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Nicanor Parra es despedido con poemas y canciones en su pueblo natal, junto al mar

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¡Grande don Nica! ¡Gracias poeta!

Valentina Bastías Atia. Las Cruces (Chile), 25 ene (EFE).- El poeta chileno Nicanor Parra fue despedido hoy con poemas y canciones de sus familiares y amigos en su pueblo de Las Cruces, un balneario del litoral central de Chile donde murió el pasado martes a los 103 años, dejando tras de sí un legado literario inmortal.ParraNicanor
En una misa celebrada en la iglesia de la Asunción, cientos de personas dieron el último adiós al creador de la antipoesía, ganador de numerosos galardones literarios, entre ellos el Premio Cervantes 2011.
Sus parientes más cercanos; la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, asistieron a la misa de funeral oficiada en la pequeña parroquia de la localidad, mientras vecinos y admiradores se agolpaban afuera ondeando pañuelos blancos para honrar al autor de «Ecopoemas»(1982).
Flores, banderas mapuches y versos acompañaron el féretro desde muy temprano en la mañana salió de la catedral metropolitana de Santiago, donde todo el miércoles fue velado, para llegar a Las Cruces en un viaje de tres horas, en un vistoso cortejo fúnebre escoltado por la policía motorizada.
«Hasta aquí los discursos han sido buenos, pero largos. El mío será malo, qué duda cabe, pero corto», dijo el cura que ofició la ceremonia, parafraseando a Parra en sus «Discursos de sobremesa»(2006).
El ataúd, cubierto con una colcha tejida por Clara, la madre del poeta, lucía con un cartel que decía «Voy & vuelvo», en recuerdo a uno de los artefactos, como Nicanor llamaba a sus icónicas obras visuales.
El cuerpo del premio Nacional de Literatura 1969 recorrió las calles del balneario entre vítores de los vecinos y visitantes que clamaban emocionados: «¡Grande Don Nica!, ¡Gracias poeta!».
«Estamos con sentimientos contradictorios, de alegría y tristeza. Contentos por todas las muestras de cariño y felices por este funeral, que quedará para el recuerdo», declaró su nieto, Cristóbal «Tololo» Ugarte, que fue quien en abril de 2012 leyó en Alcalá de Henares (España) el discurso de agradecimiento por el Premio Cervantes.
Los restos de Parra fueron enterrados en las ruinas incendiadas del «Castillo Negro», como él vate bautizó su casa de Las Cruces, en una emotiva ceremonia en la que escucharon canciones de su hermana, Violeta, que tararearon los asistentes, incluida la presidenta Bachelet.
La familia cumplió con las instrucciones que le dejó el poeta. Tal como pidió Parra en 1969 en un poema de «Obra Gruesa», junto a su cuerpo se colocaron un par de zapatos de fútbol, una bacinica floreada, sus lentes para manejar, y una ejemplar de la Biblia.
«Él mismo diseñó su tumba», comentó su nieto a los periodistas.
El también premio Nacional de Literatura Raúl Zurita declaró a Efe que Parra es la esencia del habla, «la manifestación más poderosa de la poesía y la literatura. Ha hecho poesía del habla común de los seres humanos».
El creador «liberó las palabras obreras de la sumisión que le imponían las palabras sagradas. Habló del lenguaje de las tribus y nos mostró que en una simple frase dicha todos los días hay más amor, más locura, más música que en toda la obra de arte del mundo», añadió Zurita.
La familia permitió que los vecinos agolpados tras la reja de la casa entraran al «Castillo Negro» para despedir al poeta, considerado por los críticos como uno de los más brillantes escritores chilenos de todos los tiempos, junto con Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos ganadores de un Premio Nobel que a Parra le fue esquivo.
«Tenía una inteligencia que consistía en cuestionarlo todo, cuando tú llegabas a una respuesta, eso se tenía que convertir en una pregunta. Fue una enseñanza muy grande», señaló a Efe Patricio Fernández, creador del semanal satírico The Clinic, en el que Parra publicó columnas de opinión a inicios del milenio.
Su nieto, Cristóbal Ugarte, anunció que todas las casas de Parra se transformarán en museos abiertos, entre ellas «La Pagoda», la residencia que habitó cuarenta años atrás y que fue espacio de encuentro del círculo intelectual chileno de los años sesenta.
Nicanor Parra nació el 5 de septiembre de 1914 en San Fabián de Alico (Chile), fue académico, además de matemático, físico y uno de los grandes «antisistema» del universo lírico.
Con su antipoesía revolucionó el lenguaje de los versos, desafiando la tradición con el más crudo lenguaje cotidiano. En su obra se unen el realismo y el surrealismo, con un deseo de provocar que lo llevó, por ejemplo, a no dar entrevistas luego de ganar el Premio Cervantes en 2011, porque concebía toda pregunta como «una impertinencia».
En Las Cruces huía de los periodistas, pero conversaba con vecinos, recibía amigos y hasta los 101 años conducía un viejo Volkswagen escarabajo color beige, además de protagonizar un documental sobre su vida.
El espíritu de Parra rondará durante la eternidad el renombrado «Litoral de los poetas», puesto que al norte descansan los restos de Pablo Neruda, en la Isla Negra, y hacia el sur, en Cartagena, yace Vicente Huidobro.
Parra cumplió casi todos sus deseos en vida, pero quedó en el camino su más ansiado premio Nobel de Literatura, al cual se postuló cinco veces. Bromeaba, después de su último intento, que se lo debían dar por «derechos humanitarios».
El poeta, que escribió hasta el último de sus días, hizo clases hasta pasados los 100 años y complicó con su prosa y verso a la derecha y la izquierda, además de poner en jaque a la iglesia católica, que hoy le acogió con todos los honores. EFE

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