Uruguay, país esencialmente futbolero, se detendrá prácticamente en un cien por ciento esta tarde, en ocasión de la final de la Copa América, que disputará “la celeste”, frente a su similar de Paraguay.
En ocasiones anteriores, de instancias parecidas hemos comprobado que el centro de la ciudad se vuelve una zona casi desértica. Salvo quienes prestan servicios esenciales, que de todas formas están atentos a una radio o un televisor, las demás actividades casi se cancelan.
A tal punto llega la incidencia del fútbol en la vida cotidiana, que –por ejemplo – la Intendencia resolvió suspender el servicio de ómnibus durante la disputa del partido.
Hasta aquí todo bien, si es que no se afecta el legítimo derecho de usuarios que pueden requerir servicios esenciales, como asistencia médica y similar, más allá del fútbol.
Pero lo que tenemos que tener muy claro, es que a pesar de su trascendencia, esto no es más que un partido de fútbol, que una contienda deportiva.
Ni nos jugamos la vida en él ni nos afectará un ápice, salvo en lo anímico, el resultado.
El lunes próximo habrá que trabajar, o volver a encarar nuestras actividades diarias, aunque si ganamos más de uno seguramente seguirá festejando.
Por eso en estas situaciones nos parece muy importante tener muy clara la necesidad de ser mesurados, en el festejo o el lamento.
Si ganamos, celebremos como corresponde, con alegría, con euforia, pero dentro de los carriles normales de una fiesta popular.
Si perdemos, no se nos acaba el mundo, solamente habremos perdido un encuentro deportivo y quizás dejado pasar una oportunidad de sentirnos mejor anímicamente, más dispuestos y motivados para enfrentar las actividades diarias, pero en definitiva no es más que eso.
A quienes suelen aprovechar estas manifestaciones populares para el desborde y el despropósito, que “enchastran” estas celebraciones, debemos saber ponerlos en su lugar, sin contemplaciones.
Esperemos con toda nuestra pasión futbolera, el triunfo de la celeste, pero sin permitir que la pasión nuble la razón.
Dicho esto: ¡Vamo arriba la celeste!
