Cuando alguien se acerca a un dispensador de agua el ofrece no sólo agua fresca y supuestamente pura en forma gratuita, sino que indirectamente nos habla de la esperanza que ofrece ese gesto.
Vale decir la falta de conciencia ambiental no se debe a una ignorancia del tema, sino a una desidia, a una falta de responsabilidad y sobre todo a un exceso de comodidad. No es que no sepamos lo que no debe hacerse para evitar daños al planeta, sino que no lo hacemos sencillamente porque nos cuesta sustituir los hábitos que tenemos.Es más fácil llevar nuestros alimentos en una bolsa de nylon, o en un recipiente de plástico que llevarlos o llevarlos en algo de papel o de cartón. Es más cómodo llevar el agua cuando se sale a caminar en un envase de plástico, que en una cantimplora retornable. Esto habla de una sociedad derrochona, insensible, cómoda y desordenada, que no piensa en otra cosa que no sea su propia comodidad. Sin embargo hay emprendimientos que nos llenan de esperanza. Una de ellas la “Glantz” una dispensadora de líquidos cuyo objetivo es reducir los envases plásticos, que por el momento existe en tres puntos montevideanos. El resultado ha sido muy bueno, cada uno de estos dispensadores proporciona más de mil litros de productos, detergentes y suavizadores para la cocina y la ropa. No solo se saca del mercado una cantidad de envases de plástico, sino que se obvian costos de materiales, de etiquetado, envasado, empaquetado y demás.
Principio quieren las cosas y sabemos que no soluciona todo el problema ambiental, que en gran parte provocan los detergentes y otros productos químicos, pero es un muy buen aporte, porque habla de responsabilidad y de interés por la salud ambiental.
El manejo el agua dulce por parte de los seres humanos se asemeja a una autoeliminación, en cuanto sin agua no hay vida y nosotros la estamos envenenando cada vez más.
La prueba es que décadas atrás intentar vender un purificador de agua, era descabellado. El agua en un estado de pureza que hoy se ha perdido, fluía y la población estaba convencida que así sería siempre. Hoy ya estamos pagando las consecuencias de varios años de irresponsabilidad en este sentido. La fruta y las verduras ya no son las mismas, el sabor y el aroma es lo primero que delata la “inconducta”. Hoy los propios horticultores saben que sin auxilio de productos químicos, en el abono u otras sustancias, es imposible producir en la cantidades que se necesitan. Estamos a tiempo de intentar salvar estos recursos, no perdamos el tiempo.
A.R.D.
No perdamos tiempo
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