El día en que Zeus se enojó conmigo y me quemó el televisor
Hace un par de meses una tormenta eléctrica me dejó sin televisor. Como tenía otra vieja tele, hice el cambio como para salir del paso, es decir, para cuando pueda comprarme un televisor nuevo. No fue conformismo, pero, con canal local, fútbol internacional y canales de Uruguay y Argentina, pensé que no iba a extrañar mi smart de 32 pulgadas comprado una vez que la suerte me sonrió y que seis números de una tómbola lo hicieron posible. Esta indiscreción me hace acordar aquel cuento de Landriscina donde el tano protagonista decía. «Esta Bandera de Ceremonia que fue comprada gracias a un campeonato de truco».
Dos cosas me cambiaron el buen ánimo poco tiempo después, y es que el televisor sustituto, con larga foja de servicio, héroe de mil batallas, tenía un número limitado de canales, muchos menos de los contratados. Por lo tanto, algunos no salían, entre ellos, el que emite el fútbol uruguayo, que digan todo lo que digan, pero, cuando no podemos mirarlo, lo extrañamos.
Les soy sincero, si se ven canales con fútbol internacional, con esos céspedes que parecen pinturas, esos escenarios gigantes y llenos de gente, hinchas con cánticos y banderas, muy lindo, muy coloridos, pero….Uno extraña los pobres campos de juego de Uruguay, casi sin pasturas, los estadios grises, con musgos en las paredes y con poca gente en las tribunas, salvo cuando juegan «los grandes», con recuerdos para las madres de los árbitros y toda su parentela, con perro, teros y hasta ovejas dando vuelta por el campo de juego o en alguna tribuna, que sé yo, y como que se añora, definitivamente…
PARA COLMO DE MALES….
Por una extraña ley familiar, en casa soy el cocinero oficial, así que, sobre todo, al mediodía, celebro el ritual de pelar papas cebollas y todo lo que se tenga dispuesto a comer en esa jornada. Mal no me sale la comida porque hace veinte años que cumplo con este rol. Dos condimentos son infaltables en mi menú, el vasito de vino, y la música de youtube. Candombe, salsa, plena, murga y rock and roll, un combo que va desde Zitarrosa, a Lucas Sugo, pasando por La Vela, Karibe con K, Casino, La Cumana, NTVG, Marc Anthony, el rock rioplatense, el Gran Combo, La Decana, y todo lo que se mueva y nos mueva. Ensayar pasos de baile me sirven por dos cosas, es un ejercicio notable y porque le pongo ganas a la mañana. Por allá hago un auto brindis y sigo.
Pero esta alegría se esfumó y creo que no volverá hasta que pueda comprar otro televisor, porque es tan jurasica mi actual tele que no puedo ver youtube.
Y aunque mi vida sigue sin sobresaltos, como que me falta algo muy importante en las mañanas. Así que sin poder ver youtube, con cierto aires masoquistas me puse a leer y a pensar sobre esta plataforma y entonces se da cuenta que YouTube no es solamente una plataforma. Es un síntoma. Una lente deformante pero precisa de nuestro tiempo. Un espejo digital donde la humanidad se graba, se observa, se edita y se vuelve a ver. Una máquina de narrar el mundo que ya no necesita papel, ni imprenta, ni antena: sólo un deseo inagotable de ser vistos y los que estamos de este lado, no nos perdemos nada, aprovechando que por ahora es gratis.

VEINTE AÑOS NO ES NADA
En estos veinte años, la imagen dejó de ser documento y pasó a ser existencia. Si no está filmado, ¿ocurrió? Si no tiene vistas, ¿importa? La cámara se volvió confesionario, escenario, tribuna y refugio. Pero también, a veces, cárcel.
Quizá por eso, en el fondo, YouTube no es la muerte de la televisión, sino su transfiguración. Lo que antes era emisión, ahora es conversación. Lo que era programación, ahora es flujo. Y lo que era voz autorizada, hoy es un coro desordenado que canta —o grita— desde todas partes.
En un mundo saturado de imágenes, la pregunta ya no es qué vemos, sino cómo lo miramos. Y más aún: qué dejamos de mirar mientras todo esto sucede.
YouTube cumplió veinte años. Nosotros, mientras tanto, envejecemos frente a sus pantallas, buscando en cada video una explicación, un escape o simplemente un pasatiempo. Porque quizá, en el fondo, seguimos siendo los mismos: esos animales de trompa larga, mirando lo inexplicable detrás de una reja, tratando de decir algo, mientras el mundo nos observa.
