del naufragio de un imperio poderoso y orgulloso que encontró en alguno de los parajes más bellos de la isla un sudario de drama, emoción y, sobre todo, de leyenda”.

La noche del 28 de octubre de 1588, cuando pretendía llegar a la costa sur de Escocia, una furibunda tempestad estrelló la Girona contra las rocas. Al mando se encontraba Alonso Martínez de Leiva, segundo hombre más importante de la Armada tras el duque Medina Sidonia. El barco transportaba a la flor y nata de los nobles españoles, además de soldados y tripulación. “Viajaban unos 1.300 hombres procedentes en parte de dos barcos naufragados previamente, La Rata Encoronada y el Duquesa Santa Ana, de los que solo sobrevivieron cinco”, recuerda Tom Timoney, miembro de Templeremore Archaeology, asociación entre cuyas actividades está la recuperación de la memoria de la Invencible en el Ulster. Uno de los supervivientes dio origen al apellido Morning, muy corriente en Derry: “La mañana siguiente al naufragio la gente encontró a un hombre desnudo, desorientado, sin hablar inglés o gaélico. Le llamaron Adam, en honor del primer hombre, y Morning, al haber sido encontrado por la mañana”, relata Fionnbarra Ó Dochartaigh, otro miembro de la asociación.

El fatalismo de la Girona cautivó desde joven al arqueólogo submarino belga Robert Sténuit. Encontrar la nave se convirtió en su gran obsesión. 379 años después de su naufragio, Sténuit empezó a buscar el barco en Port na Spaniagh y Lacada Point, dos de los rincones más bellos de la célebre Calzada del Gigante. El 27 de junio de 1967 se topó con la Girona. Lo primero, un lingote de plomo sellado con cinco cruces de Jerusalén. Tras él: botones y anillos de oro y plata, camafeos bizantinos de lapislázuli, medallas, cañones…

Mientras camina por la sala monográfica que el Ulster Museum de Belfast dedica a la Girona, Winifred Glover, conservadora de sus tesoros durante tres décadas, justifica la notoriedad de los centenares de objetos expuestos. “Los hombres que iban a bordo eran nobles, aventureros y oficiales, personajes que vestían con ostentación y lujo”, explica, mientras se detiene ante la joya de la corona de la exposición: una salamandra de oro y rubíes de origen azteca. Según Glover, “el desastre de la Girona, el último barco de la Invencible que naufragó en Irlanda, es la metáfora del naufragio de un imperio poderoso y orgulloso que encontró en alguno de los parajes más bellos de la isla un sudario de drama, emoción y, sobre todo, de leyenda”.

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