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viernes, 2 de mayo de 2025
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Los niños son víctimas y no victimarios

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Diario EL PUEBLO digital
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De acuerdo a la Cámara Nacional de Comercio y Servicios Uruguay reserva un día de agosto para una jornada en que se celebra el Día Internacional de los Derechos del Niño en el Uruguay.
Con todo respeto nos atrevemos a decir que nunca estuvimos de acuerdo con estos días, por la sencilla razón que entendemos que los derechos de los niños deben ser respetados siempre.
Pero la cuestión es mucho más profunda de lo que se supone.
Tanto es así que si bien la fecha puede ser concebida como una oportunidad para recordar todos los derechos de los niños, también es bueno saber que hay muchos de estos menores que han sido olvidados y están totalmente perdidos en el mundo adulto.
Niños que se hallan abandonados, con padres abandónicos, la mayoría de las veces presos o marginados y lamentablemente hoy el horror de la guerra que produce entre los niños la orfandad, el abandono o lo que es peor aún la muerte de sus progenitores.
En situaciones “normales” hay niños cuyo único camino es la delincuencia. Es más se ha afirmado que la mayoría de los sicarios en el Uruguay son niños, que han encontrado en el asesinato la única fuente de ingresos fáciles, porque no tienen otra.
En contrapartida, quienes se han visto afectados por ellos y gran parte de la sociedad que se siente insegura pide para ellos “penas duras” (la LUC ha duplicado la penas para ellos), rebaja de la edad de imputabilidad y demás. No desconocemos que en algunos casos las sanciones pueden ser “blandas” o demasiado benévolas, pero la única forma de cambiar esta realidad sería atenderlos socialmente, evitar al máximo posible que estos niños, llamados “menores” (puede tener 8 ó 17 años), tratar que tengan otras oportunidades que no sea únicamente el camino del delito.
Que las posibilidades de educación son las mismas para todo el mundo, no es cierto. Un joven de un barrio humilde, hijo de un trabajador no tiene las mismas posibilidades de un hijo de alguien de clase media, ni mucho menos de alta clase.
Porque lo hemos afirmado muchas veces en estas columnas, no se trata sólo de darle las herramientas mínimas a los menores para que se formen, estudiando o aprendiendo un oficio, sino también ocuparse de su entorno, de su familia, del lugar donde vive y demás para que realmente tenga las mismas posibilidades que los demás de su edad.
Seguramente que esta tarea no empieza cuando estamos ante un adolescente o un preadolescente, sino que necesariamente debe iniciarse desde el CAIF y en forma simultánea, porque de nada sirve poner en práctica una o dos medidas e ignorar las demás, porque el resultado “no moverá la aguja”, como se dice en nuestros días.
Ojalá lo terminemos de aprender de una buena vez.
A.R.D.

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