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martes, julio 1, 2025
EL PUEBLO
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Marcelo Malaquina ,»a pesar de los golpes de la vida volvería a hacer cada una de las cosas que he hecho»

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Marcelo Malaquina prácticamente se mudó a la sede departamental y allí en un rincón de su tiempo nos atendió con amabilidad.

Todas las mañanas, entre siete y ocho, comparto ese momento sagrado con Amanda, mi hija menor. La llevo a la escuela, conversamos en el auto y aprovecho esos minutos para saber cómo estuvo su día anterior.

Me cuenta todo, sin filtro. Es increíble la capacidad que tienen los niños para sintetizar en cinco minutos lo que para uno sería una eternidad. A veces, sus comentarios me descolocan, me hacen pensar.

Hace poco me dijo: “Papá, no sé si quiero que ganes, porque no te tengo”. Y no lo dijo con reproche, sino con esa inocencia brutal que solo tienen los chicos. Me hizo acordar a mí mismo. Cuando era chico, mi padre también se dedicaba a la política, y yo también lo criticaba. No me gustaba nada. Sentía que no lo tenía cerca. Pero claro, yo nunca se lo dije. Me criaron de otra manera. En cambio, Amanda me lo dice. Y yo lo agradezco.

Eso me enseñó algo profundo: aprendí a cambiar el tiempo por calidad. Aprovechar cada momento, aunque sea breve. Escuchar, estar presente, aunque sea solo un rato. Porque también tengo otra hija, Micaela, que hoy tiene 20 años, y viví con ella una experiencia totalmente distinta.

Fui padre por primera vez a los 18 años. Era un adolescente con muchos sueños, con ganas de estudiar escribanía, y de pronto la vida me puso ante el mayor de los desafíos: ser padre. Fue un sacudón. Tomé la decisión de dejar la casa de mi padre, de empezar de cero, sin saber bien cómo, pero con la convicción de que había que hacerlo. Me fui a alquilar, trabajé como pude y aprendí. Aprendí mucho.

No fue fácil. Había días con más preguntas que certezas. Pero hoy miro a Micaela, una joven independiente, en la universidad, con valores que me llenan de orgullo, y sé que valió la pena. A veces la veo y no puedo creer cuánto crecimos juntos. Ella me hizo adulto antes de tiempo, y Amanda, años después, me enseñó a ser un padre distinto. A soltar los miedos. A disfrutar más. Hoy la miro trepada a un árbol y me río desde abajo. Con Micaela me paralizaba de miedo; con Amanda, sonrío.

Después vino la vida en la chacra. Me dediqué casi dos décadas a trabajar la tierra. Comencé con la guía de mi padre, pero al poco tiempo quedé solo al frente. Y fue otra escuela. Ahí no hay romanticismo posible. En la chacra uno aprende a convivir con la incertidumbre, con el clima, con la pérdida. Sembrás cuatro meses algo que tal vez no llegue a cosecharse. Y aun así, seguís. Me tocó empezar de cero más de una vez. Inversiones perdidas por una tormenta, por un precio que no cubría ni los costos. Pero también conocí gente maravillosa. Trabajadores humildes, generosos, y la gente experimentada del sector que te enseñan sin envidia, que te tienden una mano sin pedir nada. Aprendí tanto de ellos como de cualquier libro.

Y si me preguntás qué figura marcó mi historia, te digo sin dudar: mi abuela Nita. La única que conocí. Ella fue el pilar de mi infancia. En casa, cuando papá no estaba y mamá trabajaba, era ella quien me cuidaba, me cocinaba, me abrigaba. Dormía con ella, me cosía los pantalones rotos de arquero, me enseñó a coser. A veces pienso que ese tipo de amor cotidiano, silencioso, fue lo que más me formó. Y sí, también me dejó en su momento el amor por Luis Miguel, que escuchábamos juntos. Hoy mis hijas escuchan cosas que no entiendo, pero yo sigo recordando esas tardes con la abuela, sus comidas, su voz.

Mamá también fue un gran sostén. Al principio no quería saber nada con que yo me metiera en esta vida pública. Pero con el tiempo, fue cambiando. Hoy me llama, me comenta cosas que escuchó, me pasa información. No me dice «estoy orgullosa», pero lo demuestra con cada gesto.

La vida me ha enseñado que no siempre se trata de tener todo claro. A veces hay que avanzar incluso en medio de la duda. A pesar de todo    volvería a ser todas y cada una de las cosas que he hecho, porque yo creo que todo es una aprendizaje.

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