Días pasados en estas columnas analizábamos la situación en Perú, país al que consideramos
hermano latinoamericano y aunque rico en recursos naturales se desangra permanentemente
en una lucha intestina que parece no tener fin.
En estos días ha trascendido la acusación a la policía y los militares intervinientes para
“calmar” las manifestaciones populares que se registran desde hace ya varios meses. Sucede
que según los denunciantes, la policía y los militares han tirado “a matar” en 46 oportunidades
con balas letales que ha dejado ya numerosos manifestantes muertos.
Según “amnesty Internacional” el ejército obsesionado por ser el único autorizado a disparar se
ha sentido con derecho a matar a balazos en el pecho o en la cabeza a los manifestantes.
Es una lástima que no hayamos aprendido nada. Perú, el país incaico que albergó a una de las
primeras civilizaciones de América se sigue desangrando y ya van varios presidentes de aquel
país que ven interrumpido su mandato, aunque por diferentes motivos.
La presente es una acusación muy grave y ante la que todos los gobiernos latinoamericanos
debieran pronunciarse al menos pidiendo investigaciones serias y profundas sobre este tema.
No pedimos intervenciones, porque la situación de Perú la deben resolver los peruanos, pero si
exigimos que se investigue, que se profundice en los temas denunciados por la sencilla razón
de que nadie debe tener licencia para matar impunemente y de esto debemos estar bien
seguros.
Si el presidente electo Castillo resolvió disolver las cámaras y dar lo que se consideró un “golpe
de Estado”, debe responder por ello, de acuerdo a la ley y con un justo proceso.
Lamentablemente no es la primera vez que sucede, porque Perú ha sufrido estas situaciones
muchas veces. Por otra parte cuando decidió cambiar y apostar a gobiernos encabezados por
otras personas que han prometido “el oro y el moro”, tampoco les ha ido mejor.
Lo que queda de este lado de la balanza es el hecho de aprender a observar detenidamente, a
leer lo que intereses foráneos expresan sobre este tema, para saber a qué atenernos.
Perú en los últimos años ha tenido presidentes que se han suicidado, otros que aún están
presos y una situación que roza los avatares de una guerra civil, sin embargo no ha encontrado
un camino justo y verdadero. Confiamos en que pronto lo hagan y para ello otros países
latinoamericanos deben colaborar.
A.R.D.
