Tenemos muy claro que opinar, sin ataduras es prácticamente una utopía, pero aún hacerlo sin condicionamientos que desmerezcan la función es bastante difícil también, porque honestamente, somos pocos y nos conocemos….
Esto es, opinar «sin casarse con nadie, que no sea su propia conciencia», es además de utópico, sinónimo de antipatía, significa que se tendrán muchos más detractores y opositores que gente afín.
Pero entendemos que cuando partimos de una comunidad donde consideramos que hay muchas cosas en desorden, opinar independientemente significa revelar estos hechos, hurgar en ellos y plantear el desorden o las irregularidades para que se tenga cabal conciencia de ellas.
Por qué entonces surgen las oposiciones, la antipatía muchas veces hacia quienes así opinan.
Por una razón muy sencilla, si hurgáramos en nosotros mismos, recién tomaríamos cuenta de cuanto estamos dispuestos a ser analizados -no juzgados – y a analizar nuestras acciones.
Cuántas veces queremos saber, quien fue el procesado por tal o cual cosa, ¿por qué?, ¿hijo de quien o familiar de quien es el consumidor?. ¿Quién estaba involucrado en esto o en aquello?. Aspectos éstos que parecieran responder a un simple deseo de estar informado, pero en realidad en la mayoría de las veces sólo ocultan un morbo exagerado.
Tanto es así, que cuando nos toca en la familia o alguien muy cercano, no aceptamos que se revelen los nombres, ni que se den detalles identificatorios, mucho menos si la cuestión nos roza directamente a nosotros.
Es muy diferente, por ejemplo, cuando uno es la víctima de un menor infractor que viola, lastima o mata a alguien de la familia, que cuando la víctima es alguien lejano a nosotros.
Es que nosotros sabemos que hay cosas que no están bien y consideramos que es bueno que alguien procure arreglarlas, pero no estamos dispuestos a que se nos involucre o se nos exponga públicamente si estamos haciendo algo que no es precisamente lo correcto.
Sucede exactamente lo mismo, con el concepto más generalizado en referencia a los medios de comunicación.
Todas las autoridades suelen cantar loas a la función y resaltar el papel de sostén de la democracia. Sin embargo, cuando uno o varios de ellos hurga en «su chacra», entonces pasa a ser indeseable.
Así es la cuestión. Está todo bien, mientras el blanco de las críticas o de la opinión no sea yo. En este caso quien opina pasa a ser rápidamente un sujeto indeseable.
Lo sabemos y así lo asumimos. Nuestro objetivo es ganarnos el respeto de nuestros lectores, que no siempre significa ganarnos su afecto.