Salud, Educación, Vivienda, Seguridad Pública, son entre otras tantas, de esas cosas amplias, complejas, de las que a veces (muy seguido en realidad) nos quejamos, y para las que todos creemos tener soluciones mágicas, es más, soluciones que solemos plantear con total soltura y autoridad en el boliche de la esquina, en la peluquería o en la cola del supermercado. Incluso escuchamos a gente que dice: «yo no entiendo cómo no hacen tal cosa…», «sería tan fácil si se hiciera esto…», «si hicieran aquello otro se soluciona todo enseguida…». Algo así como los tres millones de directores técnicos, ¿vio?. Después, la realidad resulta que se transforma en una pared muy dura donde los «sabelotodo» y los «sabihondos» se estrellan una y otra vez. O se estrellarían, si estuvieran ahí, porque en general se habla sin estar, se opina de lejos, desde afuera.
Para los políticos, estar en la oposición y después en el gobierno es, en muchos casos, justamente eso: hablar, hablar y hablar de cómo deberían ser las cosas, pero llegado el momento de estar en el lugar desde donde hacerlas, no saben cómo, no encuentran el manual. Es que probablemente no haya manual; seguramente, no lo hay.
Hace algunos días conversábamos con los tres candidatos a presidir la Mesa Departamental del Frente Amplio en Salto y coincidían en que, en gran medida, su partido perdió las últimas elecciones nacionales por haber sido «absorbidos nuestros dirigentes por la administración y la gestión», lo que los llevó a «caer en lo que antes se criticaba a los otros partidos, alejarse del pueblo, tener casos de corrupción y no haber podido solucionar los grandes temas sociales». Todos coinciden también en que igualmente «se hizo bastante, se avanzó bastante». Claro, eso podrían decirlo todos los gobiernos, al menos nosotros somos de los que creemos que todos los gobiernos aportan algo, avanzan en algo.
Quienes están actualmente en el Gobierno Nacional, en campaña electoral (ubiquémonos en meses anteriores a noviembre de 2019), explicaban cómo terminar con la delincuencia y cómo mejorar sustantivamente la salud pública, prácticamente que hasta convertir ambas áreas en modelos a nivel mundial. Eso, por dar solo dos ejemplos, hay varios. Bastaba con razonar un poco nomás, para darse cuenta que no era cuestión de que cambiara un gobierno y los problemas se solucionaban. Pero si nos remontamos a varios años más atrás (ubiquémonos ahora allá por 2002, 2003 y 2004), el Frente Amplio decía poco menos que si estuviera en el Gobierno se terminaría la corrupción, la pobreza, la mala distribución de la riqueza…
Si pensamos en la atención de la salud, como decíamos hace unos días en otra nota, los problemas siguen y hay algunos gravísimos: no se logra organizar las puertas de emergencia ni las ventanillas de farmacias, conseguir número para un especialista sigue siendo una odisea, análisis urgentes deben postergarse, lo mismo algunas cirugías por falta de un anestesista, a veces no hay medicamentos, y un largo etcétera entre el que cabría agregar: ¿no se pueden regular los precios que debe afrontar un usuario dentro de la Salud Privada?
Pero cambiemos por un momento la mirada y específicamente hablemos ahora un poco de Seguridad, o Inseguridad.
Creemos que es coincidente la sensación de la mayoría de los uruguayos en cuanto a que la seguridad pública no ha mejorado en el país, al menos como se prometía. Sí mejoró, creemos, enseguida que asumió este gobierno y durante algunos meses.
¿Quizás porque la movilidad bajó notoriamente a causa de la pandemia? Es probable; téngase en cuenta, por dar apenas un ejemplo, que ya casi no había pizzerías abiertas en la noche, ni pubs, ni discotecas, etc.
¿O fue quizás por la (muy buena, a nuestro entender) impronta personal que le daba el Ministro Jorge Larrañaga? Puede ser. ¿Quizás porque aplicó en esto la famosa frase que dice que «escoba nueva barre bien»? Es probable. Pero después, volvimos a caer. Basta para comprobarlo, con observar datos. La cantidad de robos, asaltos, rapiñas, homicidios, enfrentamientos a balazos entre bandas de narcotraficantes, sigue siendo impresionante. ¡A veces nos encontramos con tres o cuatro homicidios en dos días!
Entonces, por un lado debe concluirse que durante estos años anteriores, no fue acertado el trabajo que se hizo en el tema, y eso el Frente Amplio debería reconocerlo: no a propósito, por supuesto, pero dejó crecer un problema que después se tornó incontrolable; y por otro lado, queda claro que no era una cuestión que se iba a poder solucionar poco menos que al otro día de asumir, como prometía el actual gobierno en campaña electoral. ¿Por qué lo prometían entonces? Porque era una buena vía para obtener votos, evidentemente. Era y es uno de los temas más sensibles para los uruguayos. Y eso lo hacen todos. Antes lo hicieron otros, cuando dijeron que terminarían con los asentamientos, y estos siguieron multiplicándose de modo alarmante; cuando dijeron «educación, educación y educación», y tuvimos esos años de los peores resultados educativos.
Sin embargo, volviendo al tema Seguridad, debemos confesar que varios policías con los que hablamos horas antes de escribir estas líneas, entienden que con el actual gobierno sienten «una cercanía un poco mayor con las autoridades», o «un poco más respaldados para trabajar». Cada cual tendrá su opinión…
Lo cierto es que estamos ante una cuestión cultural, profundamente social y cultural, que tiene que ver con los valores, con la educación, con la economía familiar, con los hábitos y las posibilidades de trabajar con dignidad, con las expectativas que pueda tener una persona en la vida, etc., etc. No hay manual de instrucciones sobre cómo actuar, y los resultados nunca serán a corto plazo.
Nos quedamos pensando en aquello de que la administración y la gestión de quienes ocupan cargos de gobierno absorben y desgastan. Y que eso lleva a que muchas promesas sean solo eso, promesas vacías, sin resultados más allá de la captación de votos.
(Me viene a la mente ahora un político salteño, un hombre que parecía distintos a todos sus adversarios políticos en cuanto a rectitud y honestidad, hoy es uno más entre todos: cae en el doble discurso, se olvida a veces de la transparencia, acepta palmear en la espalda -y en el bolsillo- a periodistas que lo «destrozaron» muy malintencionadamente en campaña electoral, a veces se olvida de la transparencia…Y eso que no llegó a ser Intendente, si no, ¡mamma mía!)
Pero lo grave es que la sociedad parece no evolucionar en determinadas cuestiones: como decía el periodista Enrique Yanuzzi, recientemente fallecido, continuamente nos seguimos «comiendo la pastilla»; sí, como de ojos vendados y entre una nube de promesas.
Contratapa por Jorge Pignataro