Cada vez falta menos para empezar las clases. De hecho la Educación Media y Terciaria ya iniciaron sus actividades: salas de Directores, clases de apoyo, exámenes, y otras actividades preparatorias del año lectivo. Primaria está a punto de comenzar también sus movimientos habituales. Así que volvemos hoy con un tema referido a la Educación, el más actual de todos: la reforma educativa, por supuesto, que ya está en marcha. O “Transformación Educativa”, como han preferido llamarle las autoridades.

Digamos en primer lugar que es entendible en cierta medida la resistencia, porque es un cambio, y todo cambio suele traer el famoso “miedo a lo desconocido”, o la incertidumbre y ansiedad por saber cómo será lo nuevo y además, si habrá buenos resultados o no; el temor al fracaso también es cosa seria y muy real. Es entendible también que podamos estar en desacuerdo con muchas cosas de un cambio. Daré un ejemplo: yo no estoy de acuerdo con que se relativice la importancia de los contenidos al momento de enseñar, que es lo que Robert Silva parece pretender, está en contra de no tanto «meterles contenidos en la cabeza» a los estudiantes sino que aspira a enseñarles a razonar y a hacer, no a repetir contenidos. ¿Por qué no estoy de acuerdo? Porque entiendo que se puede enseñar a razonar, a cuestionar las cosas de la realidad, a tener espíritu crítico y a hacer, a la vez que se transmiten contenidos con solidez. Es más, no dudamos en pensar que uno de los factores por los que la Educación Uruguaya ha venido decayendo tanto en los últimos años (las pruebas Pisa son apenas una pequeña muestra) fue porque se descuidó el peso de los contenidos. Voy con otro ejemplo: no estoy de acuerdo con que se haya quitado el Profesorado de Sociología, puro, y se lo haya fusionado con el de Derecho. Pero lo que queremos decir es que podemos estar a favor o en contra de ciertas cosas…Está bien, es lógico y natural.

Lo que no podemos, es decir: Me niego a la reforma porque responde a la ideología del gobierno. Señores, es evidente que si un gobierno pone a determinado plantel de personas para dirigir algo, en este caso la Educación, lo que haga ese plantel va a responder al gobierno que lo puso allí. Chocolate por la noticia, como se dice popularmente. Gobierno que el pueblo eligió libremente, a no olvidarse de ello. Después, si el pueblo se dio cuenta que en tal o cual cosa se equivocó al votar, habrá que tener paciencia y esperar a las próximas elecciones. Y a no olvidarse tampoco que tenemos a nuestros representantes (legisladores) que pueden ser nuestra voz en cualquier momento y que nosotros mismos les dimos la confianza para ocupar ese lugar en el Palacio Legislativo. Pero en cuanto al gobierno que determina las políticas educativas, es el que quiso la mayoría, eso se llama Democracia.
Lo que no puede hacer Fenapes (la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria) es oponerse a la reforma toda, con tan débiles argumentos. Todo (pero todo) lo que implica esta Transformación está mal para Fenapes, porque «responde -dicen ellos- a la ideología del gobierno». Y entonces uno se pregunta: ¿Fenapes no es acaso una Federación que responde a una ideología política también?
Sinceramente, en esta contratapa de hoy, no pensábamos volver sobre este tema pero algo que ocurrió en la televisión la semana pasada (programa Desayunos Informales, Canal 12) y que dio mucho que hablar, nos trae de nuevo al tema. Se trata de lo que, en síntesis, escribimos hace unos días (página 3 de EL PUEBLO del sábado 4): «El jueves tuve oportunidad de ver un programa de televisión donde fue entrevistado Robert Silva, el Presidente del CODICEN, de la ANEP. Al día siguiente, en el mismo programa, el entrevistado fue el Presidente de FENAPES, José Olivera. El tema fue el mismo: la Transformación Educativa que está en marcha. Las posturas (a esta altura de los acontecimientos parece obvio decirlo) fueron completamente opuestas. También fueron opuestas las formas de expresarse, mientras Silva mantuvo siempre la calma e intentó explicar las cosas con serenidad, Olivera siempre pareció (al menos desde mi óptica) estar como enojado. Fue llamativo por otra parte, que Silva habló y mostró números (por dar solo un ejemplo: de docentes que ya eligieron horas), en tanto Olivera contradijo esos datos pero se negó a mostrar pruebas (argumentó que no quería revelar su fuente). Es muy curioso que alguien se exponga públicamente a rebatir algo, sin pruebas. ¿O no esperaba que los entrevistadores se las pidieran? ¿O la cuestión es oponerse por la oposición en sí? Luego de haber visto y escuchado lo que acabo de describir, me permito llegar a pensar eso último. Pero más sorprendente resultó que Olivera dijera que él, en lo personal, se negaba a cumplir con algunas obligaciones que el proceso de reforma implica, como el de asistir a cursos pensados para que los docentes se formen en las innovaciones que se vienen. O sea, siendo parte de un sistema, se niega a cumplir con lo que disponen las autoridades de ese sistema (que fueron elegidas por el pueblo) simplemente porque no le gusta. Hace años que hay coincidencia (entre gobiernos y oposiciones de turno) en que la Educación Uruguaya necesita un cambio. ¿No será momento de dejar que quienes están impulsando ese cambio lo hagan? Ya habrá tiempo de evaluar los resultados, pero negarse de antemano, no parece adecuado. Y sin mostrar evidencias para sostener el porqué de la negación, menos».
Es decir, quien preside un sindicato que lucha por los derechos, no solo parece olvidarse que la contrapartida de los derechos son las obligaciones, sino que admite explícitamente no cumplirlas. Y nos quedamos solamente con ese «error» actitudinal, por no profundizar (otra vez) en qué credenciales (sobre todo éticas) puede tener un grupo de personas que ha sido abanderado de la corrupción en materia de justificación de inasistencias y otras yerbas durante el gobierno anterior.
¿Se acuerda, estimado lector, lo que dijo en un momento, dentro de los años de su Presidencia, José Mujica respecto a los sindicatos de la Educación? Se lo recordamos; dijo textualmente: «Hay que juntarse y hacer mierda esos gremios». Nosotros en cambio, queremos que sigan existiendo gremios, sindicatos, federaciones…Pero con otra actitud, no con la de oponerse por oponerse nomás. No queremos tener que darle la razón a Mujica.