De pronto releo y veo que es como una catarsis lo que escribo, porque me falta la música, las películas de cowboy o del oeste, algunas historias y leyendas, palabras de políticos, escritores, historiadores, en fin, todo lo que ofrece esta plataforma.
Leí hace poco que “Me at the zoo” se llamó el primer video subido, “el 23 de abril de 2005. Un chico parado frente a unos elefantes, balbuceando una banalidad. No importaba tanto el qué, sino el cómo: ese gesto mínimo inauguraba una era en la que filmarse sería, para muchos, el primer paso hacia la existencia”. Este dato me hizo acordar “la salida de la fábrica”, del comienzo del cine.
Pasaron 20 años, Youtube es un imperio. Una constelación de pantallas donde cada día se reproducen más de mil millones de horas de contenido, solo en televisores. Un ecosistema en expansión que ha transformado la economía, la educación, la política, el ocio y hasta la espiritualidad. No hay aspecto de la vida moderna que no haya sido rozado por su algoritmo.
“Las cifras apabullan. En Argentina, 9 de cada 10 personas usan Google o YouTube a diario. En México, más de 1500 canales superan el millón de suscriptores. En Colombia, el 65% del contenido visto fue producido localmente. YouTube no solo organiza el presente: lo produce”.
Antes el televisor era el altar doméstico. Hoy es una terminal del flujo digital. El formato se ha vuelto líquido: vertical o apaisado, corto o largo, íntimo o masivo. Shorts, podcasts, tutoriales, directos, palabras que aprendimos a decir. El creador ya no es amateur: es un profesional, un estudio, una pyme, un nuevo tipo de trabajador cultural.
ÉRAMOS POCOS Y LLEGÓ LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La inteligencia artificial ya interviene no solo en las búsquedas o los subtítulos, sino también en la creatividad misma. ¿Qué es un contenido auténtico? ¿Dónde termina la persona y empieza el personaje? ¿Quién habla cuando hablamos en internet?
YouTube no es simplemente una plataforma. Es un síntoma. Una lente deformante pero precisa de nuestro tiempo. Un espejo digital donde la humanidad se graba, se observa, se edita y se vuelve a ver. Una máquina de narrar el mundo que ya no necesita papel, ni imprenta, ni antena: sólo un deseo inagotable de ser vistos.
En estos veinte años, la imagen dejó de ser documento y pasó a ser existencia. Si no está filmado, ¿ocurrió? Si no tiene vistas, ¿importa? La cámara se volvió confesionario, escenario, tribuna y refugio. Pero también, a veces, cárcel.
Quizá por eso, en el fondo, YouTube no es la muerte de la televisión, sino su transfiguración. Lo que antes era emisión, ahora es conversación. Lo que era programación, ahora es flujo. Y lo que era voz autorizada, hoy es un coro desordenado que canta —o grita— desde todas partes.
En un mundo saturado de imágenes, la pregunta ya no es qué vemos, sino cómo lo miramos. Y más aún: qué dejamos de mirar mientras todo esto sucede.
El tiempo pasa y nosotros firme frente a la pantalla buscando en cada video una explicación, un escape o simplemente un poco de compañía.
Y así como hay plataformas para abonados, con series, buen cine, espectáculos deportivos, musicales, culturales, cuando no encontramos nada que nos intereses en los canales del cable, y la noche se va cielo arriba, buscamos algún recital de música, alguna película, a humoristas de Colombia, Chile, Miami, México, Venezuela, Les Luthiers, Landriscina, el Oficial Gordillo, y viejos humoristas rioplatenses, para pasar el rato.
En fin, en la vida familiar tenemos muchas prioridades, como las de vivir haciendo magia con lo que se gana. Siempre con el espíritu alegre, tan alegre, que en un momento me causó un extraña sensación la pelea sobre la jubilación a los sesenta años o a los sesenta y cinco. Uno ya con setenta arriba, le sigue saliendo a “la fatídica del descenso”, porque sigue siendo como Don Gómez, si no trabaja, no come.
Así es que según mi Psicologo interior, hasta que no pueda comprar un televisor nuevo, no voy a mejorar. Me miro en el espejo y éste confirma lo que dice el otro.
Y yo repito: “Yo tuve youtube, y quiero volver a tenerlo”. Miro en Los Avisos Clasificados los precios de los televisores y….
