No solemos inmiscuirnos en asuntos de otros países, pero como en este caso tiene una directa relación con nuestra realidad, optamos por hacerlo.
Se trata de lo sucedido en el vecino país, en Argentina, donde el tema actual es la denominada “Vacuna VIP” o “Vacunagate”, que ha costado la renuncia tanto al entonces ministro de salud como a varias personas de su entorno.
Pese a que en principio se dijo que sólo el ministros y algunas personas de su entorno más cercano se habían vacunado cuando aun no les correspondía. En las últimas horas apareció una lista, manejada a nivel público en la que figuran nada menos que alrededor de 70 personas, entre autoridades allegadas al poder, amistades de éstas, familiares y demás.
Como suele suceder en estos casos, mientras los presuntos involucrados desmienten haberse vacunado y desde otras filas se afirma lo contrario, la verdad es difícil de conocer, porque siempre queda en una nebulosa, que no se termina de disipar.
En este contexto nos pareció muy honestas y claras las palabras del presidente argentino en referencia a su decisión de pedirle la renuncia al entonces ministro de salud de su gobierno.´
“Ha sido un gran ministro. Me dolió mucho el tener que pedirle la renuncia, porque lo quiero…”, sostuvo Alberto Fernández.
Esto es lo que entendemos es un acto de valentía y de honestidad que debe valorarse como tal. Estamos seguros que en el vecino país y en otras circunstancias, hechos como el que nos ocupa siquiera llegarían a la opinión pública, por la sencilla razón de que se lo consideraría como algo “normal”, el hecho de que se vacunaran primero los gobernantes (no sus amigos y familiares).
Pero que se lo haga en plena democracia, cuando los gobernantes y todas las personas allegadas al poder son mirados con lupa, es lógico que suceda.
Uruguay debe prestar mucha atención a hechos como éste, porque pronto se puede plantear la misma situación. De acuerdo a las manifestaciones del presidente de la República, dentro de pocos días se comenzará a vacunar en nuestro país y seguramente la tentación de vacunar primero a los gobernantes y su entorno familiar, se planteará.
En estas circunstancias debe tenerse muy en claro que la vacuna no es siquiera del presidente de la República, por la sencilla razón de que quien la compra es el país, quienes la pagaremos será el propio pueblo uruguayo y por lo tanto que sepamos nadie debe tener privilegios.
El poder hacerlo, no es razón suficiente para hacerlo. ¡que quede claro!
A.R.D.
La disyuntiva que puede llegar a plantearse
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